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Al cole con la fiambrera

O el desmantelamiento de la enseñanza pública
Rafa Esteve-Casanova
lunes, 6 de agosto de 2012, 07:30 h (CET)
Parece que con el advenimiento de Mariano Rajoy a los cómodos y mullidos sillones de Moncloa todos los problemas que se iban a solucionar según nos anunció durante la campaña electoral no ha hecho más que crecer y crecer. El paro ha aumentado y todavía no parece tocar techo, los funcionarios se quedan sin paga extra de Navidad, las farmacias valencianas mes si y mes no amenazan con ponerse en huelga por no recibir de la Generalitat valenciana el pago que les corresponde por la dispensa de fármacos a los beneficiarios de la Seguridad Social, muchos de los solicitantes de las ayudas que por la Ley de Dependencia les corresponden se irán a la tumba antes de ver un euro. Y ahora los gobiernos de Catalunya y el País Valencià anuncian a bombo y platillo que a los niños que, por no poder pagar la cuota de comedor, se lleven al colegio su comida diaria en una tartera se les cobrará en un sitio anuncian que tres euros y en el “cortijo pepero” valenciano 1,45 euros. Lo que nos faltaba.

La derecha, mande donde mande, tanto desde Madrid como desde Catalunya no ha visto nunca con buenos ojos ni la sanidad pública ni la enseñanza pública, ellos siempre han querido seguir con los privilegios de cuna que durante tantos y tantos años ostentaron. Y desde la primera toma de poder, especialmente el PP, han dirigido sus ataques a desmantelar como fuera posible ambas instituciones: sanidad y educación. Alguna vez alguien me contó en Valencia una anécdota en la que un propietario rural, el clásico cacique, le decía a alguien empeñado en desasnar a los niños “Ensenyeu-los a llegir i després veurem qui llaura” (Enseñarles a leer y después veremos quien labra”. En esta frase se compendia toda la ideología de la derecha española, de esa derecha que ahora está en el poder y que ha entrado en el precario Estado de Bienestar que teníamos como un elefante en una cacharrería.

Cuando ya parecía alejado el tiempo en el que en los colegios no se discriminaba a los alumnos por su clase y procedencia volvemos a tener más de lo mismo. Recuerdo mis años escolares pasados en el Colegio Salesiano de San Antonio Abad de Valencia donde estas diferencias eran muy palpables. Ellos, los ricos, los que pagaban tenían un campo de futbol y de recreo aparte del nuestro, de los hijos de la clase trabajadora, ellos, los ricos, utilizaban el gimnasio mientras que nosotros apenas lo pisábamos, e incluso ellos entraban por una puerta y nosotros por otra. Tan sólo el día de María Auxiliadora nos reuníamos todos en el mismo campo de deportes durante los festejos que se celebraban. Y a pesar de todo nunca me sentí discriminado en aquellos momentos, durante la niñez a estas cosas no se le da importancia.

Ahora, por desgracia, vamos a volver a establecer discriminaciones entre los alumnos de un mismo colegio e incluso de una misma aula. Los que por suerte tengan unos padres con trabajo podrán seguir comiendo la comida servida por el colegio, pero aquellos cuyos padres formen parte de ese casi 25 % de parados que ya hay en España tendrán que llevarse la comida de casa metida en una fiambrera en el caso de que se queden sin beca de comedor, becas que, seguramente, también van a ser objeto de recorte como tantas otras cosas. Y encima tendrán que pagar por calentarse la comida en el microondas del comedor así como el salario del celador que esté al tanto de que no se produzcan algaradas entre los comensales de uno u otro signo.

La justificación de los políticos responsables de este impuesto revolucionario de los comedores escolares es que al acudir alumnos con su tartera se producirán unos gastos que la correspondiente Conselleria no puede asumir. No me vale la excusa aunque reconozco que es cierto que se gastará más luz aunque discrepo en que también origine gasto el personal al frente del comedor ya que si ya hay una o varias personas al cuidado de los alumnos que comen el menú escolar estas mismas personas pueden atender a aquellos niños que se lleven la comida de casa. Es más, me parecen exageradas las cantidades que se quieren hacer pagar a los niños por el uso del comedor escolar.

Tengo la impresión de que muchos políticos han perdido el norte y ya no recuerdan que están al servicio de los ciudadanos y que deben buscar las mejores soluciones posibles para paliar los problemas que se presenten. Y no lo están haciendo así, están aplicando los recortes a quienes menos tienen, olvidando que su obligación es financiar mediante los impuestos los gastos necesarios. Me permito recordar a los políticos al mando que hay otras soluciones antes que hacer que los niños que no puedan pagar el comedor tengan que abonar hasta tres euros simplemente por calentar la comida que se traen de casa en la fiambrera. Los políticos al mando deberían tener el valor de luchar de manera firme contra el fraude fiscal, deberían imponer un impuesto a las grandes fortunas, deberían, en Catalunya, devolver la vigencia al Impuesto sobre Sucesiones con el que el Govern del señor Más recaudaría 500 millones de euros al año, pero en lugar de todo eso el señor Rajoy se saca de la manga una amnistía fiscal que, de momento, no ha servido para engrosar la caja de Hacienda aunque muchos abogados están haciendo el agosto asesorando a sus clientes defraudadores para que lo sigan siendo aunque sea al limite de la Ley.

Al paso que vamos cualquier día instalaran una cabina de peaje a la puerta de los colegios públicos para que los niños paguen cada día aquello que el Gobierno no es capaz de recaudar con una buena política impositiva. Como los cangrejos vamos para atrás y espero que a ninguna mente preclara del PP se le ocurra volver a implantar el canto del “Cara al Sol” al iniciar la jornada escolar como pasaban en mis tiempos escolares. De momento el otro día un gerifalte de la gaviota carroñera ya dijo que “España es una”, de ahí a “grande y libre” y al grito de rigor de “Arriba España” sólo hay un paso. De momento ya lo están dando con la reforma de la asignatura de Educación para la Ciudadanía a la que quieren devolver el marchamo de aquella “Formación del Espíritu Nacional” de mi infancia.

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