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Vandalismo

El incivismo van en aumento en una sociedad impía
Octavi Pereña
lunes, 13 de septiembre de 2021, 08:46 h (CET)

El vandalismo e incivismo van en aumento en una sociedad impía. “Los vecinos de los Bloques Juan Carlos”  (de Lleida) “alertan que hace semanas  que las plazas interiores están a oscuras y esto fomenta la delincuencia y el vandalismo” (titular de prensa). Víctor Ruíz, presidente de la Asociación de  Vecinos de La Mariola denuncia que “la oscuridad da pie  a destrozos en vehículos y mobiliario, también se han producido robos en el interior de vehículos de personas que venden ropa en el mercado y guardan las mercancías dentro de las furgonetas”.


El vandalismo está de moda hoy. Solamente se necesita fijarse cómo terminan los botellones y cómo reacciona la juventud ante la policía. Las manifestaciones de protesta a menuda finalizan con enfrentamientos con la policía, quema de contenedores, destrozos del mobiliario urbano, roturas de cristales de los establecimientos… El vandalismo adolescente no es cuestión de que calles y plazas que no estén bien iluminadas. Se debe a la condición humana: “Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias. Estas cosas son las que contaminan al hombre” (Mateo 15: 19,20). Los botellones que acaban en desenfreno no dependen de si hay luz o no, se debe a la naturaleza humana que tiende al mal.


El problema que denuncia la Asociación de Vecinos de La Mariola y los medios de comunicación es un problema de Dios. ¿Existe Dios o no? Si la respuesta es no, el vandalismo no tiene solución. Irá en aumento. Las quejas vecinales no lo detendrán. Se pide que sea a policía que ponga fin al salvajismo juvenil. Los ayuntamientos responden que no tienen medios suficientes para combatirlo. La ley no tiene competencias  en los asuntos espirituales. Mal iría que las usurpara. Cuando ha intentado inmiscuirse en las conciencias de los hombres tribunales inquisitoriales han brotado. Los tribunales de justicia pueden condenar y castigar hechos, pero son incapaces de cambiar la condición humana inclinada al mal.


Algunos culpan a Dios de indolencia a la hora de atajar el mal. Se lo imaginan tumbado en una hamaca sorbiendo un refresco e indiferente a lo que ocurre en la Tierra. Por favor, hoy no me molestéis porque estoy muy ocupado. Mañana ya veremos. Este no es el Dios de la Biblia. Un conocimiento exhaustivo de Dios no está al alcance del ser humano. Podemos saber lo suficiente para que nos guie, si se lo permitimos, para andar por el camino del bien hacer.


El salmista hace una descripción de Dios que si se la tiene en cuenta cambiará el comportamiento humano: “¿A dónde iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia? Si subiese a los cielos, allí estás tú, si en el sepulcro hiciese mi estrado, he aquí, allí tú estás. Si tomo las alas del alba y habitase en el extremo del mar, aun allí me guiará tu mano, y me cogerá tu diestra. Si dijese: las tinieblas me encubrirá, aun la noche resplandecerá alrededor de mí. Aun las tinieblas no encubren de ti, y la noche resplandece como el día, lo mismo te son las tinieblas que la luz” (Salmo 139: 7-12).


Dios lo sabe todo. Nada se le escapa a sus ojos. ¿Cree el lector que si los vándalos, los incívicos de nuestros días, que se mueven por todas las esferas sociales si fuesen conscientes de que Dios existe, que conoce no solo sus hechos, también las intenciones de sus corazones cometerían las fechorías que hacen? Evidentemente no. El problema del vandalismo que plantea la Asociación de Vecinos de La Mariola, que crece ufano por todas partes  es una cuestión de fe en el Creador de cielos y tierra y que se ha manifestado en su Hijo Jesús para salvar a su pueblo de sus pecados.


Jesús que es “la luz del mundo” no desea que nadie ande en tinieblas. Poco antes de abandonar este mundo para ascender al cielo dejó este encargo a sus discípulos: “Toda potestad me es dada en el cielo y en la Tierra. Por lo tanto, id, y haced discípulos en todas las naciones, bautizándolos en el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado, y he aquí yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo. Amén”  (Mateo 18: 18-20).


Cuando alguien cree en Jesús y por el Espíritu habita en el creyente, el carácter del Señor empieza desarrollarse en él. El amor de Dios se manifiesta en el nacido de nuevo. Si quienes se consideran “creyentes no practicantes” pero que asisten en una parroquia por el bautismo de un recién nacido, por la confirmación del hijo/a, por el casamiento, por el entierro y en alguna fecha considerada señalada, fuesen verdaderos creyentes, las malas noticias que tan a menudo dan a conocer los medios de comunicación no se publicarían  porque el comportamientos de dichas personas sería totalmente distinto. Mientras que la conversión a Cristo no sea generalizada, hecho que no va a producirse, tendremos que conformarnos en convivir con el vandalismo en su diversidad de manifestaciones.


Los verdaderos cristianos que esperan la venida gloriosa del Señor Jesucristo para implantar su Reino eterno en el que se dará la justicia en su plenitud, seguiremos anunciando el Evangelio para que los que tengan oídos para oír oigan y así compartir juntos la condición de hijos de Dios: “Porque todos vosotros sois hijos de luz e hijos del día, no somos de la noche ni de las tinieblas. Por lo tanto, no durmamos como los demás, sino velemos y seamos sobrios. Pues los que duermen, de noche duerme, y los que se embriagan, de noche  se embriagan. Pero nosotros que somos del día, seamos sobrios, habiéndonos vestido con la coraza de la fe y de amor, y con la esperanza de salvación como casco” (I Tesalonicenses 5: 5-8).

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