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Tiene la felicidad algo de incontrolable, pues a veces nos sentimos felices sin saber cómo ni por qué. Algo así como una emoción estética no se explica por las ondas musicales de una sinfonía o las variaciones cromáticas de una puesta de sol. Es algo difícil de descomponer. Pero sí sabemos que está en nuestro interior.
Hoy quiero invitarlos a reflexionar sobre ese oscuro resentimiento que emerge de la comparación permanente con los otros, que ha sido un tema recurrente tanto para la filosofía, la teología, la psicología e incluso la sociología, a saber, la envidia. Identificada desde la antigüedad como un vicio corrosivo, la envidia no solo se encarga de minar las posibilidades de la felicidad individual auténtica, sino que también socava las bases de la convivencia ética y social.
Los conflictos son inherentes a la condición humana y a las dinámicas sociales. Aunque generalmente se perciben como situaciones problemáticas o disruptivas, representan una de las fuerzas más poderosas para el cambio y la evolución histórica. El conflicto no solo revela tensiones latentes, sino que también impulsa transformaciones significativas cuando se aborda con un enfoque constructivo.
El proceso de evolución personal, como un niño que aprende a subir un escalón, se caracteriza por la constancia y la capacidad de recomenzar una y otra vez. Imaginemos a ese niño pequeño que, con gran esfuerzo y determinación, intenta subir un escalón que para él representa un gran obstáculo.
Hace unos días, mientras saboreaba mi café matutino, me di cuenta de la profunda lección que esa taza podía ofrecerme. ¿Qué significa vaciarme? La taza me enseña que para llenarme de cosas mejores de las que tengo, necesito vaciar primero aquello que no me interesa; además, tengo que aprender a mostrarme vulnerable, a admitir que algo ha cambiado, que ya no está.
Es un tipo de técnica que nos permite alcanzar el nivel óptimo entre la agresividad y la pasividad al comunicarnos; supone, en principio, la capacidad de comunicar de manera efectiva y puntual nuestras ideas, deseos y personalidad sin perder el objetivo de la conversación ni el punto de vista de nuestro interlocutor.
Nuestra recompensa se halla en el esfuerzo permanente, en la voluntad de hacer y ponernos en camino siempre, incluso cuando las dificultades parecen insalvables. Cada cual tenemos nuestra historia, pero también nuestra misión liberadora.
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