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En esta fecha se ha cambiado el curso de la historia internacional en las últimas 3 décadas. En 2001 un grupo de aeropiratas se estrellaron contra las Torres Gemelas y el Pentágono. Posiblemente los fundamentalistas islámicos que perpetruaron esa matanza no se percataron que exactamente 28 años antes la principal sede de otro país americano había sido atacada desde el aire. En 1973 fue destruido el palacio de gobierno de Santiago.
El 20 aniversariode los atentados del 11 de septiembre, junto a la caótica salida de Estados Unidos de Afganistán, obliga a los medios y a sus consumidores a tranquilizarse sobre los dóciles conceptos absolutos que se despiden en forma de titular. El que desee entender los intrincados códigos de la geopolítica, deberá remontarse bastante en sus estudios. Allí podría encontrar a Cayo Claudio Glabro o a Publio Quintilio Varo.
“La otra torre, Ricardo. La otra torre. ¡Ha impactado en la otra torre y en una zona más baja aún!” Eran poco más de las tres de la tarde, de un martes 11 de septiembre de 2001. Acababa de subir a mi despacho en Bruselas para iniciar, como era habitual, mi trabajo en el Parlamento durante la jornada de tarde. Las imágenes eran sobrecogedoras.
“Me pongo de pie hoy con el corazón apesadumbrado, lleno de tristeza por las familias y sus seres queridos que fueron asesinados y heridos esta semana”. Así se expresaba, emocionada y con voz temblorosa, la congresista demócrata de California Barbara Lee desde el hemiciclo de la Cámara de Representantes de Estados Unidos el 14 de septiembre de 2001, tres días después de aquel devastador atentado.
El 11 de septiembre de hace dos décadas una desafiante punzada abrió paso al siglo veintiuno. Entre la estupefacción y la incredulidad, los husos horarios se detuvieron en el instante en que la ponzoña de la irracionalidad humana hirió de muerte a una de las dos columnas llenas de vida del Bajo Manhattan, fatídicamente colapsadas.
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