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Desde mi punto de vista, no hay que preocuparse por dejar a la ministra y a su batallón de asesores que hagan la ley mientras no hagan los reglamentos. Recuerden aquella chulería del Conde de Romanones cuando todo un ejército de “cesantes” tuvo que abandonar el ministerio y él, creyéndose imprescindible, no dudó en chulear al adversario y le espetó: “Haga usted las leyes que ya haré yo los reglamentos”. De poco le sirvió tal chulería al conde porque también cayó y acabó en su casa escribiendo sus memorias y dirigiendo sus negocios.
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