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Resulta que en las plazas públicas y en muchas calles de las grandes ciudades se citan noche sí y noche también muchísimos adolescentes para ponerse hasta arriba de alcohol (y de algo más). Y claro, pon que en una noche de calor extremo te apetece sentarte en alguno de los bancos que componen las plazas públicas...
Coincidiendo un acto institucional de la policía catalana con una manifestación conjunta de mossos y policías locales reclamando respeto, Josep Lluís Trapero director de la policía catalana pidió “respeto hacia la policía. Ni sumisión, ni los miedos ya superados. Respeto”. Trapero se refirió a “comportamientos preocupantes de intolerancia manifestados en los últimos botellones, no generalizados, pero sí relevantes”.
Es curioso. Gran parte del futuro, dicen, depende de nosotros, pero los focos casi siempre apuntan hacia otra dirección. Apenas algunos macrobotellones nos dan, por desgracia e irresponsabilidad, cierto protagonismo. Una imprudente disciplina para adornar el currículum. Y para dejar patente la desconexión y desilusión venidera. Permítanme que me incluya.
Ada Colau ha tenido la desgracia de convertir Barcelona en un estercolero a su medida. Salta a la vista la miseria y la podredumbre de las fanáticas políticas discriminatorias, donde la ciudadanía no proclive al independentismo sigue bajo la bota de la represión, las formas dictatoriales y el desgobierno municipal.
El vandalismo está de moda hoy. Solamente se necesita fijarse cómo terminan los botellones y cómo reacciona la juventud ante la policía. Las manifestaciones de protesta a menudo finalizan con enfrentamientos con la policía, quema de contenedores, destrozos del mobiliario urbano, roturas de cristales de los establecimientos… No es cuestión de que calles y plazas que no estén bien iluminadas. Se debe a la condición humana.
¿Alguien puede afirmar que todo un Gobierno, armado de leyes numantinas, no es capaz de cortar por lo sano los botellones, las fiestas multitudinarias, las reuniones en pisos cerrados, etc.? Si esto es así, es que no hay Gobierno. ¿Qué pasaría si a esas personas que están riéndose de la vida ajena, se les impusieran penas muy graves y se les aplicase inhabilitaciones para sus actividades profesionales o para sus matriculaciones estudiantiles?
Situaciones pandémicas, como la actual, requieren decisiones de Estado de Alarma o de Seguridad Nacional, poniendo a disposición de las mismas a todos los medios existentes, personales y jurídicos. Si un gobierno no es capaz de dominar movimientos colectivos como los botellones, las fiestas y celebraciones incontroladas o los eventos musicales multitudinarios…, dice poco de ese gobierno.
Ahora, la juventud en el mundo se sigue divirtiendo a su manera, los jóvenes siguen siendo transgresores en exceso. Se les acusa de ser causantes del botellón, del contagio en pandemia por no estar vacunados, se asocia su diversión y ansias de ocio y una mal entendida libertad, con el sufrimiento de otras personas que enferman o no descansan.
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