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Irrepresentativa

Si en algo coincide nuestra clase política, es que cada vez está más alejada del común de los mortales
Francisco Collado Campana
lunes, 22 de enero de 2018, 11:06 h (CET)

Ni las demandas de Iglesias hace unos meses apoyando la independencia de Cataluña ni las sentencias de Celia Villalobos tienen nada que ver con las preocupaciones de la sociedad. La última aventura dialéctica de la ex alcaldesa malagueña y chica de Aznar ha sido decir que hay personas con más tiempo cobrando la pensión que trabajando, o que podría estudiarse la posibilidad de que la gente siguiese trabajando hasta los 80 años. Para rubricar esa afirmación se ha quedado en que “ella está divina de la muerte”. Y es cierto que con su sueldo de diputada y jugando al Candy Crush tras su escaño no es que sude como un albañil, un carpintero o un fontanero. No es lo mismo el trabajo de cuello blanco que el de cuello azul.


La vida de Villalobos no es que sea el testigo de un gran esfuerzo vital. O bueno, disculpen, ¿acaso alguien sabe algo sobre la vida de esta mujer antes de convertirse en política? Los datos bien dispersos y en cierto modo opacos sobre cuál ha sido la profesión de esta mujer son escasos. No cabe negar que ha habido y hay un esfuerzo por ocultar la vida de alguien que no representa prácticamente a nadie. Ni siquiera a sí misma. Hija de un antiguo delegado diplomático de Argentina en España, en su currículum del Congreso reza que fue funcionaria. Y quizá sea uno de esos funcionarios con una larga excedencia como Javier Arenas, habiendo trabajado para los servicios ministeriales de lo que podríamos llamar servicios sociales. Aquella parte de los servicios sociales que se insertaron en dicha estructura gubernamental a mediados de los setenta cuando Falange dejó de ser una parte del sector público.


Abrigada al amparo de las estructuras públicas. Sin formación y sin ton ni son. Villalobos aún es política como Arenas después de tantas décadas. Y no es de extrañar, que nadie se quiera jubilar con su sueldo, ni con sus preocupaciones. Permitiéndose aún el lujo de dar ejemplos de obra y vida sin haber dado el callo como lo hacen los trabajadores manuales. Los tiempos de la Villalobos feminista y liberal han dado paso a la versión más choni de esta señora que no está actualizada a los nuevos tiempos. Aunque para dar discursos que no se ajustan a la realidad de muchos ciudadanos a los que dice representar siempre le falta tiempo.

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Es propio de estas fechas hacer balance del año. Pero, entreviendo conclusiones poco gratas, opto por emprender una cavilación breve y escrita sobre la noción, más genérica, de cambio o transformación, ese “leitmotiv” recurrente del progresismo contemporáneo cuando medimos cualquier mutación en términos de avance social.

Cuando las jerigonzas se extienden en los ambientes modernos, las habladurías altisonantes no pasan de generar unas algarabías sin sentido. Los hechos repercuten en cada ciudadano, sin guardar relación con lo que se dice. Se consolida una distorsión de graves consecuencias, lejos de ser una rareza, se generaliza en la práctica diaria.

Como la lluvia fina que parece que no, pero cala hasta los huesos: el mensaje es claro, quieren que acabemos pensando que “lo que nos viene encima es irremediable”, que los recortes que van a dar en el Estado del bienestar de aquellos que todavía tienen la suerte de tener una nómina, son absolutamente necesarios.

 
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