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Los lunes al bostezo

En España el teletrabajo, los horarios flexibles o la orientación a objetivos son todavía una realidad ajena a la mayoría de empleados
Iria Bouzas Álvarez
martes, 26 de septiembre de 2017, 07:55 h (CET)
Algo no va bien en la organización social que nos hemos construido.

Si lo piensan bien, hay dos momentos en los que nuestra consciencia abraza con más firmeza este pensamiento: Los lunes por la mañana y el primer día de trabajo tras las vacaciones.

Sé que tras este comienzo usted, querido lector, puede pensar que se encuentra ante un artículo irónico o de tipo humorístico. Pero nada más lejos de mi intención. Veo muy improbable que nadie pueda llegar a odiar con la misma intensidad con la que yo lo hago, tanto los lunes por la mañana como la vuelta de las vacaciones.

Hay quienes dicen que el ser humano es vago por naturaleza. Yo no comparto esta afirmación en absoluto.

No debemos olvidar que todo nuestro código genético viene ya determinado desde los tiempos en los que no éramos más que pequeños seres vulnerables que vivíamos a merced de todos los peligros imaginables con los que nos regalaba la naturaleza.

Los seres humanos estamos programados para estar en constante movimiento. Estamos hechos para buscar alimento, cobijo o para correr si nos amenaza algún peligro inmediato.

Pero algo falla en el modelo productivo cuando llegamos a los viernes con una sonrisa de oreja a oreja y con una amabilidad y consideración con los demás que perdemos irremediablemente cada lunes por la mañana.

Algo no marcha bien cuando hemos asumido como normal el llamado “síndrome postvacacional”.

La vida, no debería ser lo que ocurre entre jornadas y más jornadas de trabajo.

Si estamos hechos para trabajar pero la mayoría no somos felices haciéndolo, ¿Dónde está pues el problema?

¡Ojalá yo tuviese la respuesta definitiva a esta duda! Pero hay varios motivos que los expertos señalan como causas de esta desmotivación laboral

Falta de vocación para la profesión que se termina ejerciendo.
Horarios que no permiten tener vida personal de lunes a viernes
Malas condiciones del entorno de trabajo
Rutina y aburrimiento
Exceso de carga de trabajo y estrés
Poca reconocimiento de nuestra actividad laboral
Problemas de relación con los compañeros de trabajo

Esta lista se podría ir ampliando, adaptándola en cada caso a las circunstancias de cada uno. Pero la conclusión que podemos sacar es bastante obvia, necesitamos dar un salto en la mentalidad con la que entendemos el trabajo.

Algunos líderes, normalmente los más retrógrados y mediocres, utilizan la baza del miedo para conseguir que se mantenga el status quo, y así, nos recuerdan a cada paso a los millones de personas que no tienen la fortuna de tener un empleo del que quejarse.

Pero la realidad es que la sociedad está cambiando a una velocidad cada vez mayor, y en cambio nuestra relación con el trabajo lo está haciendo a ritmo de caracol.

En España el teletrabajo, los horarios flexibles o la orientación a objetivos son todavía una realidad que nos es ajena a la mayoría de empleados y que sólo alcanzamos a conocer remotamente por alguna noticia sobre unos pocos afortunados de multinacionales extranjeras que ya la están disfrutando.

Seguimos atados al presencialismo. A la concepción del empleado como un recurso más olvidando que en el Siglo XXI la batalla estará en la productividad, la creatividad y la flexibilidad de los miembros de las organizaciones.

Personalmente detesto madrugar. Da igual si tengo que hacerlo para trabajar, escribir, dar clases de baile o cocinar. No me ha gustado nunca y no creo que llegue a hacerlo hasta el final de mis días. Pero aun así, hay una diferencia inmensa entre levantarse temprano de la cama para hacer algo en lo que vamos a poner el alma que en hacerlo en algo rutinario que no nos motiva en absoluto.

Cuando cambiemos nuestra relación con el trabajo, habremos dado un gran salto que cambiará mucho la realidad de nuestro modelo social.

¡Espero llegar a verlo!

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