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Kepa Tamames
Kepa Tamames
Lo prometido es deuda, y publico por ello el segundo capítulo de mi fugaz estancia en la capital andaluza

Lo prometido es deuda, y publico por ello el segundo capítulo de mi fugaz estancia en la capital andaluza. Esta vez va de animales, el tema que alimenta mi vida, como bien saben quienes me siguen. Y ello porque vi la ciudad como un fiel reflejo de esta sociedad en el asunto que nos ocupa: me refiero a la hipocresía social para con nuestros «hermanos pequeños».

El presente artículo va de sentimientos, siempre subjetivos, siempre brumosos

Me regalan seis días en Sevilla, en conmemoración de cierto acontecimiento personal, y paso a relatarles lo que me traigo en el zurrón emocional de aquella tierra. El presente artículo va de sentimientos, siempre subjetivos, siempre brumosos. Uno daba por hecho que lo espiritual estaba de capa caída. Mas aprecio tras estos días que, lejos de ser así, la creencia en lo trascendente sigue en los corazones de la gente en general, y de los jóvenes en particular.

Su historia es una lección de vida, lo que demuestra que este valle de lágrimas nos depara sorpresas en cada esquina, o en cada canción, para el caso que nos ocupa

La historia de Sugar Man es una lección de vida en toda regla, lo que demuestra que este valle de lágrimas nos depara sorpresas en cada esquina, o en cada canción, para el caso que nos ocupa. Porque Sixto Díaz Rodríguez fue desde niño músico de vocación en su Detroit natal, hablamos de cuando la ciudad era próspera y bulliciosa, mucho antes de convertirse en un cementerio de muertos vivientes donde la gente no tiene otro sueño que el de huir a cualquier parte.

El protagonista del presente artículo la ha vuelto a liar en las redes por afirmar que “las mascotas deberían ser exterminadas”. Como suena

Es Arcadi un tipo peculiar. Uno puede ser «peculiar» por múltiples razones, y no todas virtuosas. Sin ir más lejos, Ghandi era un personaje peculiar, por una cosa y por la contraria: luchó con denuedo por la libertad de su Pueblo, al tiempo que simpatizaba por los regímenes totalitarios de la época, especialmente el nazi.

Creemos por defecto que doctrinas políticas como el fascismo o el comunismo son de natural antagónicas, y erramos de pleno. Nótese el “por defecto”, y se entenderá mejor mi aseveración. Solo necesitamos repasar las características de una y otra propuesta de poder para percatarnos de que en esencia se nutren de los mismos principios y deseos: el control absoluto de la ciudadanía por parte del Estado.

Es bien sabido que Largo (estuquista metido a político) rechazó el ofrecimiento de Primo para formar parte de su Gobierno, por no comulgar aquel con regímenes dictatoriales. Como sabido es que don Francisco siempre fue hombre cauteloso y poco amigo de arengas belicistas: era Gandhi un revoltoso a su lado.

Aprovechando el título, sirva este artículo como humilde homenaje a Pau, un tipo al que siempre percibí honesto tanto en su profesión como en su vida personal. Trato hoy, precisamente, de la falta de honestidad individual que nos carcome los huesos, sacrificando una vez sí y otra también la independencia intelectual que debiera definirnos como «seres racionales», y que sin embargo nos empeñamos en poner en tela de juicio, cuando no triturar como característica.

Me cuenta una amiga que hay «lágrimas gustosas», tras confesarle yo que lloré como una madalena durante la lectura de un artículo de opinión que tuvo a bien compartir. Porque no puedo evitar emocionarme ante un perro anciano; sobre todo si tiene un pasado biográfico oscuro y encontró en un momento dado lo que todo el mundo anhela: una vida digna y razonablemente feliz.

Gordo no paga. Tampoco Bigotes. Y eso que la cantidad a abonar en sentencia firme era como quien dice calderilla. Pero te declaras insolvente, y listo. El resto consiste en esperar a que la pena prescriba, se cierra entonces el caso, y a otra cosa mariposa. Lo único, que la judicatura no mostró al parecer interés alguno en seguir la vida laboral de Gordo, pues de haberlo tenido, quiero pensar que algún toquecito le hubiera dado.

Todavía recuerdo que aún muchos años después de que iniciase mi andadura en la defensa de los animales percibía con verdadero desagrado y profunda incomodidad un área concreta de la explotación animal, por un motivo doble, además: el terrible sufrimiento que genera en las víctimas, de una parte, y la presunción de que resulta inevitable, de otra. Me refiero al uso de animales en experimentación.

Aunque la fecha consensuada del inicio de la última guerra civil española se fija en el 17/18 de julio de 1936, hay autores que defienden la idea de que la contienda dio comienzo en realidad durante la primera semana de octubre de 1934, cuando aguantó durante quince días la revolución izquierdista, sobre todo en Asturias. Y aunque en el resto del país fracasó el llamamiento a la insurrección contra la República, en la mitad de las provincias hubo al menos un muerto a causa de la refriega. Ninguna broma.

Desde que tengo uso de razón (se lo pongo a huevo a mis amigos graciosetes, quienes seguro comentarán que entonces no hace tanto, o incluso que ni se han enterado de que adquirí sin anunciarlo dicha mayoría mental) orino sentado en el inodoro. Simplemente porque me resulta más operativo en mi particular caso, por cuanto tal postura me permite reflexionar un ratillo sobre lo que surja, a veces nada.

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