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Versos sueltos

Abel Ros
martes, 31 de julio de 2012, 15:23 h (CET)
Los versos de Neruda y las nanas de Machado; servían al ilustre don Francisco para inyectar en los jóvenes la ira contra Rivera

En la España tricolor de los tiempos de República. La voz de Don Francisco, apaciguaba las miserias que habitaban en las vitrinas de su memoria. Desde la ventana de su aula, en las frías mañanas de enero, la silueta de Paco se vislumbraba desde los adoquines del recreo. El uniforme de sus pupilos no permitía distinguir, desde el vaho de la ventana, las curvas que se dibujaban en aquellos rostros sonrojados. La Literatura de los martes a primera, envolvía de sosiego las convulsiones que acariciaban el morado de la bandera. Aquellos jóvenes de la Hispania de preguerra, cultivaban su intelecto con semillas de poesía. Los versos de Neruda y las nanas de Machado; servían al ilustre don Francisco para inyectar en los jóvenes la ira contra Rivera.

Los diálogos con Alfonso - un niño de 85, de las aulas de Don Paco -, sabían a licor de primavera en las terrazas de Alicante. A través de sus palabras, veíamos con nitidez las postales del ayer. Este hombre, con voz temblorosa por los incómodos tics parkinsonianos, contaba la Historia de su bando con los mimbres del poeta. Su discurso estaba adornado con todo tipo de metáforas y joyas literarias. Escuchar al sabio anciano en las tardes de mayo, era como oír una bella canción en los jardines de Sofía. Alfonso relacionaba los acontecimientos más ilustres de su machacada vida con los grandes de la rima. Decía, mientras el día fallecía en la aceras de la Explanada, que en el país de las pantallas- así se refería a la España de las Nuevas Tecnologías – habíamos secuestrado al verso en las cárceles de la prosa.

Un atardecer de aquellos mayos alicantinos – Alfonso y el que escribe – hablamos largo y tendido de temas actuales. En un momento de la conversación – de aquel bello lienzo de palabras esculpidas con los cinceles de la cultura – Alfonso se levantó lentamente del sillón de su silencio y exclamó: ¡en la España presente se ha roto la melodía que esculpía los pómulos de la democracia! – añadió – ¿dónde está la rima de tanta estrofa sin sentido? Con voz más calmada pero sin perder la metáfora de sus ideas, el hilo de su discurso volvió a tejer en el aire conceptos vestidos de seda en las nubes de la pobreza. En los tiempos de República - prosiguió el joven anciano – la sociedad civil encontró las sílabas que faltaban a miles de estrofas huérfanas de rima. Hoy, concluyó Alfonso, somos la prosa aburrida de los Nodos de posguerra.

Ahora, decía Alfonso en sus últimos días, España se ha convertido en el verso suelto de Europa. Nuestra estrofa está huérfana de rima. Los programas no encajan en el puzzle de los hechos y el diálogo social se ha descosido por las mangas de la democracia. Las palabras del político no levantan las lágrimas del camarada. Cabalgamos, decía el viejo de la Explanada, por los bordes de la acera sin tener consciencia de inminentes atropellos. El pasado día 25, cientos de coetáneos del joven anciano, despedían a golpe de campanas al discípulo de Don Francisco. Cuando pasé por delante de mi amigo, mi mente fue secuestrada por millones de recuerdos. Eran versos sueltos en medio de una tempestad en búsqueda de refugio. Qué razón tenía aquel sabio hombre de los tiempos republicanos. En España, sí señor, existen miles de estrofas huérfanas de rima.

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