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Armando B. Ginés
Analista político, guionista, redactor creativo y escritor. Freelance con experiencia en todos los ámbitos del periodismo: radio, escrito y televisión. Colaborador con diversos diarios y webs online de España y Latinoamérica. |
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Ya se han instalado en el inconsciente colectivo los dos conceptos que van a explicar los marcos de referencia políticos del futuro inmediato. Lo acuñan los diseñadores de eufemismos que trabajan en los laboratorios de asesoramiento ideológico internos y externos al poder y lo van asumiendo poco a poco como suyos propios los mass media más influyentes.
Pruebe usted a salir a la calle (compartir, pasear, trabajar, comprar, respirar, crecer, vivir) con la conciencia crítica en estado de alerta permanente y vea, también a sí misma, lo que sucede a su alrededor: gentes anónimas que van y vienen, entran y salen, miran y son miradas. Presonas en calidad de sujetos y objetos que se relacionan desde la escala jerárquica superior/inferior, sea aquella de índole o ámbito laboral, social o académico.
Derek Chauvin es un policía USA blanco del montón. Y mató sin consideración empática alguna a George Floyd, un joven negro de tantos de los suburbios de la gran ciudad. El presunto delito, intentar colar un billete falso de 20 míseros y miserables dólares. Es una historia racista recurrente en el panorama estadounidense.
La gente paniaguada del jurado y los pelotas de la monarquía borbónica no saben lo que hacer para salvar la imagen de Felipe, Juan Carlos y familia. En esta ocasión se han aprovechado de los trabajadores y trabajadoras de la sanidad pública, convertidos oficialmente en héroes pero con contratos en precario, sueldos a la baja y recursos recortados salvajemente.
El Ingreso Mínimo Vital no es ninguna revolución. Por supuesto, es un gran avance comparado con lo que antes había, de eso no cabe la menor duda, pero hay que expresarlo con crudeza crítica: estamos ante una rara mezcla social entre solidaridad y caridad aunque quiera venderse de logro extraordinario sin tapujos.
Demasiados vacíos utópicos y existenciales en las izquierdas mundiales, unidos a las profundas y concatenadas crisis del capitalismo, ya sean éstas de carácter económico, político, bélico o sanitario, han provocado una eclosión de ideas fascistas a escala internacional.
Hace ya décadas que la lucha de clases se transformó en el bendito diálogo social, un concepto muy querido por los sindicatos de gestión procapitalistas para erradicar, al menos semánticamente, el conflicto entre patronal y trabajadores de la esfera pública. Y de las mentes calenturientas de revolucionarios pasados de moda por los eufemismos estado de bienestar y economía social de mercado de las socialdemocracias pactistas de dimes por aquí y diretes por allá.
Fue alcalde, fue diputado; se jubiló y solo quiso ser jubilado renunciando a las prebendas de exparlamentario. Como Gerardo Iglesias, exsecretario general del PCE, que volvió a la mina, su oficio, y se retiró por enfermedad.
Después de cada crisis, las derechas lo tienen meridianamente claro, trabajar más horas por menos salario, aumentando la productividad, esto es, la intensidad de la explotación laboral, para ensanchar los beneficios empresariales. Luego, si tal, ya se repartirá la riqueza, algo que jamás sucede. Es el déjà vu acostumbrado. Los ciclos históricos de bonanza relativa y crisis del régimen capitalista son viejos conocidos del eterno retorno para que todo siga igual.
Bajo la presión de la crisis provocada por el coronavirus y el confinamiento generalizado estamos asistiendo a un descubrimiento sensacional: para vivir más o menos feliz no se precisa tanto, amar y ser amado, tener algo que hacer para ganarse dignamente el sustento diario y ver el porvenir razonablemente despejado de incertidumbres.
Muchas buenas gentes piensan que cuando lo más duro de la pandemia pase el mundo entrará en una fase irreversible de amor, solidaridad, armonía y coherencia. Está siendo tanto el dolor que confunden su generosidad con la creencia en la bondad infinita y natural del ser humano. Su postura moral extrema puede ser instrumentalizada con cierta facilidad por líderes y discursos provenientes del arco conservador o fascista.
Se abre paso a marchas forzadas el enésimo lema del capitalismo para intentar reciclar sus propias basuras ideológicas y parecer otra cosa distinta dentro de nada, a la vuelta de la esquina cuando la pandemia aminore su virulencia mortal a cero o casi cero u oficialmente se dé como neutralizada aunque el bicho siga matando pero sin reflejo mediático excesivo en las estadísticas de guerra. Todo por la economía; todo por el beneficio; todo por la reconstrucción nacional.
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