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Salían los mineros, de modestas casas, con sus caras limpias sus ropas lavadas. Era muy temprano, casi madrugada, porque hasta la mina la senda era larga. Y había que llegar, antes que sonara, desde el castillete la recia campana.
La literatura no es otra cosa que escribir sobre lo que uno ha vivido. Ese es el soporte. Una cimentación a la que después, poco a poco, gracias a los revestimientos se le va dando forma y decorando, por la culpa innata de la imaginación. La guinda final.
Salían los mineros, de modestas casas, con sus caras limpias, sus ropas lavadas.
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