Ni el nombre. Ni la fotografía. Ni el grupo. Es posible que
si tu vida se ha representado más allá del Bierzo nada te suene familiar. En un
mundo acostumbrado a destrozar la tradición popular con martillazos globalizados,
es siempre una alegría poder sacar a flote una historia tan caótica como auténtica.
Te animamos a conocer a los Rolling Stones gallegos. Casi
nada. Un grupo capaz de dejar a Bruce Springsteen por debajo en la lista de
ventas nacional de Ticketmaster. Y sin despeinarse. Ahora regresan tras un
parón eterno de ocho años para saciar la sed de su legión de seguidores. Por
boca de su voz más mediática, atrévete a descubrir porqué la música está de
aniversario este sábado.
No es tarea fácil
describir a Tonhito (léase "Toñito"). Ni tan poco a Heredeiros. ¿Cómo presentaría la banda a todo aquel
que nunca ha oído hablar de ella?
 ©Marcos Martínez |
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Tonhito de Poi es un patrón de pesca que toca la guitarra de
una forma contundente. Para Galicia, los Heredeiros da Crus son como el cabo Fisterra (Finisterre), no hay nada más allá (risas). Es cierto que tuvimos mucha
repercusión, la gente comenzó a escuchar nuestra música, la podías oír a todo
volumen por la calle, hasta se tatuaban el nombre del grupo en el cuerpo. Son ya veinte años
desde los primeros acordes en Castiñeiras. ¿Cómo recuerda el prólogo de esta historia?
El tiempo ha pasado más rápido de lo que yo pensaba. En la
distancia nos veo como un grupo de locos, viajando en un R7 para tocar al otro
lado de la ría, en Cambados, que para nosotros era como viajar al extranjero.
Metíamos todo el equipo técnico y humano en el coche y cabíamos perfectamente.
En realidad, no cambió mucho la cosa (más risas). El espíritu continúa siendo
el mismo.
¿En qué momento sienten que el experimento había sido un éxito?
Lo estamos entendiendo ahora todavía. No éramos conscientes
de eso. Está claro que había conciertos masivos, como uno de los últimos en
Riazor, con cincuenta mil personas. Pero creo que el punto de inflexión fue cuando
tocamos por primera vez en Castrelos (Vigo). No tuvimos transición. Pasamos de
tocar en bares, parando los conciertos para ir al baño pasando por encima de la
barra, a tocar frente a veinte mil personas. Cuando nos pusimos de pie, y
levantamos la cabeza, flipamos. El Xabarín (espacio
infantil de la TVG) les convirtió en referencia de toda una generación...
Sí, la Televisión de Galicia usó algunas de nuestras
canciones para hacer videoclips dentro de su programación, y ayudó a la hora de
expandir nuestra música.
Llegaron a tocar en
ciudades como Londres o Nueva York. ¿Hubo algún intento por ampliar las
fronteras del grupo o Heredeiros es algo totalmente
enxebre (autóctono)?
|  ©heredeirosdacrus.com
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Londres o Nueva York no cuentan, porque casi hay más
gallegos que aquí. Pero en todas las salas donde tocamos en Madrid como Sol,
Revólver, Moby Dick... siempre se quedaba gente fuera sin poder entrar. También
nos movimos por Barcelona o festivales como el Espárrago Rock. No sé si el
problema fue de la discográfica, de la distribución, la infraestructura o
los medios, pero siempre hemos tenido público de fuera de Galicia. Lo que es
seguro es que no fue por el idioma, porque la música llegó a todos los
rincones.
Fueron seis discos
del tirón (incluido el primer directo de la historia grabado en gallego) hasta
llegar al, hasta hoy, último trabajo publicado. ¿Qué sucedió con la salida de
Chicarrón (2004)?
Creo que ahí se cumplió un ciclo, tuvimos que parar. El
grupo necesitaba de nuevas experiencias, tanto a nivel personal como musical,
necesitábamos crecer. Habíamos tenido una carrera muy intensa, doce años casi
sin descanso. Yo me fui a Portugal a formar otra banda de estética totalmente
diferente. Es como cuando sales de la casa de tus padres, quieres descubrir
otro mundo.
¿Imaginaban en ese
momento que pasarían ocho años hasta el regreso de Heredeiros?
Nunca hacemos planes. Nosotros rompimos
para romper, y ya está. Nunca pensamos nada para más allá, vamos un poco a lo
que hay. Notábamos que nos estábamos repitiendo, y no queríamos ser lo que
nosotros llamamos una "orquesta del rock". Necesitábamos nuevas
experiencias, y Heredeiros tenía una línea demasiado marcada. ¿Fue difícil volver a
reunir a la tropa?
Siempre hay tensiones. El rock es una música muy pasional,
que genera grandes amores y grandes heridas. Tuvimos que juntarnos y hablar de
todo. En realidad, los ocho años fueron necesarios para preparar un solo concierto
(risas).
Su regreso ha
creado una enorme expectación. ¿Nos puede adelantar algo de lo que veremos en
Ordes el próximo sábado?
Hubo mucha gente que no pudo vernos por cuestión de edad, y
también hemos hecho esto por ellos. Pero los fans de Heredeiros de siempre se van a
emocionar y, sin que haya nada especialmente nuevo, sí que se van a sorprender.
La banda suena como nunca, nosotros mismos nos estamos sorprendiendo. Los
acordes y el tiempo de las canciones son los de antes, pero ahora se toca con un
peso y una solvencia diferentes. Los años se notan, y al no haber parado
ninguno de tocar, la evolución es tremenda. Respecto al repertorio, será tan
loco como siempre, arriesgando
la vida en el escenario para intentar alcanzar el clímax con todo el público. Y
habrá también alguna sorpresa, con canciones no tocadas hasta ahora en directo
o temas censurados.
¿Paréntesis entrañable o punto y seguido?
¿Habrá vida más allá del 20 aniversario?
Sinceramente, no lo sabemos. Nos sorprendimos por la
repercusión que todavía teníamos después de tanto tiempo, y eso es algo que nos
alegra profundamente. Pero hay que analizar las cosas, primero vamos a hacer
este concierto y después ya veremos. Yo tengo pendiente un reportaje muy
especial en el Amazonas que me llevará mes y medio, y Javi (voz) va a sacar otro
trabajo. Está claro que todos queremos disco nuevo, pero eso va a ser un tema
muy delicado. Somos un grupo muy cercano al mar, y como él, no somos nada
previsibles. Lo importante es que el barco ya está arreglado.
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La fiesta será legendaria. ¡Feliz cumpleaños! (©Heredeiros da Crus)
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