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En defensa del liberalismo

En España definirse como “Liberal” es una invitación a recibir un aluvión de insultos y desprecios por parte de muchos que ni saben que significa este término
Iria Bouzas Álvarez
martes, 26 de julio de 2016, 08:13 h (CET)
Fue por Abril del 2008 cuando Mariano Rajoy nos invitó a todos los liberales del Partido Popular a abandonar el partido y muchos haciéndole caso, nos fuimos.

Era la época en la que Esperanza Aguirre peleaba mediáticamente a brazo partido contra la socialdemocracia que se iba haciendo con todos los estamentos de poder dentro de los Populares.

Aguirre, claramente, perdió la batalla y el PP recibió con los brazos abiertos todos los principios de la socialdemocracia dejando atrás los principios liberales que en su día encumbraron a Aznar como el mago que llevó a España al “milagro económico”.

Con el avance la izquierda rancia y radical que representan entre otros las infinitas corrientes de pensamiento que componen Podemos, el adjetivo “liberal” se está convirtiendo en algo que se utiliza prácticamente como un insulto.

En España tras la Transición la socialdemocracia se ha erigido como la única vía posible en la que un país puede alcanzar el mayor nivel de justicia y equidad.

Y durante los últimos 30 años hemos sido adoctrinados en estas ideas hasta convertirnos en una sociedad infantil y paternalista que busca en “papá estado” solución a todos sus problemas.

Y así nos vemos. Los políticos, seamos sinceros, prefieren la socialdemocracia al liberalismo porque una sociedad dependiente es más fácil de controlar que una sociedad de ciudadanos libres, autónomos y responsables.

El ejemplo más extremo de esto lo tenemos en Andalucía. Una de las comunidades con mayor índice de miseria. Con unos niveles de corrupción política jamás vistos antes. Y una comunidad donde sus ciudadanos siguen sosteniendo y aceptando a un gobierno ineficiente y hediondo que únicamente se mantiene en pié a base de infantilizar a los andaluces a base de subvenciones y subsidios.

El liberalismo no es injusto. Los liberales defendemos una sociedad libre donde esa libertad garantizará la igualdad de oportunidades sin trabas institucionales creadas.

Pero es verdad que los liberales no defendemos la igualdad per se. A diferentes esfuerzos los resultados no pueden ser los mismos.

La socialdemocracia pretende un bienestar universal con un estado que se entrometa en la vida de las personas para redistribuir arbitrariamente los recursos en función de una supuesta justicia social que se basa en unos principios que no tienen por qué ser ni justos ni sociales pero que todos debemos acatar sin rechistar.

Para que los lectores no versados lo entiendan.

Suponga que usted tiene dos hijos. Ambos parten de la misma situación de igualdad de oportunidades, las que le da su familia a ambos por igual.

Uno de sus hijos estudia durante horas y horas. Con su esfuerzo saca sus estudios adelante con buenas calificaciones. Estudia una carrera y un doctorado mientras trabaja en algún trabajo poco cualificado para conseguir dinero y poder salir a estudiar idiomas a otros países en verano.

Por desgracia, su otro hijo no tiene ni de lejos ese amor por el trabajo. Este prefiere pasar el tiempo en la calle jugando en vez de hacer los deberes. Cuando llega a los 16 años deja de estudiar y se pasa día tras día en el sofá de su casa jugando a la consola y durmiendo hasta el mediodía.

Pasan los años. Sus dos hijos se han hecho adultos. EL primero tiene un trabajo muy bien remunerado y el segundo encadena trabajos de poca cualificación y con poco sueldo.

Para la socialdemocracia, esta situación es injusta. Y como tiene el don de la superioridad moral que les permite imponernos a todos su concepto de justicia, articulará una serie de mecanismos que sustraerán una gran parte de la renta de su primer hijo para dárselo al segundo y acusará de malvados a aquellos que pretendan oponerse a ello.

Para el liberalismo, esto supone una aberración y una gran distorsión del concepto de justicia. El liberalismo defiende la meritocracia. Sus dos hijos han hecho méritos diferentes y se merecen obtener resultados distintos, y es obsceno que un estado se atribuya la potestad de robarle a unos lo que es suyo para dárselo a otros.

Los liberales no queremos una sociedad con grandes diferencias. De hecho hay numerosos casos de países en los que a medida que se han ido liberalizando la brecha entre ricos y pobres se ha reducido frente a los países donde la socialdemocracia ha igualado a todos por abajo distribuyendo muy equitativamente, eso sí, la miseria.

Los liberales defendemos la libertad por encima de todo y es la libertad la que a lo largo de la historia la que ha permitido el progreso, la creación de riqueza y los avances en la sociedad.

Ahora bien, quieren seguir usando el término “liberal” como un insulto, los liberales defenderemos la libertad de que puedan hacerlo.

¡Libertad, libertad, libertad!

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