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La humanidad quiere paz, no guerra. Las grandezas de la cotidianidad (vida) no está en admitir o proliferar el odio, la venganza, guerras, indisponer a las personas sin justificada razón, solamente para, como lo dice el adagio: "matar para sobrevivir". Inmiscuirse en esa hazaña no es de persona inteligente.
La guerra entre ejércitos rivales en Sudán, iniciada el 15 de abril y que ha costado 6.000 vidas de civiles y el desplazamiento de siete millones de personas, se intensificó en las últimas semanas con más ataques sobre la población civil, según lamentan responsables del sistema de Naciones Unidas.
El poema de Berry resulta dolorosamente oportuno, dado que las fuerzas armadas israelíes, después de varias semanas de bombardear objetivos civiles –entre ellos escuelas, hospitales y ambulancias–, han ampliado la invasión terrestre de la Franja de Gaza y están atacando centros médicos directamente con tanques y soldados.
La relación entre Occidente y los países de Oriente próximo y medio ha sido conflictiva, de modo parecido a lo que durante la Guerra Fría fue entre la OTAN y la URSS. Ahora que el conflicto con la nueva Rusia de Putin con pretensiones expansionistas ha quedado limitado a un 'impasse', reaparece el conflicto con algunos países islámicos, a partir del problema de Gaza.
Por estas fechas del año 1922, en un olvidado paraje en el sur del Paraguay llamado Ka-í Puente (Puente del Mono), se desarrolló la primera batalla moderna en Sudamérica. En ella se usó el cañón más grande que existía en Sudamérica, un imponente Vickers Naval de 190 mm, adquirido por el Paraguay a Manuel Rodríguez, un testaferro del norteamericano Percival Farquhar que no pudo usarlo para derrocar al gobierno de Portugal.
La está utilizando Israel cuando asegura que el conflicto de Gaza tiene como finalidad mantener el control total de la seguridad en la Franja. A la vez que dicen esto, en Cisjordania colonos hebreos (kibutz) están expulsando a los palestinos de sus tierras, y los residentes de Huwara no pueden cruzar la calle principal sin permiso del Ejército, teniendo que cerrar muchos negocios.
“La voluntad del pueblo es la base de la autoridad del poder público”. No lo digo yo. Es lo que dice el artículo 21.3 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Una afirmación rotunda y que parece debiera cumplirse para poder considerar que un poder público es legítimo y democrático. Sin embargo, los ejemplos concretos de su incumplimiento, justamente en los países que más alardean de ser los defensores los derechos humanos, se podrían contar por cientos o miles.
Palestina viene de “país de los filisteos”, enemigos del pueblo de Israel durante mucho tiempo. Cuando fueron expulsados los judíos, a lo largo de estos 20 siglos han convivido allí tanto musulmanes como cristianos y judíos, aunque no ha dejado de haber guerras.
En la Rotonda del Capitolio de Estados Unidos, se exhiben los documentos fundacionales de la nación, entre los cuales se incluye la Carta de Derechos, que consagra el derecho a la libre expresión. Mientras Israel somete a Gaza a un ataque aéreo y terrestre a gran escala, el Congreso estadounidense nos ha recordado lo que se conoce como “la excepción palestina” a la libertad de expresión.
Se habla de un “choque de civilizaciones” entre Islam y Occidente. Desde finales del siglo pasado, hemos visto crecer los conflictos con países islámicos: Irak, Libia, pero no nos mostraban los motivos económicos que estaban detrás de esas guerras: ¿no serían guerras que tenían oscuros motivos financieros? Ahora mismo hay más de 40 guerras activas en el mundo, pero en sitios donde no hay esos grandes intereses económicos, no se nos presenta como una injusticia.
El concepto de un mundo basado en reglas en realidad es una simulación destinada a crear precisamente todo lo contrario, es decir, un mundo sin reglas ajenas que lo limiten. Todo poder hegemónico llega a un punto en el cual pierde el sentido de la proporción, y la soberbia deriva en despropósito.
La inmensa mayoría de los demócratas de nuestro país exige parar la guerra y el genocidio que Israel perpetra contra la población civil en Gaza. La posición de España tiene una especial relevancia, tanto porque España ocupa en estos momentos la presidencia del Consejo Europeo, como por la presencia militar directa en la zona liderando desde 2022 una misión de la ONU en la frontera entre Líbano e Israel, y por la implicación de las bases estadounidenses en el conflicto.
Más de 9.000 palestinos —entre ellos 3.700 niños y niñas— han muerto a causa de los bombardeos que Israel ha lanzado contra Gaza en las últimas semanas y de la invasión terrestre que el Ejército israelí ha iniciado recientemente, con el pleno apoyo del Gobierno de Estados Unidos, mientras los llamamientos mundiales a un alto el fuego continúan sin ser escuchados.
El sufrimiento de los niños en Gaza se debe a que, por impaciencia, van directamente contra los objetivos militares sin importarles que estos se escudan en la población civil, muriendo muchos niños cada día. La rabia de la guerra, la sed de venganza nunca puede dejarnos ciegos ante el llanto de un niño, de miles de niños que sufren, que mueren.
La agencia de ayuda humanitaria internacional World Vision ha hecho pública una declaración en la que afirma que la actual crisis en Oriente Medio está teniendo un impacto sin precedentes en varios millones de niños y niñas de la región. La directora de Respuesta a la Crisis en Oriente Medio de la organización afirma que estamos viendo cómo se violan sus derechos más fundamentales a la vida y a la seguridad.
Israel ha pedido a los habitantes del norte de la franja de Gaza que se vayan al sur, pero hemos visto que muchos no lo han hecho. Israel dice que los que se queden serán considerados como pertenecientes a Hamás, pero si pensamos que muchos son familia de miembros de Hamás en mayor o menor grado, vemos que la acción violenta contra ellos no es posible, que un exterminio así sería inmoral y no viable ante los ojos de la opinión pública internacional: hay que usar otras vías.
Pienso que António Guterres, secretario general de la ONU, se ha equivocado al poner en la misma frase la condena al acto terrorista de Hamás del 7-O y decir luego que estos "no surgieron de la nada". Nada justifica el terrorismo que hemos vivido también en las bombas de Atocha o los americanos en las Torres Gemelas. Las palabras de Guterres fueron desafortunadas.
Para nadie es un secreto que el militarismo y el deseo de enriquecerse y seguir siendo rico es la característica del mundo capitalista actual. No citaré a pensadores ostensiblemente anticapitalistas, porque existen muchas dudas sobre la naturaleza de esas personas. Por eso, lo que escribo en este artículo son experiencias que presenciamos todos los días, pero no les prestamos atención.
Con motivo de la reactivación del conflicto israelí-palestino que se inició el 7 de octubre de 2023, cuando grupos armados de milicianos palestinos, principalmente de la facción armada de Hamás y de la Yihad Islámica Palestina, junto con otras agrupaciones, realizaron un ataque armado contra la población civil que se hallaba en territorio israelí, desde la Franja de Gaza, arrojando un balance de al menos 1000 personas asesinadas en el primer día del ofensiva.
Nunca he comulgado con las historias minimalistas de buenos y malos, donde los primeros despliegan su papel de ángeles melosos y a los segundos se les reserva el de villanos sanguinarios. Supongo que, al menos en el caso de los humanos, las cosas vienen a ser bastante más complejas de lo que ofrece un guión como el descrito. A poco que se observe con ojos críticos, la vida cotidiana nos ofrece ejemplos diáfanos de lo que digo.
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