Negociación colectiva. Para partirse la caja. Primero establece que los convenios colectivos obligan a todos los empresarios y trabajadores dentro de su ámbito de aplicación y durante todo el tiempo de vigencia (pues de eso se trata, ¿no?), para después, recurriendo a las causas y tal y tal (después hablamos un rato de ellas, ¿vale?), legitimar que los segundos acaben en el cubo de la basura arrojados por el primero. En resumen, el convenio colectivo es válido hasta que el empresario, siempre tras consultas, lo que es todo un detalle, establezca su “inaplicación”. Eso sí, esta ruptura del convenio podrá afectar únicamente a tres o cuatro cositas de nada. A saber. La jornada de trabajo, el horario, la distribución del tiempo de trabajo, los turnos, los salarios, el sistema de trabajo, las funciones y las mejoras voluntarias de la acción protectora de la SS. El resto queda a voluntad del trabajador. Es decir, aún respetan la libre elección entre tortilla de patatas o bocata de chopped para almorzar. Hasta ahí podríamos llegar.
Veamos ahora, si tenéis ganas, cómo define esta ley las distintas causas que permiten al empresario pasarse por el forro lo acuerdos, los derechos de los trabajadores y su propia empresa si es menester. Concurren causas económicas cuando la empresa tenga o prevea tener (mandan huevos, viva Honduras) pérdidas, o, simplemente, disminuya su nivel de ingresos durante al menos dos trimestres. Esto último no significa que se pierda dinero, no. Lo que quiere decir es que se gana menos, y ya está. Estas causas constituyen el primer paso hacia la esclavitud.
Las causas técnicas son para mearse; cuando se produzcan cambios, por ejemplo, en los medios o instrumentos de producción, puede el empresario cepillarse los convenios. Si se rompe una máquina envasadora, la Coca-cola echa el cierre. Segundo paso hacia la esclavitud.
Y no menos divertidas son las causas organizativas; éstas engloban todo, absolutamente todo lo que se os pueda ocurrir como motivo para suspender los convenios. Cualquier capricho en la forma de estructurar la empresa sobra y basta. No me gusta el color de la pintura del pasillo y lo soluciono derrumbando el edificio. Tercer paso hacia la esclavitud.
En resumen. Si el convenio colectivo no le viene bien al empresario, éste lo cambiará cómo y cuándo quiera, bien por las buenas, imponiendo sus condiciones y convenciendo a los representantes de los trabajadores que se la traguen doblada, o bien por las malas, ya que por mucha Comisión paritaria que estudie las discrepancias, por mucho arbitraje, por mucho que se deje en manos de la Comisión Consultiva de Convenios Colectivos, la reforma laboral le regala al empresario un arsenal interminable de misiles con el que derrotar cualquier oposición por parte de los trabajadores.
Gracias a unos sindicatos durmientes que han actuado en connivencia con el poder, todo el polvo que llevan arrojando sobre nosotros desde hace años se ha convertido en lodo. A mí, lo que me altera, es que los mismos que iniciaron esto son los que ahora llaman a filas. Me refiero, por si alguien lo duda, a los Rubalcaba, Méndez, Toxo, Martínez (lo de éste último es para cortarse las venas) y demás ralea de “camaradas” bien pagados y mejores vividores. Visto que éstos lucen más de lo que en aplicación de una justicia elemental les tocaría, me niego a aceptar que el resto de los españoles tengamos lo que nos merecemos. Nos toca pelear, por supuesto, pero eligiendo a quién deseamos a nuestro lado…
Hasta mañana, si el Gran Hacedor quiere, que esto acaba de empezar.
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