Como si se tratase de un grito de guerra, los más discapacitados se dan
cita en Londres, unidos para conseguir el objetivo de superar las buenas
sensaciones de Pekín. La competición albergará a 4.280 deportistas y 166
países, rompiendo récords, también respecto a los datos de audiencia.
Cifras históricas presentes en estos juegos de Superhombres y
Supermujeres, en los que el mundo también se vuelca con ellos. Apoyar a estos
deportistas, especialmente, es lo que corona al mundo del deporte. Referentes y
abanderados que tras superar sus límites y pruebas, nos hacen sumar.
Una primera piedra en un ránking difícil de encontrar en una potencia
que hoy día solo entiende de economía.
En una de las puertas donde menos acceso hay, como es el deporte,
siempre los paraolímpicos hacen sonreír, nadie como ellos saben sacar la mejor
sonrisa en la boca.
A la vista de todos, sin complejos, como ya hicieron tres deportistas
discapacitados que tuvieron el valor y el coraje de participar en los Juegos
Olímpicos, y que también lo harán en estos Juegos Paralímpicos. Nombres
propios, como el atleta Oscar Pistorius, la nadadora Natalie du Toit, y la
palista polaca Natalia Partyka.
En algún momento, sin duda, ni se les pasó por la cabeza que pudieran
disfrutar del deporte y con tanta intensidad, y con la tranquilidad como otro
deportista más que sale por la puerta Olímpica y mañana por la Paralímpica.
Cualquiera puede ganar medallas en todas las pruebas, si se lo propone y
compite, superándose y comparádose con otro deportista cualquiera, esto sirve
para calibrar la mente humana, de que todo es posible y nada ni nadie tiene
cadenas que lo aten.
Un gran espectáculo para reconocer los méritos de deportistas
considerados superhéroes. Un reconocimiento a héroes con nombres y apellidos,
que no pasarán a ser anónimos ni desconocidos, como si de Batman o Spiderman se
tratase.
Para la mayoría, el mérito de éstos es mayor, ya que antes de estar aquí
en Londres, han tenido que superar los obstáculos de sus propias vidas.
Hoy queremos invitarlos a reflexionar sobre un asunto que ya pasó de moda hace rato, a saber, la verdad. No siempre existió este modelo actual de relativizar absolutamente todo al punto de que cualquier afirmación es digna de ser considerada verdadera o certera porque, en el afán de un falso pluralismo intelectual, se quiere aceptar cualquier postulado, venga de quien venga.
Ha pasado un mes del fatídico día en que un tsunami de agua y barro sembró una parte del País Valencià de muerte y destrucción, y las calles de algunos de los pueblos que vivieron horas de pánico por la mala actuación de las autoridades de la Generalitat Valenciana con Mazón a la cabeza, aún tienen sus calles llenas de barro, las escuelas sin poder acoger a los alumnos, los garajes inundados, el transporte público sin servicio, y el luto por la muerte de más de doscientos vecinos.
Ahora, ‘destilados sin alcohol’ (!) whiskys, ginebras y vodkas. Toca desandar lo poco que hemos avanzado en lo que representa a una de las mayores lacras de la salud pública en este país. Convendría preguntarse respecto a la opinión pública de expertos en cuanto al riesgo que representa para todos enmascarar los límites.