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NO al euro

El euro es la causa fundamental del desempleo, el empobrecimiento y la pérdida de soberanía de España
Ángel Ruiz Cediel
jueves, 14 de junio de 2012, 11:43 h (CET)
Entrar en Europa fue el mayor error que pudo haber cometido jamás España, y adoptar el euro la garantía de que íbamos a ser devorados y convertidos en miembros de pleno derecho del Tercer Mundo, poniendo no sólo nuestra economía al servicio de la potencia hegemónica de Europa y los trust financieros que todos conocemos, sino también renunciando a nuestra soberanía de Estado independiente, tal y como sucedió cuando nuestra infame política la sentenció al alimón al servil sometimiento con la modificación del artículo 135 de la Constitución.

¿En qué nos ha beneficiado pertenecer a Europa?...: en nada, absolutamente. Se nos exigió liquidar el tejido industrial, y lo hicimos obedientemente, en buena medida porque así lo decidieron en las logias y para conseguir lo cual Alemania impuso a su Delfín en España, el nefasto Felipe González. Lo demás, es Historia conocida. Sin embargo, es esa desindustrialización la que varió nuestra economía, reconvirtiéndola de productiva a especulativa. ¿Qué otra cosa podían hacer los capitales españoles que especular tanto en bolsa como en la construcción si no nos habían dejado más alternativas?... Por supuesto, nada. Precisamente por esto nuestras exportaciones descendieron hasta las simas en que se encuentran, liquidándose lo que entonces eran pujantes industrias como la pesada, la naval, el calzado, la moda, la juguetera y tantas otras. Al mismo tiempo que nuestras exportaciones caían por falta de ayudas e incrementos irracionales de impuestos (prediseñados por los tiburones europeos), aumentaban las de nuestros supuestos aliados a nuestros mercados tradicionales (Latinoamérica), desplazándonos hasta descender de una cuota de mercado de más del 54% a menos de 26% que tenemos en estos momentos. Ahí tienen, sólo en eso, la causa y fin de los casi seis millones de parados que contabilizamos por ahora.

España no puede competir en los mercados internacionales con una moneda como el euro, porque no tenemos productos que lo justifiquen, como podrían ser los tecnológicamente avanzados, farmacéuticos, etc., imprescindibles para las economías emergentes. Dado que nuestros productos son de tal entidad que compiten con los producidos de cualquier país, por rudimentario que se encuentre en el plano tecnológico, resulta casi imposible ofrecer competencia a otros productos provenientes de economías dolarizadas, que tienen de partida una ventaja del 25% en menor precio. Si exportamos algunas cosillas, tales como alimentación y derivados, obedece más al mestizaje de la población y tradición de consumo de estos productos en los países destino que a la excelencia o ventajas de los mismos. En el caso del vino, por ejemplo, es difícil que un producto español compita con un vino argentino, chileno, norteamericano o incluso de economías europeas no eurizadas. Sencillamente esto es imposible porque las calidades no justifican un incremento de precio de partida de más del 25%, sobre lo cual se incrementa en la misma medida el costo al abonar el importador los gastos e impuestos de nacionalización, lo que hace que los productos españoles tengan un precio de mercado de prácticamente el doble que los que no lo son. Una cuestión que sucede no sólo con el vino, sino con todos los demás productos de consumo, base de nuestras actuales exportaciones. El euro, pues, es nuestro mayor inconveniente y más firme enemigo, arrastrando nuestra economía al desastre.

A potencias con productos avanzados o imprescindibles, como es el caso de Alemania, naturalmente las beneficia una moneda fuerte como el euro, porque los consumidores que precisan estos productos han de pagar por ellos lo que pidan, o sí o sí, pues que son hegemónicos en los mercados. El resultado es que Alemania quiere el euro a cualquier precio, y ese precio es ni más ni menos que la quiebra de todas las economías que no pueden competir con ella, o, lo que vale lo mismo, del resto de Europa, con especial hincapié en los países menos avanzados tecnológicamente, como Grecia, Portugal, Irlanda o España, que no somos para ellos sino sostenedores de su economía y simples tributarios y consumidores. Mano de obra barata a la china en Europa. ¿Pueden pedir más?...

Grecia se sale del euro, y eso le proporcionará el oxígeno suficiente como para poder erguirse como país soberano en unos pocos años. Los demás países que quieran recobrar su economía y soberanía, además de emplear a toda su población, no tienen otro camino que el griego y abandonar inmediatamente el euro. La jugada preparada en las logias durante muchos decenios y puesta en marcha después de la II Guerra Mundial de una forma agresiva con el Tratado de Roma, hace agua por todas partes y ya siembra disensiones incluso en aquellas mismas logias. El fracaso del euro ya es un hecho incontestable como lo es el de la economía especulativa. Sólo los adeptos que rayen en el fundamentalismo pueden verle alguna clase de posibilidad, y, creo yo, si no dan marcha atrás y se salen de esta falsa hermandad al servicio de las potencias dominantes, es por temor a las consecuencias de tener cuentas a sus propias ciudadanías, a las cuales han conducido a la quiebra, la miseria y el sometimiento como nación a los intereses de otras potencias u otros credos de hermandades universales que la codicia y el dinero, al meno hoy por hoy, hacen de todo punto de vista inviables.

Si se desea resolver esta crisis no queda otra que abandonar inmediatamente este barco que se hunde sin remedio, y cuanto más tiempo se permanezca en él, más posibilidades hay de que los débiles como España nos ahoguemos. De sabios es reconocer los errores cometidos, y de estúpidos permanecer en ellos, erre que erre, cuando las evidencias lo demuestran. El sacrificio que tendremos que hacer, sin duda será menor fuera del euro que dentro de él, nuestras exportaciones crecerán, aportando con ello numerosos puestos de trabajo, y recobraremos la soberanía que hemos perdido, liberándonos de nuestros opresores. Mejor, mucho mejor, ser cabeza de ratón que cola de león. Después de todo, la cola, sea de león o no, está pegada al culo, y tal que así nos va en este corpus europeo, oliendo de esa manera y dándonos por ahí mismo.

Puedes conocer toda la obra de Ángel Ruiz Cediel: Un autor que no escribe para todos (Sólo para los muy entendidos)

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