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Las autoridades de Estados Unidos y Europa no paran de repetir en los últimos días que el sistema bancario es sólido y que no hay que preocuparse porque están preparadas para evitar que pueda tener problemas. Es mentira. Los bancos de todo el mundo están quebrados por definición. Es materialmente imposible que puedan devolver a sus clientes el dinero que estos tienen depositado en sus cuentas por la sencilla razón de que no lo tienen.
Los bancos centrales de numerosos países están registrando cifras récord de pérdidas que suponen una merma de ingresos para los gobiernos y, en el peor de los casos, la necesidad de recapitalizarlos si continúan creciendo. Se habla poco de esto e incluso algunos de sus directivos le quitan importancia, pero la tiene y mucha.
Las crisis entrecruzadas por las que atraviesan la mayoría de los países merma el crecimiento económico y existe peligro de recesión, pero no es el momento de limitar el gasto público porque perjudicaría a los más vulnerables, advirtió el informe de inicio de año de los economistas de las Naciones Unidas.
Tanto la Fed como el BCE han señalado que aún no han terminado su lucha contra la inflación y que seguirán subiendo los tipos en las próximas reuniones. El último gráfico de puntos de la Fed mostraba una tasa máxima del 5,1% en 2023, lo que parece un caso base razonable. Por su parte, el BCE sugirió que podría situar su tasa de depósito por encima del 3%.
Durante los últimos años, los bancos centrales han asumido de forma general el papel de salvadores últimos del mercado, como ya vimos de nuevo en el punto álgido de la crisis de la COVID-19. Sin embargo, recientemente se han puesto prácticamente todos a guerrear contra el mercado, postura que conlleva también luchar contra las consecuencias de sus propias acciones y que augura episodios turbulentos en las bolsas mundiales.
Me llamaba la atención esta semana, un estudio que mostraba en el caso europeo que el Banco Central vía política monetaria, podría tener muy poco impacto en la inflación. Según esos datos, sólo un 20% del aumento del total IPC venía del lado de la demanda agregada. La energía y los problemas del lado de la oferta eran los mayores contribuyentes al mismo. Del lado de Estados Unidos, observamos ciertas diferencias y menor importancia de la energía.
Los mercados inmobiliarios mundiales y los valores relacionados con el sector están en el centro de atención a medida que los bancos centrales elevan más agresivamente los tipos hipotecarios para frenar la inflación. Las tasas hipotecarias a 30 años en Estados Unidos son las más altas en 15 años.
Bancos centrales, como el europeo, solo tienen como objetivo controlar la subida de precios. Sin embargo, estamos viviendo la inflación más alta de los últimos cuarenta años y, hasta ahora, prácticamente no han tomado ninguna medida. Primero dijeron que ere muy pasajera y cuando comenzó a alargarse, no hicieron nada. ¿Cómo es posible que, teniendo todo el poder y estando siempre tan seguros de lo que dicen, no han evitado esta subida de precios tan grande?
Igual que Don Quijote creía que bastaban un par de tragos de bálsamo de Fierabrás para que las dos partes de su cuerpo seccionado volvieran a unirse sanas y salvas, los bancos centrales y muchos economistas creen que la inflación que estamos sufriendo se puede combatir con el simple bálsamo de la subida de tipos de interés. Otra tremenda ingenuidad.
El primero es dejar la lucha contra la inflación a los bancos centrales argumentando que es un fenómeno monetario que se produce cuando aumenta excesivamente la cantidad de dinero circulante, de modo que se podrá frenar controlando esta última. Se sabe que hay factores no monetarios que la desencadenan.
Los índices de precios están alcanzando los niveles más altos de los últimos treinta años ante la pasividad de las instituciones que nos habían asegurado que son las únicas que podrían evitarlo, los bancos centrales. A ellos se les encomendó garantizar la estabilidad de los precios y para conseguirlo reclamaron y consiguieron todos los privilegios y competencias posibles.
Los economistas de la London School of Economics Carsten Sorensen y Garrick Hileman no creen que sea "buena idea" que empresas privadas como Facebook tengan su propia moneda y consideran que el miedo a Diem es la razón detrás de los esfuerzos de bancos centrales como los de China, Singapur o Ecuador. Así lo han afirmado en un evento organizado por la Fundación Ramón Areces y la LSE sobre 'Monedas digitales, ¿una innovación monetaria global?'.
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