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Etiquetas | Política | PP | Esperanza Aguirre

Coherencia de Aguirre

La dimisión de Esperanza Aguirre es una muestra de dignidad política
José Manuel López García
martes, 25 de abril de 2017, 00:00 h (CET)
Se puede estar en desacuerdo con su política o no, pero de lo que no cabe la más mínima duda es de que los controles políticos para no permitir la corrupción no funcionaron.

Y, de una manera clamorosa, parece que nadie se enteró de lo que estaba sucediendo con la financiación presuntamente ilegal del PP. Creo que es exigible que los presidentes de una Comunidad Autónoma estén al tanto de lo que hacen sus hombres políticos de confianza. En su dimisión ha dicho la señora Aguirre que “me siento engañada y traicionada”, algo que se entiende desde un planteamiento ético y también de sentido común, pero que no soluciona el tema de la responsabilidad política.

Es lógico que los partidos del arco parlamentario hayan puesto el grito en el cielo ante lo que está ocurriendo con el partido en el Gobierno. Llevarse dinero a manos llenas con las tramas de corrupción investigadas en el entorno del PP es algo muy grave. Que ya sean 19 los miembros de los políticos del partido Popular que hayan dejado su cargo no significa que se pueda hacer borrón y cuenta nueva.

La regeneración y la eliminación de las prácticas corruptas que ahora toma como divisa el PP es una actitud coherente y legítima, pero no puede hacer que los ciudadanos olviden la gran cantidad de dinero robado al erario público con procedimientos ilegales que están siendo juzgados. La malversación de fondos, blanqueo de dinero, comisiones ilegales, sobornos, financiación ilícita, etcétera, son algo que era habitual durante años y años como está demostrando la investigación policial y judicial con pruebas claras y contundentes que no admiten réplica razonable.

Y que las urnas no castiguen estos hechos de corrupción demostrados es una cuestión que se puede explicar, porque la gente prefiere una relativa estabilidad económica y la prioriza respecto a planteamientos éticos de responsabilidad y cumplimiento de los deberes en el ejercicio del poder. O, al menos, es lo que se deduce, aunque puede haber más explicaciones posibles. Y lo digo con el máximo respeto a los afiliados, simpatizantes y votantes del PP.

La confianza en un partido político creo que se sustenta especialmente en que sus políticos ejerzan su poder y sus funciones con un exquisito cumplimiento de sus obligaciones legales. También reconozco que un argumento muy utilizado por altos dirigentes del PP es que la práctica totalidad de concejales de esta formación son honrados y no han caído en las redes de la corrupción económica y política. Es algo evidente e indiscutible y que no hace falta comentar de forma muy extensa, minuciosa y profunda.

Pero esto no sirve de justificación para lo que ha ocurrido en el pasado reciente y en el presente. La operación Lezo está acaparando también la atención de los medios, porque es otro claro ejemplo de los altos niveles de corrupción que han existido.

Y falta la declaración como testigo del Presidente del Gobierno Mariano Rajoy por el caso Gürtel que es de suponer que será por videoconferencia. De este modo, evita el espectáculo mediático de entrar y salir del tribunal, con las preguntas de los periodistas y el revuelo en los medios de comunicación, especialmente, en los telediarios.

De todas maneras, el impacto de la contestación presencial a las preguntas desde su despacho puede ser un fenómeno político viral también, por lo que se puede deducir del mismo. Partiendo de la presunción de inocencia, ya que responde en condición de testigo para clarificar aspectos relevantes de lo que se está investigando judicialmente. Veremos lo que ocurre.

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En nuestra realidad circundante, en lo que solemos citar como nuestro entorno, el sistema judicial tiene como objetivo no la Justicia, abstracción platónica que nos trasciende, sino garantizar, con realismo y en la medida de los posible, la igualdad de los ciudadanos ante la ley, que no es poco. Por eso hablamos de Estado de Derecho, regido por la Ley.

Estamos habituados a tratar con las apariencias, con la natural propensión a complicar las cosas en cuanto pretendemos aclarar los pormenores implicados en el caso. Los pensamientos son ágiles e inestables. Quien los piensa, el pensador o pensadores, representa otra entidad diferente. Y curiosamente, ambos se distinguen del fondo real circundante, este tiene otra urdimbre desde los orígenes a sus evoluciones posteriores.

Dejó escrito Salvador Távora sobre Andalucía que «la queja o el grito trágico de sus individuos sólo ha servido, por una premeditada canalización, para divertir a los responsables». No sé si mi interpretación es acertada, pero desde que vi por primera vez su obra maestra, Quejío, en el teatro universitario de Málaga creo que muy poco después de su estreno en 1972, el término adquirió para mí un sentido diferente al que antes tenía.

 
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