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Cristina y sus pimpollos

La expropiación de YPF por parte del Gobierno de Argentina es un problema más a una España para la que todo son complicaciones
Alejandro Muñoz González
miércoles, 18 de abril de 2012, 07:05 h (CET)
Lo peor del asunto es que nos entramos bastante desarmados ante este tipo de acciones, sólo queda el derecho al pataleo, y no mucho para no poner el riesgo el resto de inversiones en el país. Lo único que queda es tomárselo con ironía y defender a la democracia para sigua extendiéndose allí donde falta.

Lo de la expropiación de YPF es una putada. Para que nos vamos a andar por las ramas. Con cosas así sólo cabe desahogarse con un buen taco, es casi lo único que se puede hacer. Bueno también se pueden decir cosas peores que un taco, que yo lo digo aquí porque hay confianza. Se pueden decir cosas como la que ha dicho Antonio Brufau, algo así como que lo que va a hacer ahora Repsol es olvidarse Argentina. Vamos que os pueden ir dando mucho por el… Es de mal gusto, lo de la expropiación es de mal gusto. Y más viniendo de una señora como Cristina Fernández (le voy a ahorrar el de Kirchner porque no quiero ningún problema con las feministas), con la que todos hemos vivido tantas cosas. Hemos estado tan unidos, con la muerte de su marido y eso. Todavía recuerdo cuando en su entronización miraba al cielo, bastón de mando en ristre, y todos sufríamos con ella. Sufríamos porque sabíamos que ella buscaba la mirada de Nestor; pero Nestor nunca la miraba.

Cristina Fernández hace honor a aquel viejo refrán español que dice que “todas las viudas prosperan”. Ella sabe explotar el drama y mantiene a toda la Argentina en un constante contener el aliento, esperando cuál será el próximo revés del destino que vuelva a fundir a la nación con su presidenta, entre llantos y sollozos. Cristina es así, populismo a lo Hollywood. Ahora nos ha tocado a nosotros el papel de malos en esta tragicomedia de Cristina contra el mundo. Hace poco fue Gran Bretaña, no nos olvidemos.

El cerebro, no, mejor, el alma, que es más pasional y a Cristina le gusta más eso. El alma de la expropiación es Axel Kicillof, que muy bien se merece el título de pijiprogre descorbatado de los que tantos éxitos cosechan, miembro de excelencia de esa clase especial de gente, de la beautiful people, de la gauche divine. Este personaje es importante porque aparenta tener veinte años cuando ya ronda la cuarentena, le gustan Keynes y Marx y organizaba picnic para hablar sobre ellos cuando estaba en la Universidad, y además, lo más importante de todo, es amigo íntimo del hijo de Cristina. El hijo de Cristina, Máximo, lo recordaran ustedes de cuando su madre juro el cargo, era aquel corpulento joven de pelo grasiento y mirada ausente al que la presidenta intentaba abarcar entre sus brazos. Axel es nieto de un rabino ruso, y es hijo de una psicóloga y un psicoanalista, y con eso ya está dicho todo.

Lo más triste de todo esto es, como ya decía al principio, que no se puede hacer nada. En las relaciones internacionales estamos severamente desprotegidos ante estos montaraces de la izquierda, amigos de lo ajeno. Por eso es tan deseable una extensión del Estado de Derecho por todo el mundo, para vivir seguros y en paz. 

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