Y breve y directo lo será este también. Aquel centro de debate, humilde ateneo de ideas en un rincón de la Tierras Medias de mi patria chica, hoy seguiría siendo moderno. De ideas no solo referidas al ámbito de lo político y filosófico de la época. También, o quizás, sobre todo, a las nuevas corrientes musicales, a las nuevas modas, que entonces no significaban lo que ahora.
Entonces el término moderna tenía una acepción real de la palabra. En aquélla España subdesarrollada las escasas luces que ansiaban el progreso y una sociedad libre y más justa, hoy cobran más importancia que nunca. Una generación, dos generaciones a lo sumo, nos separan del hambre y la indigencia intelectual. Las mismas que nos pueden hacer retornar. La educación, ayer como hoy, debía ser la piedra angular sobre la que cimentar una sociedad de mujeres y hombres libres. Ciudadanos iguales ante la Ley. Ciudadanas no discriminadas por razón de sexo, raza, creencias o lugar de domicilio. Una tercera España no era posible entonces, pero lo es ahora.
Como lo es una III República. Necesitamos unos políticos audaces, formados, con vocación de servicio ciudadano, con quienes desde el primero hasta el último de los ciudadanos españoles se sintiera representado y partícipe. Y desde luego una ciudadanía que eligiese desde la primera magistratura del Estado hasta el edil de la penúltima pedanía. Eso pensamos los que creemos en esa sociedad que soñaron nuestros mayores, antes de la noche fría y oscura. Los que bebemos de una Ilustración que en este país pasó de largo, los que nos fuimos empapando de ideas de libertad, justicia e igualdad, toda esa ciudadanía, y no digamos la nacida en democracia, no se plantea si es más o menos onerosa una República que una Monarquía. Y si esgrimimos razones de poder y estabilidad, entonces es que nos quedamos en la fase del despotismo ilustrado. Entonces ciudadanos, ¿Por qué no una dictadura sencilla y de bajo costo? ¿O una tiranía que nos procure paz y nos libere de deberes y pensamientos para los que no estamos llamados?. Quienes pensamos y creemos que si los privilegios antes mencionados son impropios de una sociedad moderna y libre, los que nos oponemos a los privilegios por lugar de nacimiento o residencia, ¿qué opinión nos merecen los privilegios por razón dinástica?
Ciudadanas y ciudadanos, tenemos serios problemas en nuestro país. Pero en algún momento deberemos poner sobre la mesa, de una vez por todas y sin complejos, el modelo de Estado que queremos. Los que apostamos por una España federal, simétrica, y por ende cohesionada, sin privilegios medievalizantes, lo tenemos claro. Salud y República. Nicolás de Miguel
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