Por estas fechas del año 1922, en un olvidado paraje en el sur del Paraguay llamado Ka-í Puente (Puente del Mono), se desarrolló la primera batalla moderna en Sudamérica. En ella se usó el cañón más grande que existía en Sudamérica, un imponente Vickers Naval de 190 mm, adquirido por el Paraguay a Manuel Rodríguez, un testaferro del norteamericano Percival Farquhar que no pudo usarlo para derrocar al gobierno de Portugal.
Farquhar había construido las vías férreas "Soracabana" en Brasil, y en su afán de adueñarse de todos los ferrocarriles de Sudamérica, en 1912 inspiró y sufragó un golpe de estado en Paraguay, convirtiéndose en dueño del tren paraguayo.
Entre 1905 y 1918 fue el principal inversionista extranjero en Brasil, y su influencia se extendió a Paraguay por intermedio de Eduardo Schaerer.
El fin de su burbuja financiera después de la primera guerra mundial coincidió con la de Schaerer, y también con una corrida de bancos en Paraguay.
En 1921, un subproducto de estos problemas fueron las renuncias sucesivas de los presidentes Manuel Gondra y Félix Paiva. Cuando el siguiente de la lista, Eusebio Ayala, intentó quedarse una apocalíptica guerra civil estalló.
La batalla decisiva se libró entre el 13 y el 16 de noviembre de 1922, en Ka-í Puente. Como pródromo en sus alrededores se libró el primer combate aéreo en cielos sudamericanos, entre un piloto inglés veterano de la Primera Guerra Mundial, y un rebelde paraguayo.
Expertos alemanes que habían participado de la Gran Guerra Mundial cavaron unas trincheras dignas de El Somme o Verdún para el enfrentamiento entre dos facciones del mismo partido gobernante en Paraguay, el Liberal.
Tanto el detonante de la guerra civil como su conclusión apuntan a Eusebio Ayala, que se aferró a la silla presidencial, como el gran responsable de la conflagración fratricida.
La guerra civil estalló a raíz de un veto de Ayala, que quiso permanecer en la presidencia y rechazó elecciones inmediatas dispuestas por el Congreso. Luego retiró su veto pero ya no se pudo evitar la guerra, porque lo que sus antagonistas deseaban era su inmediata renuncia.
La guerra duró hasta que Eusebio Ayala se rindió ante la evidencia, y decidió renunciar luego de un año de sangrienta guerra para dar solución al conflicto. La guerra civil, como siempre ocurre en estos casos, dejó un rastro de rencores, resentimientos y rivalidades.
Un connotado héroe de la guerra del Chaco que se vendría una década después, Luis Irrazabal, protagonizaría un famoso altercado con su jefe José Félix Estigarribia, único que recibía honores y ascensos a pesar de que el sacrificio era colectivo.
Previamente, Estigarribia maliciosamente había enviado a jefes como Plácido Jara, Francisco Brizuela o Mendoza al cuerpo de Irrazábal, a sabiendas que éstos habían sido sus más enconados enemigos en la guerra civil de 1922.
En una importante derrota paraguaya en la guerra del Chaco, en la batalla de Strongest, también se habló que una de las causas del revés paraguayo fue un antiguo encono del Mayor José Rosa Vera con otros jefes que participaron de la acción.
Todas estas historias, probablemente, sean parte de esa memoria de la que nunca se habla precisamente porque no se olvida. Después de todo sabemos que solo los muertos ven el final de la guerra. LAW
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