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¿Cómo hacer para que las ideologías no absoluticen el poder, sino que pongan en el centro a a la persona? El liberalismo prioriza la libertad personal pero si no lo armoniza con el principio de la igualdad se convierte en capitalismo salvaje; el socialismo prioriza la igualdad, pero si impide el crecimiento económico de las personas y su libertad, se convierte en un régimen de muchos que pueden vivir pero no se crea riqueza (Cuba, Venezuela, la antigua URSS...).
El desarrollo de la economía convencional tal como hoy la conocemos, ha sido en parte debido a la promoción del modelo social de los siglos XIX y XX, sustentado en la tabla del crecimiento únicamente material y tecnológico que sostienen las sociedades occidentales.
El cisne no canta nunca, grazna. En la historia hay una leyenda, que recoge Virgilio y da cuenta de algo inaudito: El cisne, como predicción de su propia muerte, canta. En Grecia el hecho mereció la atención de Esopo (fábula el Cisne y el Ganso), Esquilo (en Agamenon), Sócrates, Platón y Aristóteles.
Las derechas y los políticos inmorales usan, abusan y hacen mucho ruido mediático para sembrar el caos y denigrar al adversario hasta convertirlo en caricatura cosificada y esperpéntica o animal burlesco. El discurso de la confusión impide la reflexión pausada y el diálogo mediante argumentos.
Claro que éste ha sido un “Orgullo” politizado, como lo son cada una de las decisiones. La ideología política impregna nuestras vidas y empapa nuestras entrañas: desde la decisión de madrugar para agolparse en un vagón atestado de más transeúntes o madrugar para anegar las carreteras con coches y respirar aire negro y nocivo. Tampoco el “Orgullo” se escapa de esta liza ideológica que nos tensiona a diario.
Debemos volver a repetir aquella vieja frase cuando un horizonte oscuro se alzaba sobre Europa, “No pasarán”, precisamente en el contexto de la Guerra Civil Española. Ningún término es tan usado a la ligera como el que se compone de la palabra fascismo.
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