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La cultura de las artes no es para buscarse uno mismo, es para encontrar caminos dentro de la sociedad y el ser, y que se mejore, no es para empeorar o destruir, es para construir. No es vanidad de vanidades, son realidades imaginadas o meramente realidades.
Es una ladrona de hombres, que primero se fijan en mí, pero luego se van con ella. Yo después les veo, desde mi ventana, por la calle van, las manos cogidas, la mirada amable.
El libro de Eduardo Laporte conserva en sus páginas un olor húmedo a abeto y a haya. Un sonido de adoquines y rumor de hojarasca. Un sabor a chato de vino elaborado en bodegas benedictinas. Una mirada a la naturaleza y lo rural. Al apego de la tierra. Al esfuerzo en la labranza olvidada. Una mirada al alma de lo terrenal, con todos sus colores y contradicciones. Sin tanto maniqueísmo como el que ahora parece dogma a seguir.
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