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Glorificación de la riqueza

Nunca antes fue tan glorificada la riqueza
Ángel Ruiz Cediel
jueves, 1 de marzo de 2012, 16:42 h (CET)
Si le escucha a alguien responder, a la tópica cuestión de ¿cómo te va?, algo así como “jodidamente, chico; no te imaginas lo mal que está esto”…; si está al tanto de que a ese individuo siempre le sale la declaración de la renta negativa…; si sabe que es uno de esos divos que habita despampanantes mansiones y dispone de los más enjundiosos bienes, pero todos ellos puestos a nombres de fundaciones, empresas patrimoniales o sociedades fantasmas, todas ellas concebidas para el escaqueo de impuestos…; si está al corriente de que se trata de un individuo que conduce por ciudad un todoterreno de mucha estrella, escudo acuartelado, aros enlazados o un vehículo que parece el de mando de los marines, el cual lo usa como tanto para acosar a los utilitarios como para dejarlo aparcado en doble fila en las principales calles y avenidas para que se vea mucho y bien…; si sabe de él que jamás paga ni unas cañas y se estira menos que el talento un antidisturbios…; si siempre que habla está fanfarroneando de su último viaje a uno de esos exóticos paraísos donde la gente se muere de hambre para que su riqueza se note más, o de su última conquista sexual, encarnada en un efebo quinceañero o en una nena que aún es menor de edad…; si le nota que es un personaje al que no le llena nada de lo que no se pueda presumir…; si se le nota que es el clásico tiraduros que tiene a su servicio doméstico trabajando en B y a su empresa lindando con la economía sumergida, a la vez que recibe onerosas subvenciones del Estado, pero a cuyo comité de empresa no deja de decirle lo mal que está la cosa, lo mucho que habrá que reducir la plantilla y lo imprescindible que va a ser un incremento de la productividad si es que se quiere salvar a la compañía de la quiebra y que tres o cuatro empleados puedan seguir trabajando mal pagados y en una absoluta precariedad…; o si pertenece a la CEOE, en fin, no lo dude usted ni un solo momento: está ante un rico.

Los ricos son así
: creen que el mundo es suyo y que está conformado por, primero, ellos, y, después, por un montón de carne estéril que está sólo y exclusivamente para rellenarlo, acaso con el fin colateral de procurarles bienestar, placer o servicio. Ellos creen ser los dioses, y todo es lícito si ellos lo desean: la vida sólo importa si es la suya, lo mismo que la salud, la paz social o los derechos; todo lo demás, la muerte, la enfermedad, el sufrimiento y las obligaciones, son cosa del pueblo, ese asco sobre el que recae esta mitad fea y desangelada de las cosas del mundo, porque las cosas hay que repartirlas y deben ir por mitades.

España, en realidad, es un país de ricos. Desde el 2007, año en que supuestamente comenzó esta crisis falsa que se inventaron los que todavía son mucho más ricos que estos ricos de chica y nabo que tenemos por aquí, en España se han generado siete millones de ricos nuevos y “sólo” 5,5 millones de nuevos pobres, aunque pobres de cojones, eso sí. España, sobre todo, es un país de muchísimos ricos, no hay más que tomarse un tiempo, sentarse en una calle bien y contar por minuto los horteras que pasan o los prepotentes que circulan en automóviles todoterreno de mucha más cilindrada que sus cerebros. España, en realidad, es un país de muchos, pero que de muchos ricos. Ya digo. Ricos que niegan sus derechos a los demás o los regatean el salario para luego encenderse ante los amigotes un puro con un billete de 100 euros, o competir con sus coleguis a ver quién es más cruel con sus trabajadores, quien paga menos y quién despide más, si es que no quién hace más trampas a Hacienda o consigue más negocios del Estado a trasmano.

No siempre los ricos tienen que mancharse las manos con la escabechina de lo asalariados, sin embargo, porque para eso tienen a algunos altos cargos al frente de las partes sensibles de sus empresas, los cuales son una suerte de verdugos a sueldo (poco) que suelen ser bastante más crueles con los siervos que sus amos, y todo suelen hacerlo por una palmadita en la espalda o una caricia de perro. Son la lástima, la última excrecencia social, los judíos que condujeron a latigazos a los judíos a las cámaras de gas en los campos de exterminio, los antidisturbios que seviciosamente golpean enemigos estudiantes, los negreros que hicieron posible la esclavitud, los sicarios que experimentaban poderosas erecciones mientras desmembraban a los reos, los mejores lamedores, los mayores pelotas y los peores traidores...

El orden y la sociedad actual, sin embargo, está ajustándose a la medida de los ricos porque se está glorificando la riqueza. Se liquida el Estado de Bienestar y se cosifican morales, credos e ideologías, al tiempo que regresan los feudales con sus clases dominantes y sus acomodadas fuerzas fácticas, con su alta cocina, sus caballos de acero y mucha cilindrada, y sus lujosos castillos en countries de alto standig, y como que a la vez los ciudadanos de a pie sienten que se transforman en plebeyos y siervos, que pronto van a tener que soportar de vuelta el derecho de pernada, y, claro está, vuelve a respirarse en la calle algo parecido a aquel odio y aquella rabia que mi abuelo me decía inundaba la atmósfera española en los años previos a la Guerra Civil. Puede sentirse ya el hedor del conflicto como se pueden sentir esos ojos que, otrora envidiosos de una clase o unos haberes, hoy están cargados de una electricidad destructora e impiadosa, porque los ricos han dejado de ser el modelo, la aspiración o el deseo para convertirse en el objetivo a batir, como lo son los estudiantes o los ciudadanos para algún Jefe de Policía de Valencia. Los enemigos, la lucha de clases, también está de vuelta, y muchos son los que se toman como ofensa o un insulto esta propensión maniática a ostentar que tienen algunos ricos, a que no dejen de hablar de bolsa a quienes tienen sus bolsillos ramplones, a que no cesen de pavonearse de riqueza delante de su miseria, a hablar de alta cocina ante quienes tienen hambre o de lujosas mansiones ante quienes viven en la calle o de la caridad pública o de la Iglesia. Los unos, los ricos, por ateos ignoran que el Corán les advierte que “lo que te sobra no es tuyo”, y los otros, los pobres, por desesperación ya dejaron de creer en aquello de “más fácil le es a un camello entrar por el ojo de una aguja que a un rico entrar en el Reino de los Cielos” porque una de dos, o es que los ricos negociaron con Dios a precio de oro la corrección de la m por la b, quedando en la redacción definitiva “cabello”, o bien el camello es tipo poni y la aguja de Brobdingnag, ya saben, el país de los gigantes. Estamos viviendo la glorificación de la riqueza, en fin, los atributos del Rey de este mundo.

Puedes conocer toda la obra de Ángel Ruiz Cediel: Un autor que no escribe para todos (Sólo para los muy entendidos)

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