La apuesta era arriesgada. Abrir la temporada con una de las obras más
rígidas de la música clásica como el Réquiem de Mozart era un reto que
la Orquestra Simfònica del Vallés quería revestir desde una nueva
perspectiva.
Si no hay justicia, no hay libertad. Porque nadie puede sentirse libre en una sociedad donde impere la injusticia
A veces hay llamadas que cuando se producen nunca sabes que sentimientos
te van a producir. Eso me sucedió hace ya unos cuantos meses cuando
recibí la llamada de la editorial que con soberana generosidad publica
mi nuevo libro La causa de la libertad. La idea era muy clara. Elaborar
una antología de mis mejores artículos, bajo un mismo hilo conductor.
Por más vueltas que intenten dar, por muchas evasivas en que se enrede
el ínclito Méndez, por vacías que sean sus explicaciones, la realidad es
que UGT, ese sindicato de clase cuyo dirigente es un señorito con
Rolex, anda despidiendo a trabajadores a mansalva desde su mullido
sillón. Menuda esquizofrenia obrera.
Cuando se renuncia a ser una referencia moral para las víctimas por puro interés y se pacta con el diablo, la factura a pagar suele ser muy cara
Asisto pasmado a este baile de resentimientos provincianos, a este
melodrama triste y peligroso en que se está convirtiendo la política
vasca y su terrible sumisión a la ETA.
Por más vuelta que se le den, Mamen, por muchos ambages en que se enrede el Gobierno, por tardas que sean las explicaciones del ministro del Interior, resulta tan evidente que este gobierno está siguiendo la misma política antiterrorista que el anterior, que ya nada puede extrañarnos.
Álvaro tiene diecinueve años. Estudia periodismo en la Universidad de
Navarra. Le gusta la montaña, viajar y es un seguidor acérrimo de la
Real Sociedad.
La noticia de tu muerte, querido Santiago, me ha llegado en pleno
descanso vacacional, saboreando el olor a salitre en una playa de la
Costa Brava. ¡Qué incoherencia! La vida sigue a nuestro alrededor
mientras me acerco a tu muerte de puntillas, con recelo a invadir el
dolor de otros latidos, el de tu mujer y tus hijos que, sin entender lo
sucedido, tienen que aprender a vivir con tu ausencia.
Si algo ha quedado claro en el último aquelarre erótico-patriótico de
Convergència Democràtica de Catalunya (CDC) es que han dejado de lado su
genuino ardor eufemístico y su dilatada capacidad de prostituir el
lenguaje para quitarse finalmente la careta.