El desarrollo de la economía convencional tal como hoy la conocemos, ha sido en parte debido a la promoción del modelo social de los siglos XIX y XX, sustentado en la tabla del crecimiento únicamente material y tecnológico que sostienen las sociedades occidentales.
En este mercado, históricamente, las compañías han vendido y comprado artículos de tierras lejanas, de sitios remotos, como sucedió en la primera comercialización de la Ruta de la Seda a lo largo de Asia central y que conectó a China con Europa durante la Edad Media.
En unos inicios se constató la insuficiencia, lo que, hoy llamaríamos la escasez, frente a esto, actuó el mercado, racionalmente maximizando, economizando y aumentando los medios para satisfacer esos fines ilimitados, es decir una elaboración abstracta y universal del Homos Economicus moderno, sin tener en cuenta una moral común de pertenencia a una sociedad.
Este modelo económico del modelo social de los siglos XIX y XX ha dado lugar, a lo que hoy podemos hablar de liberalismo económico, como afirmaba Karl Polanyi historiador económico, social y antropólogo económico, para el que se introdujo la distinción entre sociedades caracterizadas por la reciprocidad, por la redistribución, y por los mercados periféricos o secundarios (no regidas enteramente por las prioridades de los mercados) al igual que finalmente una sociedad con un sistema generalizado de mercado.
Ni empresario de éxito, ni autónomo, ni asalariado a día de hoy, es requisito necesario para defender el liberalismo económico, el camino hacia la privatización para aumentar “nuestra” productividad, para ser competitivos… es nuestro compañero coetáneo “libre mercado”, sin mirar sistemas de garantía de derechos sociales, de calidad, y sostenibilidad económica para cada uno de los individuos que componen nuestra sociedad.
Por lo que muchos la ven, como únicamente la búsqueda del interés individual centrada en la posesión de materiales en competencia con el resto de individuos, lo que marca la competencia entre seres humanos como el eje fundamental de esta, lo cual nos hace ver que, todo se basa, en un orden natural como especie y por lo tanto irrebatible, lo que marcaríael límite de este individualismo, y en su máxima expresión al Homo Economicus.
La base de este modelo nos aleja de un derecho moral común, de pertenencia a una comunidad humana, en muchas ocasiones en nuestro Ágora particular, escuchamos el mismo discurso que proviene del agricultor como del empresario de éxito, y uno siente la sensación de la perdida de vista del individualismo aristotélico, basado en la adquisición de bienes limitados, teniendosiempre presente, los deseos y los bienes de los demás, y no permitiéndose una separación egoísta de lo que le pasa al individuo como parte de la comunidad.
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