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Rafa Esteve-Casanova
Contar por no callar
Rafa Esteve-Casanova nació en Valencia y estudió Relaciones Laborales y Derecho. A finales de los 60 escribe críticas, entrevistas y artículos en El País, Noticias al Día, Avui y Liberación, y participa en un programa de crítica musical en RNE. Sus poemas han sido publicados en volúmenes de homenaje a los poetas Vicent Andrés Estellés, Joan Valls Jordá y Joan Brossa. Entre sus numerosos premios cabe citar el 'Vila de Xabia', 'Mare de Deu del Olivar' y el 2º premio del certamen de narrativa del Ayto. de Valencia. Fue secretario de Organización de Unitat del Poble Valencià y estuvo entre 1987 y 1991 en el grupo EU-UPV en el Ayto. de Valencia. Actualmente escribe artículos de opinión político-social en los que hace gala de una sutil ironía. Es colaborador del diario Levante y publica los jueves y domingos en Siglo XXI la columna ‘Contar por no callar’, así como artículos vinculados a la música.
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Por fin, después de largo tiempo de espera, antes de las vacaciones estivales, ha tenido lugar la primera reunión bilateral entre los Gobiernos de Catalunya y España. Desde su constitución el Govern presidido por Pere Aragonés insistía en la celebración de esta reunión entre ambos Gobiernos.
Hace ya varias semanas que Juan Carlos I, a quien cuando tomó posesión del trono una parte de la izquierda llamaba “ Juanito el Breve”, marchó de España a tierras lejanas para disfrutar de unas merecidas vacaciones pagadas junto a sus amigos los jeques árabes, aunque malas lenguas afirman que entonó el “adiós mi España querida” buscando cobijo en un país donde no pudiera llegar la larga mano de la justicia suiza.
Hace unos días el Colectiu Ovidi Montllor promovió un homenaje a Lluís Miquel Campos, una de las primeras y míticas voces de aquel movimiento de principios de los sesenta al que durante algún tiempo conocimos como “nova cançó”. Desde el País Valencià Lluís Miquel con “els 4 Z”, Raimon, Mari Carme Girau i Felix Estop fueron las primeras voces que, con sus canciones, llevaron el acento valenciano más allá del Sénia.
En este Agosto anómalo del COVID-19 de tanto en tanto nos llega una alegría a casa. En este caso ha sido un libro, ese “Al tall al tall” que, magníficamente editado, recoge los artículos escritos por Jesús Puig en las páginas de Opinión del diario líder en tirada en el País Valencià, Levante-EMV, durante los años tres últimos años.
El rey heredero, Felipe VI, sabia, oficialmente desde hace más de un año, que figuraba como segundo destinatario de los millones que figuraban en la cuenta de una Fundación creada expresamente para distraerlos del ojo fiscal de Hacienda, ese ente que, dicen, somos todos.
Desde que Catalunya celebró el Referéndum del 1-O las altas instancias del Estado parecen estar dedicadas full time a buscar, incluso forzando interpretaciones de la legislación, la manera de cobrarse la revancha contra todos los que hicieron posible que aquella consulta se llevara a cabo.
Desde hace algunos meses las cosas parecen no andar demasiado bien por Borbonland. El CIS lleva tiempo sin atreverse a preguntar a los españoles la opinión que tienen sobre la Monarquía mientras en las encuestas en las que preguntan por la vieja institución restaurada por el dictador Franco ésta no tiene muy buen cartel. La ciudadanía considera que ya ha callado durante bastante tiempo e incluso la Vicealcaldesa.
Durante casi cuarenta años, todos los que duró el franquismo, España fue un Reino sin Rey. Franco así lo había decidido a la hora de redactar las Leyes Fundamentales del Movimiento, una especie de Constitución, que en las Facultades de Derecho por aquellas calendas se estudiaban bajo el epígrafe de “Derecho Político”.
Se han abierto los cielos y los políticos de Madrid han visto descender a la tierra, cual un nuevo paráclito la verdad. Algunos llevamos años denunciando la actuación irregular de una parte importante de la Guardia Civil y el Cuerpo Nacional de Policía.
Estamos viviendo un tiempo en el que no es nada extraño que el miedo se haga presente en las vidas de las gentes. Miedo al contagio, miedo a la muerte, y, especialmente, miedo a lo que vendrá, miedo a un futuro de horizontes negros, sombríos e inciertos.
Seguimos dando vueltas y vueltas en esa noria del pánico de la que les hablaba hace unos días en mi último artículo. Cada día que pasa el miedo es más grande, y cuando toda esta pesadilla hecha realidad acabe nada será igual.
Mientras estábamos preocupados estudiando cómo parar la destrucción del planeta nos hemos encontrado inmersos en un problema muy grave, que nunca, hasta ahora, habíamos conocido. Una pandemia ha llamado a la puerta y nos ha encontrado, como dicen por mi pueblo, “amb els pixats al ventre”, totalmente indefensos y sin preparar. La globalización nos ha hecho un triste regalo, y la muerte, triste caballo del Apocalipsis, está trotando en nuestro alrededor.
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