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El pasado 7 de noviembre se cumplieron 50 años de la constitución de la Asamblea de Cataluña. También era domingo, como ha pasado este año, y en la Iglesia de San Agustín en pleno barrio del Raval de Barcelona los habituales de la misa de doce miraban con extrañeza cómo aquel domingo el número de asistentes al oficio dominical había aumentado con unos feligreses distintos de los habituales a la misa del mediodía y totalmente desconocidos en el barrio.
No nos encontramos en la España ilusionada de la transición. En aquellos años también existieron las “peleas políticas”, pero todos, de una forma u otra, buscaban libertad, concordia, progreso. Hoy, 2021, año de la defenestración, la absurda tiranía ególatra totalitaria avanza como lava irresistible.
El hombre camina siempre con el interrogante responsable de su propio misterio. La participación como miembro libre en la aventura, “¿programada?”, del gran misterio que es la “universalidad de la vida”; comienza con la captación de los primeros signos diferenciales a partir del nacimiento: el gusto, el tacto, bienestar y rechazo.
Somos de los que estamos convencidos de que las leyes, las normas que han de surgir efecto sobre la ciudadanía que, en definitiva, va a ser la que va a ser beneficiada o perjudicada por su mandato, no deben ser redactadas exclusivamente para que sean conocidas, entendidas, respetadas y aplicadas por abogados, fiscales, jueces o magistrados, ya que, a quienes afectan directamente, aparte de a los encargados de aplicarlas, es al común de los ciudadanos.
La historia no se puede escribir al albur de unos incompetentes falsificando la tozuda realidad. Es la que es o la que fue, guste o no guste. Su conocimiento sirve para potenciar lo que fue bueno y no cometer los mismos errores del pasado. Mientras no se remedie la vasta incultura que nos rodea, las personas que por su cuenta quieran salir de la supina ignorancia, se privarán de un conocimiento global de la historia de su país y del engrandecimiento de su propio espíritu.
Este partido habría sufrido una mutación pandémica que lo habría convertido en un agente patógeno capaz de arrasar la sui generis democracia formal española al poseer un ADN dotado de la triple enzima tardofranquista (mantenimiento de la unidad indisoluble de España, control estricto de la inmigración y retorno al pensamiento único heteropatriarcal).
Este aparente juego de palabras no es, ni más ni menos que la “POLIS DEMÓCRATA” de cualquier sociedad. Las libertades, que hoy son utilizadas como antorchas para quemar y destruir lo común, no AGLUTINAN, porque lo que quieren es IMPONER y eso rompe el concepto básico de la ÉTICA.
Y ahora vamos al título de este comentario. “No tenemos enmienda”. Grupos de jóvenes y no tan jóvenes, aprovechan el escaso movimiento de vehículos y de viandantes por la zona, para organizar botellones y fiestecitas por la parte alta de la urbanización o en la propia vaguada que la divide.
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