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¿Qué ha quedado de Ruiz Gallardón?

Este era el Ruiz Gallardón que despertaba admiración, respeto y simpatía en los que no coincidían con la ideología de derechas
Pascual Mogica
jueves, 29 de marzo de 2012, 06:59 h (CET)
¿Qué ha quedado de Ruiz Gallardón?  Que queda de aquel político que un día fue respetado y admirado por los votantes del centro derecha y que llegaban incluso a declarar públicamente que no tendrían inconveniente alguno en darle su voto. Su imagen de persona moderada, tolerante y progresista estaba más que reafirmada, su actitud un tanto contestaría en el seno de su partido, el Partido Popular, era considerada e interpretada por muchos ciudadanos como un canto al modernismo, inclinación clara y decidida por una sociedad moderna, y a la libertad de la persona para decidir en todo aquello que le pudiera afectar. Este era el Ruiz Gallardón que despertaba admiración respeto y simpatía en los que no coincidían con la ideología de derechas, todo lo contrario que se producía en su partido en el cual lo tenían un tanto cuestionado y  parecían no fiarse mucho de él.
    
Pero, cosas del destino, ahora que es ministro de Justicia, cuando ha alcanzado un estatus político de especial relevancia, resulta ser que de aquel Ruiz Gallardón de imagen progresista y por tanto moderna no ha quedado nada. Aquel al que se le suponía poseer una inteligencia fuera de lo normal ha caído en el fondo de los despropósitos y se ha empeñado en la lucha por modificar la ley del aborto, argumentando motivos tales como aquel de la “violencia estructural”, llegando a dislates tales como decir que “la maternidad es lo que hace a las mujeres auténticamente mujeres” lo que provoca el que se le pueda preguntar si las mujeres que no pueden ser madres las considera como travestis o qué. O la barbaridad de decir que las mujeres en España “no son libres para decidir sobre su maternidad” sin apuntar quién y qué causas les impide decidir sobre ello. O recurriendo al disparate diciendo que la actitud progresista y no conservadora consiste en defender que “nunca una libertad está suficientemente garantizada” cuando se le puede responder que esto puede ocurrir si acaba reformando la Ley del Divorcio. O haciendo gala de poseer escaso sentido común, algo que nadie podía pensar que fuera así, pero que vista su actitud es muy posible que adolezca de eso que se dice que es el menos común de los sentidos, diciendo que lo que va a hacer el Partido Popular con la reforma de esta ley es “garantizar el derecho a la maternidad”  un derecho que nadie cuestiona y en absoluto lo da a entender así la actual Ley del Divorcio. Ese derecho no puede ser nunca cuestionado.
    
Tampoco le ha producido el más mínimo rubor el decir “hablo de una libertad que consiste en que una mujer que se enfrenta al gravísimo conflicto de decidir si interrumpe o no su embarazo tenga una respuesta por parte de los poderes públicos que llegue mucho más allá de decirle: está despenalizado el aborto, me olvido de tu problema”. El problema para la mujer no es que esté despenalizado al aborto, el problema es que esté penalizado y con esta reforma que va a aprobar Gallardón lo estará.  Por lo que yo deduzco a la vista de sus manifestaciones el cargo ministerial le ha embotado el cerebro a Gallardón impidiéndole que aquellas supuestas ideas progresistas afloren con la debida fuerza y claridad.

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