Resulta imposible leer esta novela sin dejar de pensar que Félix Romeo está muerto. Que esta es su novela póstuma.
Resulta muy difícil hablar de esta “Noche de los enamorados” objetivamente; sin dejarse influenciar por eso; sin que las palabras resulten un homenaje inevitable.
Y sin embargo debo leerla como si Félix estuviera vivo; y lo que yo diga importará nada o muy poco. No era uno de sus amigos. No le conocía, nunca hable con él.
Y lo primero que pienso es que resulta sarcástico, desagradablemente irónico que esta novela trate de una muerte. Que hable de la muerte de otro. Pero también que tiene un comienzo sencillamente demoledor. Un inicio que cumple esa regla básica que dice que el arranque de una novela es fundamental, determinante para continuar leyendo o dejarlo: Es una mujer y está muerta. Está tirada en el suelo del salón-comedor de su domicilio. Boca arriba Presentación, puesta en escena fría, aséptica y espeluznante; sin preámbulos ni elipsis, pero totalmente efectiva sabiendo de nuestra curiosidad macabra, esa fijación magnética que tienen los cadáveres.
“Noche de los enamorados” es la historia de una obsesión personal. Una historia que se cruzó en el camino de Félix cuando estuvo preso por insumisión en la cárcel de Torrero y uno de sus compañeros de celda le confiesa que estaba allí por haber matado a su mujer estrangulándola con sus propias manos. Palabras nubladas por el tiempo y por el mal olor; palabras que se quedarán larvadas y vivas; huevos de mosca que eclosionarán dieciséis años después del asesinato.
Obsesión que se transforma en un regreso al pasado, en una investigación, en la reconstrucción de un crimen escarbando entre gusanos. Moscardas de vuelo lento, preguntas para espantarlas, palabras que dijeron otros, espejo oscuro. Biografía del verdugo y su víctima, búsqueda por hemerotecas, archivos y foros de internet. Llamadas de teléfono, testigos sin nombre, hechos probados, autopsia, declaraciones de vecinos; riñas, insultos, golpes; ruidos que una noche nadie oye y una mujer muerta, tirada en el suelo, boca arriba..
Otro con toda esa información hubiera escrito una novela convencional. Félixno. Él es radicalmente personal. Porque esta no es una historia de ficción, es la transcripción de una historia de muerte, alcohol y heridas de amor, un asesinato salvaje y real; pero también -como en “Amarillo”- la regurgitación de una crisálida agazapada en el purgatorio del estómago de Félix.
Son sus palabras las que cuentan lo que sabía antes y lo que leyó después, lo que vio y averiguó, todo lo que imaginó del pasado y de aquella noche. Y en esa forma personal de contarlo, en ese cómo anticonvencional están la diferencia y el innegable atractivo de esta novela. Porque Félix ha escrito un guión, el making-off de un exorcismo. Sus palabras al viento son las notas del cuaderno de campo de una narración, el revelado de un negativo, un documental y un diario personal. Son su recuerdo individual de una sombra desterrada; palabras prestadas y palabras propias; palabras que enseñan los dientes y muerden. Palabras nunca dichas, palabras que acusan y señalan, palabras sobre la sospecha y la certeza de la culpa, el olvido, el dolor, la muerte y la mentira de otros. Palabras subrayadas que buscan su significado, la verdad inútil que sirve para uno mismo y para nadie, para construir la bóveda de una tumba. Félix Romeo. “Noche de los enamorados”. 139 páginas. Mondadori. Barcelona, 2012. Ilustración de portada de Lina Vila.
Quien venga por vez primera, a esta ciudad de embeleso, debe tener su alma abierta sin trabas o impedimentos. Porque Córdoba es ciudad, para verla con empeño, gozando de sus callejas, jardines y monumentos. Para aspirar sus perfumes, y disfrutar del misterio, que proporcionan sus patios con mil flores de ornamento.
Dijo en cierta ocasión Albert Camus que «la tragedia de la vejez no es que seamos viejos, sino que seamos jóvenes. Dentro de este cuerpo envejecido hay un corazón curioso, hambriento, lleno de deseo como en la juventud». Quizá, esta frase del escritor, de origen argelino, sea una estupenda expresión para vislumbrar el enfoque de la novela de Domenico Starnone, El viejo en el mar.