Estamos ante una tragedia en España, lo viene anunciando Telecinco desde hace varios días, con el rigor que le caracteriza en los temas de candente actualidad. Por lo visto tenemos un grave problema internacional con las tetas españolas, o lo que viene siendo lo mismo, con los implantes mamarios defectuosos PIP en cuestión, que en nuestro país afecta a unas 18.500 mujeres… lo que vienen a ser alrededor de 37.000 pechos si no me fallan las cuentas, sin ánimo de herir sensibilidades.
Explico que se trata de una tragedia del mismo modo que si mañana Internet dejase de funcionar durante unas horas en todo el país. Tengo la impresión de que muchas de esas mujeres dejarían de ser personas, aunque irónicamente empezarían a serlo porque no se darían cuenta que hasta ese momento solo eran una especie de espectro amarrado a un ordenador, teléfono móvil con conexión o cualquier otro dispositivo al uso y disfrute de la tecnología, en lugar de revisar y mejorar su valores y principios… en los que algunas personas aburridas tienen en cuenta por aquello de la ética y la moral, sin la imperiosa necesidad de internarse en los conventos de antaño.
Voy a ir un paso más allá. Imaginen a esa mujer.PIP, sin conexión a Internet y, además, sin la posibilidad de acudir a un plató de televisión para explicar su drama: no saber de qué marca son sus tetas ergo no sabe si su salud corre peligro de explosión pectoral. Y lo más grave, muchas de esas mujeres que acudieron a la antigua moda estético-económica.PIP para aumentar su capital erótico, además de la evidente inteligencia física, que les permitiera hacer algún que otro paripé en el papel couché o ese show de Jorge Javier Ondas y Cia, ahora que ellas no tienen el dinero suficiente para costearse una operación para poner a salvo su salud, pero continúan pagando sin pudor las copas a 10 euros en las discotecas de moda y no visten, por supuesto, de mercadillo.
¿Qué va a ocurrir con ellas? Las mujeres.PIP, por norma general, suelen ser mujeres de extrarradio o aspirantes varias a famosa del tres al cuarto, que tenían la ilusión de llegar a la capital por la vía rápida, y salvo alguna que otra interesante excepción no brillan precisamente por su inteligencia ni sus estudios. Algunas, eso sí, estaban tan convencidas de que los libros funcionaban con pilas, que fueron las musas en las que los gurús de la tecnología, dicen, se fijaron para para crear los E-book. Qué ironía… pioneras en uno de los más importantes avances del Siglo XXI, y ellas siguen esperando que algún director se lo explique con una película.
Ahora voy a intentar hablar en serio. ¿Acaso debería? Tal vez es mejor utilizar ese punto de humor lejos de la falta de cordura de tantas personas partícipes en la creación de las mujeres.PIP, y reivindicar los derechos de esos hombres engañados, cuando eran ellos los que trataban de engañarles a ellas con falsas promesas de amor a cambio de tocarles las tetas, y el engaño resultó mutuo y les explotó la mentira en la cara de ambos, retransmitido en falso directo por los programas que a su vez financiaban esas tetas, la relación ya rota y toda una vida elitista de aquellos tertulianos que, de vez en cuando, se bajan al pilón de las banderas sociales a media asta mientras ejecutan a la par los especiales televisados –juntos y por separado- de la mujer indignada y el hombre sorprendido, además de comprendido, buscando una reconciliación… de forma 100% natural.
Porque a todo esto, señoras y señores, el show debe continuar. Lo que está ocurriendo hoy en las calles de Valencia, o lo que pasó hace casi un año con el movimiento 15-M, lo que sucede cada vez con menos voz mediática con esas familias que son tristemente desahuciadas porque no tienen dinero ni para comer… ¿por qué todas estas cuestiones, y muchas otras, no tienen la voz suficiente en los programas de televisión? Pues ya se lo explico yo… porque por lo visto es más interesante saber quién, cómo y hasta el motivo que impulsó un día a 18.500 mujeres y alrededor de unas 37.000 tetas, a ponerse implantes de silicona de saldo.
Y lo hicieron como el que compra esa botella de vino más barata cuando le invitan a una cena romántica y ahora se quejan de la resaca, cuando ni siquiera conservan el ticket del supermercado.
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