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Un nuevo informe halló que las poblaciones de mamíferos, aves, anfibios, reptiles y peces se han desplomado en todo el mundo en un alarmante 68% desde 1970.
Hay que tomar conciencia del tiempo y liberarnos de esta permanente atmósfera estresante que nos agota el cuerpo, pero también el alma. Todo nada en el desequilibrio, en la inmoralidad y en la fibra corrupta, en la manera de comercializar los unos con los otros y en el modo de sacar provecho de la debilidad; y, justamente, con este pulso la vida no es aceptable, en parte por esa falta de respeto natural de todos hacia aquello que nos rodea.
Me gusta el planeta con su horizonte celeste, dispuesto siempre a abrazarnos, pero también me ensimisma ese oleaje de sueños que nos alientan, ese mar de la vida en perenne movimiento, que moviliza el corazón y nos recluta a navegar por los abecedarios de los sentimientos.
Hace tiempo que vivimos en un vacío desolador; se descubre en los gestos, lo dicen las miradas, se oye en el aire, porque las garras de la crueldad que nos dividen, lo único que hacen es atrofiarnos más y ensordecernos para que la escucha del análogo no armonice con nuestros latidos.
Las atmósferas de este mundo real, creado para ser vivido en armonía y poder recrearse con él, lo hemos convertido en un campo de contrariedades, que verdaderamente nos impide florecer y avanzar hacia ese horizonte de sosiego y bienestar que anhelamos.
Si hacemos caso a las manifestaciones públicas en toda clase de medios, los relatos particulares parecen inexistentes. Cada uno sabe muy bien lo que le cuesta mantener el HILO de su VIDA a través de las vicisitudes, con algún brote placentero entre la cruda competencia existencial. Sin embargo, los empoderados prepotentes dejan de lado aquellas vivencia singulares.
Las críticas no suelen ser agradables, pero lo importante no es eso, sino el que sean interesantes y contribuyan a luchar por un ambiente más justo y habitable. La mejor enseñanza siempre es la autocrítica de uno consigo mismo. Son tareas de la vida y, como tales, hemos de llevarlas a término.
Hay un deseo innato de vivir, pero también contamos con un deterioro de esa vida silvestre, que conlleva asimismo una degradación humana, capaz de dejarnos sin aliento. Naturalmente, hoy más que nunca, estamos llamados a responder de esa pérdida de biodiversidad, sobre todo en las poblaciones naturales, pues hemos de ser más cuidadosos y protectores con nuestras actividades humanas, ya sean del reino vegetal o animal, que nos acompañan y las necesitamos.
La Plataforma Intergubernamental sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas (IPBES, por sus siglas en inglés), que ha reunido a expertos durante una semana en París, lanza hoy un exhaustivo Informe de Evaluación Global que aporta evidencias irrefutables sobre el rápido deterioro de la naturaleza en el mundo y de las contribuciones que brinda la biodiversidad a las personas.
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