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Primavera Sound 2012: ya nada volverá a ser como antes

El escenario Pitchfork ofrece los mejores grupos con el peor sonido del festival
Teresa Gascón
martes, 5 de junio de 2012, 14:58 h (CET)

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Ambiente San Miguel


El Primavera Sound 2012 es un acontecimiento fantástico por muchos motivos pero, sobre todo, por todos esos grupos pequeños o rarezas que jamás vendrían a este país si no fuera porque los trae este festival. Te sientes un poco desviada cuando todo el mundo se encamina a The Cure mientras te vas a un escenario apartado a ver a Bernhard Fleischmann con poco más de sesenta personas o cuando todo el mundo huye en estampida para ver a Wilco mientras prefieres balancearte con la suavidad de Kindness.


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The XX
Cada uno vive un festival diferente, a su manera y en su particular burbuja. La mía, esta edición, iba a ser la de las sorpresas o al menos iba a intentar buscarlas. Durante la primera jornada hubiera acampado en el escenario Pitchfork, pero había algunos imprescindibles que tampoco me podía perder para ver su directo, como Beirut o The XX, ambos en ese escenario tan irónicamente llamado Mini y con el que era necesario hacer un peregrinaje para llegar hasta él. Ambos correctos y sin sorpresas: no era lo que buscaba en mi particular festival.

Mazzy Star y Refused, de pasada, lograron emocionarme al verlos con un par de canciones. Luego ya me instalé en ese escenario a la orilla del mar que no paró de dar problemas de sonido. Ese mismo, el Pitchfork. Grimes, una de las más esperadas y vestida de ravera, se comió el escenario ella solita. Lo malo es que tuvimos que intuir su voz. Después, viendo a Kindness, me pareció que de repente me había transportado a los 90. Pero no peyorativamente, sino de una manera exquisita y elegante. Las coristas de color dieron el toque del mismo a unos acordes amables, románticos que mecían al público. A algunos lo hacían mientras se iban hacia Wilco.


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Mazzy Star
A$AP Rocky llegó después para dejarme mal delante de mis colegas. Si los había convencido de que realmente merecía la pena ir a verlo, se encargó en cuestión de un par de canciones para desconvencerlos. No era sólo que el sonido estaba demasiado bajo, es que parecía que se estaba aburriendo de sí mismo y que el atrevido chico de barrio que vemos en los videoclips se había quedado en casa. Menos mal que luego llegó The Field para arreglarlo. Qué atmósfera, qué juego de luces, qué directo. Lograron crear una sensación de hermandad entre el público que permaneció para dar la bienvenida al joven de Glasgow, Rustie. Gratas sorpresas ambos, The Field se ocupó de elevar la parte más emocional, mientras Rustie hizo bailar al ritmo de sus fuertes bajos hasta que nos hizo sentir que éramos ondas sonoras.

La segunda jornada la empecé con I break Horses en el escenario ATP. Adoro la tranquilidad de ese escenario y coger fuerzas con una merienda cena. Y no soy la única, allí estaban muchos con el bocata de chorizo mientras bailaban. Lo hicieron más que bien y consiguieron que a plena luz del día nos entraran ganas de bailotear y con ganas de más. Mientras la gente se esparcía volví a dirigirme al Pitchfork, mi segunda casa. Sleigh Bells acababa de empezar su enérgico y apabullante directo. Con Alexis Krauss como absoluta protagonista, en ciertos momentos su actitud me recordó a aquella M.I.A que una vez me gustó: sensualidad y agresividad a partes iguales, algo así como una gamberra encantadora. Luces de colores complementaron el espectáculo de un grupo del que hablarán los futuros alternativos en medio año.


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Kindness
Mientras una canción de The War on Drugs nos despedía y una estampida de gente se dirigía al escenario San Miguel para ver a The Cure, la dirección contraria resultaba más atrayente. En el escenario Adidas Original iba a actuar Bernard Fleischmann. El austriaco hizo una sesión demencial para un escaso pero entregado público. En plena oscuridad y con un humo que le añadía más soberanía, parecía que los que estábamos allí éramos unos elegidos y que nuestra suerte de espacio para bailar era más que un regalo. Que luego el artista baje del escenario y te de la mano o que él mismo deje la maleta con vinilos y merchandising con dinero para que tú mismo te sirvas y te cobres, no se ve habitualmente en un festival. Es una placentera sorpresa.


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Refused
Después tocaba ver a Araabmuzik y su habilidad haciendo música con el MPC. Dos pantallas grandes mostraban la velocidad de sus dedos en los botones, pero parece que se centró demasiado en que supiera lo que molaba apretando botones, porque no hubo grandes momentos excepto por un tema de Skrillex, la sesión que se marcó no pasará a la historia. La noche terminó con el enérgico dubstep de Benga y una sesión de Aeroplane. Ya eran momentos de dispersión, en los que me pareció ver a un conejo bailando y a algún antiguo superviviente de la Ruta del Bakalao.

El sábado comenzó con Beach House y su dimensión apaciguada multicolor. Eran uno de los más esperados y aunque el Mini no era el escenario más adecuado, la afluencia de público lo demandaba. El dúo formado por Alex Scally y Victoria Legrand lograron llenar todo el espacio, llegar a cada uno de los asistentes hasta hacernos cerrar los ojos y dejarnos llevar en la última jornada del festival. Continuamos con la sonoridad de Chromatics, muy afamados por la película Drive. Allí, en el Pitchfork, el público parecía que había ido más a dejarse ver y ser visto que a escuchar propiamente a la banda. Ellas, vestidas de Grimes y ellos de hardcoretas con barba tupida. Si el año pasado tocaba ir de M.I.A y el año anterior de Amy Winehouse, esta edición lo que se llevaban eran las mechas rosas y las faldas negras transparentes.


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Después tocaba quedarse para ver a The Weeknd, una de las revelaciones del año, con una voz digna de un rey del pop. Y con subida de tensión nada más empezar que hizo que petara el equipo. Pero Abel Tesfaye es un profesional que no pierde los nervios, así que continuó con su concierto (con mucho menos volumen, eso sí). Música para hacer el amor de manera suave y ligera. Pero no era cuestión de ponerse ñoño, así que me dirigí al concierto más masificado que vi durante todas las jornadas: Justice. Los temas, prácticamente todos de Cross, nos hicieron olvidar a los presentes la gran pinchada con su último disco y como se puede hacer un buen concierto con un buen disco. Electricidad pura en el escenario y más aún debajo. Neon Indian y Scuba en el escenario Ray Ban nos hicieron bailar hasta al final de la noche. Alan Palomo me sorprendió por su impecable directo y la electrónica de Scuba me hizo comer baffle con gusto un buen rato.

Hay ciertas leyes en los festivales de música que siempre suelen repetirse como que no te encuentras con quién estás deseando encontrarte o no paras de toparte con ese condenado ex, un grupo de amigos escandaloso que no te deja escuchar el concierto o la típica mamarracha que no para de hablar y contarte su noche. Lo cierto es, que lo enriquecedor de un festival como el Primavera Sound es que su variedad puede hacer que conozcas otro tipo de gente al que no estás habituado o escuchar música que jamás pensarías que ibas a oír. Pero eso sólo puede suceder cuando existe cierta adaptabilidad y apertura de mente por parte del público.

La jornada del sábado dejó latente una afluencia masiva de público. Algunos más por la labor de pegarse la fiesta en sí que de ir a escuchar música. Decisión muy respetable del mismo, pero que rompe la magia y el objetivo de un festival maravilloso con una variedad y un gusto impecable.

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