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En muchos de mis artículos y libros he mostrado que la independencia de los bancos centrales que estos reclaman como algo fundamental para las economías es un mito. O, mejor dicho, un fraude que nos cuesta mucho dinero a los contribuyentes. Hoy voy a poner un nuevo y reciente ejemplo que lo demuestra.
La volatilidad se ha disparado a medida que crecen las preocupaciones sobre la economía estadounidense y algunas de las principales empresas tecnológicas no logran cumplir con las expectativas. Gran parte de la fortaleza que ha mostrado el mercado durante este año se ha apoyado en la confianza de un “aterrizaje suave”, donde los bancos centrales serían capaces de estabilizar la inflación sin llevar a la economía a una fuerte contracción.
Se ha venido entendiendo la novela como un género literario, de prosa más o menos abundante, que hace un relato de pura ficción. No obstante, se ha puesto de moda asociarla con lo que llaman historia, en la que el autor, a falta de imaginación, acude a otra novela documentada como historia para rellenar la trama que pretende vender. Algo parecido sucede con la inflación, que camina desbocada y la jerarquía económica dice combatir, por un lado, y la anima, por otro.
La confianza de los banqueros centrales en la continuación de la desinflación, más que los datos, determinará la fecha de la primera bajada de tipos. Christine Lagarde y Jerome Powell están buscando cualquier argumento para bajar los tipos de interés. Ahora se trata de tener suficiente "confianza" en el proceso de desinflación, aunque la inflación siga sometida a importantes riesgos al alza.
En este momento de análisis del contexto macroeconómico global por parte de las firmas de gestión de activos, las principales firmas de la industria no solo han analizado en el ASEAFI Overview 2024 la forma en la que se va a desarrollar el entorno, sino que han puesto el foco en estrategias concretas de posicionamiento por mercados en un encuentro organizado por la patronal de la industria del asesoramiento financiero al que han asistido más de 150 profesionales del sector.
El BCE y el Banco de Inglaterra han continuado firmes, manteniendo un tono agresivo en sus últimas reuniones del año y resistiendo la tentación de seguir a la Reserva Federal en un giro pesimista. Una vez más, los bancos centrales europeos tardan en reaccionar. Hace dos años, retrasaron demasiado su lucha contra la alta inflación. Ahora, corren el riesgo de infligir el severo dolor de unos tipos restrictivos a sus economías, ya estancadas.
Los mercados de renta fija, según Pedro del Pozo, director de inversiones financieras de Mutualidad, “se encuentran en un momento francamente bueno”, a pesar de que “a nivel de valoración, toda la renta fija ha sido bastante decepcionante este año.” En cuanto a rentabilidad, el experto resalta que “2023 ha sido un año excepcional para hacer cartera de renta fija de calidad” y aconseja “aprovechar la oportunidad que ahora mismo el mercado nos ofrece”.
Las recientes sacudidas del sector bancario demuestran que los esfuerzos de los bancos centrales por contener la inflación están teniendo un efecto cada vez mayor, y es probable que se produzcan consecuencias económicas más amplias.
Las autoridades de Estados Unidos y Europa no paran de repetir en los últimos días que el sistema bancario es sólido y que no hay que preocuparse porque están preparadas para evitar que pueda tener problemas. Es mentira. Los bancos de todo el mundo están quebrados por definición. Es materialmente imposible que puedan devolver a sus clientes el dinero que estos tienen depositado en sus cuentas por la sencilla razón de que no lo tienen.
Los bancos centrales de numerosos países están registrando cifras récord de pérdidas que suponen una merma de ingresos para los gobiernos y, en el peor de los casos, la necesidad de recapitalizarlos si continúan creciendo. Se habla poco de esto e incluso algunos de sus directivos le quitan importancia, pero la tiene y mucha.
Las crisis entrecruzadas por las que atraviesan la mayoría de los países merma el crecimiento económico y existe peligro de recesión, pero no es el momento de limitar el gasto público porque perjudicaría a los más vulnerables, advirtió el informe de inicio de año de los economistas de las Naciones Unidas.
Tanto la Fed como el BCE han señalado que aún no han terminado su lucha contra la inflación y que seguirán subiendo los tipos en las próximas reuniones. El último gráfico de puntos de la Fed mostraba una tasa máxima del 5,1% en 2023, lo que parece un caso base razonable. Por su parte, el BCE sugirió que podría situar su tasa de depósito por encima del 3%.
Durante los últimos años, los bancos centrales han asumido de forma general el papel de salvadores últimos del mercado, como ya vimos de nuevo en el punto álgido de la crisis de la COVID-19. Sin embargo, recientemente se han puesto prácticamente todos a guerrear contra el mercado, postura que conlleva también luchar contra las consecuencias de sus propias acciones y que augura episodios turbulentos en las bolsas mundiales.
Me llamaba la atención esta semana, un estudio que mostraba en el caso europeo que el Banco Central vía política monetaria, podría tener muy poco impacto en la inflación. Según esos datos, sólo un 20% del aumento del total IPC venía del lado de la demanda agregada. La energía y los problemas del lado de la oferta eran los mayores contribuyentes al mismo. Del lado de Estados Unidos, observamos ciertas diferencias y menor importancia de la energía.
Los mercados inmobiliarios mundiales y los valores relacionados con el sector están en el centro de atención a medida que los bancos centrales elevan más agresivamente los tipos hipotecarios para frenar la inflación. Las tasas hipotecarias a 30 años en Estados Unidos son las más altas en 15 años.
Bancos centrales, como el europeo, solo tienen como objetivo controlar la subida de precios. Sin embargo, estamos viviendo la inflación más alta de los últimos cuarenta años y, hasta ahora, prácticamente no han tomado ninguna medida. Primero dijeron que ere muy pasajera y cuando comenzó a alargarse, no hicieron nada. ¿Cómo es posible que, teniendo todo el poder y estando siempre tan seguros de lo que dicen, no han evitado esta subida de precios tan grande?
Igual que Don Quijote creía que bastaban un par de tragos de bálsamo de Fierabrás para que las dos partes de su cuerpo seccionado volvieran a unirse sanas y salvas, los bancos centrales y muchos economistas creen que la inflación que estamos sufriendo se puede combatir con el simple bálsamo de la subida de tipos de interés. Otra tremenda ingenuidad.
El primero es dejar la lucha contra la inflación a los bancos centrales argumentando que es un fenómeno monetario que se produce cuando aumenta excesivamente la cantidad de dinero circulante, de modo que se podrá frenar controlando esta última. Se sabe que hay factores no monetarios que la desencadenan.
Los índices de precios están alcanzando los niveles más altos de los últimos treinta años ante la pasividad de las instituciones que nos habían asegurado que son las únicas que podrían evitarlo, los bancos centrales. A ellos se les encomendó garantizar la estabilidad de los precios y para conseguirlo reclamaron y consiguieron todos los privilegios y competencias posibles.
Los economistas de la London School of Economics Carsten Sorensen y Garrick Hileman no creen que sea "buena idea" que empresas privadas como Facebook tengan su propia moneda y consideran que el miedo a Diem es la razón detrás de los esfuerzos de bancos centrales como los de China, Singapur o Ecuador. Así lo han afirmado en un evento organizado por la Fundación Ramón Areces y la LSE sobre 'Monedas digitales, ¿una innovación monetaria global?'.
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