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Cada vez que pretendemos acercarnos a la gran política, aquella que de verdad tiene que ver con la democracia con mayúsculas, nos alejamos más de estas seudo versiones que, desde los distintos puntos de la política de izquierdas, de la falsa y destructiva interpretación de lo que debe ser un Estado de derecho, de los predicamentos de quienes se alimentan de rencores, viven para la venganza y se expresan como oráculos de las libertades.
Camino de los 91 años, trasiega, hoz en mano, limpiando maleza. Piensa que las cumbres siempre serán valoradas si saben conservar los caminos que bajan hacia el pueblo. De noche, llora en silencio, porque el consuelo fatuo, de día, lleva mucho de cortés y poco de comprensión. De día, camina miles de pasos en busca de los “otros”, los que no conocen las “cumbres”.
Hoy he leído la noticia de una mujer, cuyo nombre no voy a decir, que, tras haber intentado suicidarse, ha abandonado temporalmente la televisión para ingresarse en un centro psiquiátrico, pero lo que más me ha chocado es que esa mujer era cómica en un programa de televisión. Por lo visto estaba sufriendo un acoso sin tregua en las redes sociales. Que triste es que te acosen, pero que cobarde es que lo hagan por las redes sin dar la cara.
Es lo que han estado haciendo los Borbones desde 1700, y ciertos partidos políticos apoyan la «borbonía» como referente de patente de corso, dado que realizan lo mismo apoyados por eso que llaman Justicia en sus más altas jerarquías, siendo capaces de condenar al cajero por pagar en «negro» la reforma de la Sede, y a los arquitectos por cobrar de igual manera.
El Roto tiene viñetas muy interesantes que hacen diana en cuestiones cruciales de nuestra sociedad. Un hombre bien vestido, sentado en un peldaño de una escalera lujosa, piensa: “Mi currículum es auténtico, lo que es falsa es mi vida”. Esta reflexión llega al corazón de la situación política actual en que se ha puesto de moda el anhelo de la “titolitis”.
Está presentando actualmente un programa en la 1 que me ha encantado. Un programa amable, simpático, con un elenco de actores extraordinario y un protagonismo que Rovira lleva con soltura y desparpajo. Con esa gracia malagueña que no se adquiere en las escuelas de arte sino en la leche que se mama. Da su sitio a los entrevistados y los lleva a su terreno con su juego con el guión que maneja a su gusto.
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