Por fin es oficial. Alfredo Pérez Rubalcaba y Carmen Chacón, antaño buenos amigos y ahora rivales son ya precandidatos a la Secretaría General del PSOE, verdadero centro de mando de la formación que fundara Pablo Iglesias. Ha comenzado con mejor pie el madrileño, doblando en número de avales a la catalana. Empero el resultado está abierto. Nadie en el PSOE se atreve a pronosticar quién saldrá victorioso.
La bronca socialista, que es la batalla entre el felipismo y el zapaterismo y que determinará el futuro de la histórica formación política, no parece interesar en demasía a la ciudadanía. Normal, quien gobierna es el Partido Popular del desaparecido Mariano Rajoy, quien tiene más que enfadada, por mucho que alguna empresa sociológica salga en su ayuda, a su parroquia a causa de la brutal y confiscatoria subida impositiva, tan contraria no sólo a su programa electoral sino también a los principios de la mayoría de sus votantes, que creen con razón que subir impuestos no sirve para recaudar más sino todo lo contrario.
Pero volvamos al PSOE: ambos candidatos socialistas a ganar en febrero el XXXVIII Congreso del PSOE representan el pasado. En el caso de Rubalcaba, casi todo el pasado de los últimos treinta años. Del GAL al Faisán. Por más que su gente se empeñe en decir en privado y la de su rival lo diga en público que él no aspira a ser candidato a presidente de gobierno, sino a gestionar la transición de un PSOE que pasa por su peor momento desde 1977. El País, con alguna excepción, se volcará con él. Chacón, señora del mediático Barroso, representa la esencia del desprestigiadísimo zapaterismo de la nación discutida y discutible, el Estatuto de Cataluña y la negociación con ETA. Para colmo, Carmen, que eso de Carma ahora no se estila, está apoyada por ese gran faro que ilumina el socialismo patrio llamado Leire Pajín. Un desastre. Si Pedro J. no lo remedia. Rodríguez Zapatero, que apoya a Chacón, ha prometido neutralidad. Nadie se lo cree.
El debate de ideas sencillamente no existe. Existe una lucha por el “quién”. Ambos candidatos andan por ahí prometiendo las viejas y fracasadas recetas de siempre, la expansión incontrolada del Estado, la intervención en todos los ámbitos de la vida pública y también privada, memoria histórica, laicismo, feminismo socialista y perspectiva de género... ¡hasta Platón, precursor del marxismo, ha sido reivindicado! Ni una sola propuesta de regeneración se ha podido escuchar en los discursos, pronunciados uno, de mayor enjundia, en la sede de la UGT y en Andalucía, vacuo hasta la náusea, el otro. Quizá ese sea otro de los motivos por los que a pocos interesa la bronca interna. Resulta demasiado evidente que se trata de una bronca por colocarse en los pocos puestos que han quedado disponibles después de los tsunamis de las autonómicas, las municipales y las generales.
En todo caso, la pelea ha comenzado. Será dura. Y decisiva.
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