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Cristina Fernández, mal informada, ofende a España

Que el señor Garzón haya aparecido por el Nuevo Mundo puede resultarnos llamativo aunque no insólito
Miguel Massanet
sábado, 3 de marzo de 2012, 10:49 h (CET)
“Cherchez la femme, pardieu, cherchez la femme”, esta frase parece que apareció por primera vez en una novela publicada en 1854, “Los mohicanos de París”, escrita por el gran novelista francés Alejandro Dumas (padre). Al parecer, con ella se trataba de explicar que, cuando un hombre actúa de forma extraña y poco comprensible es posible que detrás de esta conducta anómala haya una mujer. Pero haciendo uso de una licencia que nadie me ha concedido, pero que me la voy a tomar, voy a extender la interpretación de la frase del escritor galo en el sentido de que: detrás de cada misterio o problema que nos parece insoluble existe una causa, a veces aparente pero, en otras ocasiones, escondida, que lo aclara o justifica.

Que el señor Garzón haya aparecido por el Nuevo Mundo puede resultarnos llamativo aunque no insólito; que, precisamente, lo hayamos localizado en Argentina, invitado por la presidenta señora Cristina Fernández de Kirchner a la inauguración de las sesiones ordinarias del Congreso, puede que nos llame la atención por la importancia que, extrañamente, se le ha concedido a un juez condenado por prevaricar, en el caso de las escuchas ilegales del caso Gürtel en España. No obstante, el que la señora presidenta de un país supuestamente amigo, haya pretendido deslegitimar a nuestro Tribunal Supremo, sin haberse preocupado de informarse debidamente sobre las causas por las que, el andariego juez, ha sido privado de su cargo y condenado a 11 años de inhabilitación, debemos de considerarlo como una ofensa directa al pueblo español: a su independencia judicial y al respeto por el gobierno, legítimamente elegido en las urnas, que lo representa. Sólo podemos atribuir el descaro con el que la señora presidenta de la nación Argentina, ha tratado, criticado y enmendado la actuación de nuestro TC, respecto al proceso contra Gorzón y la correspondiente sentencia; a la evidente tendencia izquierdista de la señora presidenta y su gobierno y a las circunstancias especiales del conflicto que existe con la filial argentina de REPSOL, la sociedad IPF, a la que ha amenazado con nacionalizarla. Lo propio de naciones donde no se respeta la seguridad jurídica de quienes invierten en ellas.

Si la señora Fernández se hubiera limitado a invitar al ex juez Garzón al acto, quizá no tendríamos nada que objetar ¡allá cada uno con las amistades que elige!; pero se da la circunstancia de que, la señora presidenta, no se limitó a darle la bienvenida a don Baltasar, sino que, en su discurso, incluyó algunas expresiones imprudentes que denotan una clara animadversión hacia la Justicia española. Decir que la inhabilitación del juez Garzón era “una afrenta contra la justicia universal”, añadiendo que “en nombre de millones de argentinos” ha alabado el rol de defensor de los “derechos humanos” del juez; rubricando su intervención con las siguientes palabras: “En los países desarrollados se puede procesar a los tiranuelos de las republiquetas, como nos consideran. Y la verdad es que su juzgamiento por haber intentado desvelar la “tragedia” del franquismo, es una afrenta para la justicia universal que muchos dicen defender cuando se trata de países que ellos consideran de segunda”.

Empezaremos por recordarle a la señora Fernández un poco de la historia de su país cuando, durante la posguerra española el señor don Domingo Perón y su esposa doña Eva Duarte de Perón hicieron un viaje oficial a España (cuando éramos objeto de un bloqueo económico ordenado por Roosevelt, Churchill, Stalin y el señor Degaulle de Francia) donde fueron recibidos con todos los honores por el general Franco. En este encuentro se selló una amistad entre España y Argentina que ha perdurado hasta ahora que da la sensación de que, los ramalazos izquierdistas de la señora presidenta, están por encima de las buenas relaciones con el pueblo español. Y una cosa más, para recordarle a la señora Fernández: los primeros cargamentos de trigo que llegaron a España para apaciguar la hambruna que se padecía, fueron enviados por el señor Perón, sin tener en cuenta las consecuencias que se podrían derivar para él y Argentina por haberse desmarcado de la voluntad de las potencias aliadas. En ningún momento dio la sensación de que, don Domingo, estuviera molesto o se sintiera incómodo en compañía de Franco ni que le espetara los crímenes, muchos de ellos inventados por la izquierda revanchista, que ahora, a los 72 años de finalizada la Guerra Civil parece que pretende escribir otra Historia que se quieren inventar o, en todo caso, reformar.

No parece que la señora presidenta haga mención a los asesinatos de curas, monjas, derechistas, e incluso republicanos de derechas, que tuvieron lugar en el bando republicano, ni que mencione las atrocidades cometidas en las famosas “checas” importadas de la URRS; posiblemente, porque la joven presidenta sólo haya conocido de oídas y de fuentes de los exiliados que huyeron de España, la versión de las causas por la que unos militares ( en América latina no les debería de llamar la atención, ya que las algaradas militares han estado a la orden del día y, en muchos casos, por militares corruptos) se levantaron, no contra la II República, sino para evitar que la nación cayera en manos de unos criminales que se hicieron dueños de la nación con el apoyo interesado ,ora Fernández, ha pecado de falta de información porque, el ex juez Garzón, no ha sido condenado, como ella apunta, por haber perseguido los supuestos “crímenes del franquismo”, sino por otra causa completamente distinta y mucho menos “noble”, explicable y de “justicia universal”. El señor Garzón respondía ante la Sala 2ª del Tribunal Supremo por tres imputaciones distintas. La primera por haber prevaricado al ordenar las escuchas de los abogados de la defensa con unos imputados del caso Gürtel. Una ilegalidad que se demostró que había cometido, ya que, en el caso, no concurrían ninguna de las, evidentemente restrictivas, excepciones que se aplican sólo en casos de terrorismo. Sin embargo, en un feo caso de cohecho, en el que el tribunal le tuvo que exonerar por haber prescrito el delito, fue reprendido por el propio tribunal por considerar que, de no haber prescrito, hubiera sido culpable de cohecho impropio. Pero, en el caso del delito de prevaricación por haber usurpado una función que no le competía y haber promovido una causa contra unos delitos amnistiados por la Ley 17/1977 de Amnistía, el TS, en un gesto de extraordinaria generosidad, que muchos españoles no logramos comprender, dijo que el señor Garzón, un juez experimentado, sólo había cometido “un error” por lo que fue declarado inocente de los delitos que se le imputaban. ¡El señor Garzón, señora, no ha sido condenado en España por la investigación de los crímenes del franquismo, por lo que puede quedar tranquila de que no ha sido violada la “Justicia Universal”, en este caso!

En todo caso, la parafernalia de docudrama que han montado en torno al señor Garzón haciéndole escoltar por las “Abuelas” y las “Madres de la Plaza de Mayo”, el actor Federico Lupi y una fiscal española, una tal Dolores Delgado ¡que ya me dirán lo que pintaba allí!; nos recuerda una escenificación cursi y forzada de aquellos dramones de principios de siglo, preparados para que entretuvieran a un público lacrimoso y de menguada inteligencia. O así es como veo yo, señores, este show que nos ha montado la señora Cristina Fernández, que debiera mejor dedicarse a solucionar los problemas de su país, antes que inmiscuirse en los asuntos ajenos. Nunca da resultado.

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