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La sede de Pedro yace vacante y el mundo contiene el aliento. Mientras los medios y las redes sociales calculan votos y afinidades, y las cámaras enfocan la chimenea de la Capilla Sixtina —donde Miguel Ángel dejó su visión de la grandeza y la fragilidad humana—, los cardenales se recogen para dar continuidad a un rito que, mirando al futuro, encuentra sus raíces en la solemnidad del pasado.
Este 7 de mayo, 133 cardenales se encierran en la Capilla Sixtina para elegir al sucesor del papa Francisco. Este evento, marcado por el hermetismo y la tradición, ha capturado la imaginación del cine durante décadas. A la espera del humo blanco que anunciará al nuevo pontífice, repasamos siete películas que exploran el universo papal, desde dramas históricos hasta thrillers contemporáneos, films que invitan a reflexionar sobre esta institución divina y humana.
Este siete de mayo, se inicia el cónclave para proceder a la elección del nuevo papa, gestor universal de la Iglesia y representante de Cristo, Mesías, Hijo de Dios, enviado para la salvación del hombre y refugio de todos los que no tienen ni hogar, ni ilusión, ni futuro donde acudir.
El poder detrás del trono. El imperio del capital mundial es el único y verdadero imperio que ha existido. Se colige es una “sociedad u organización secreta”, ojalá, este imperio no se entrometan en la elección del nuevo Papa. Siempre existen intereses de capitales, de orden social, político, militar, económico, laboral y etc. Este, imperio como organización que todo lo quiere administrar para su lado, seguro están jalando agua para su molino.
Este miércoles, 7 de mayo de 2025, comenzará en el Vaticano uno de los procesos más enigmáticos y trascendentales de la Iglesia Católica: el cónclave para elegir al sucesor del papa Francisco, fallecido el 21 de abril a los 88 años. Con la Capilla Sixtina como escenario y bajo estrictas normas de seguridad y secreto, 133 cardenales de 70 países deliberarán hasta alcanzar un consenso sobre quién guiará a la institución.
Tucídides, conservador y coetáneo de Pericles, fue un historiador griego que descubrió la historiografía científica para, desde el realismo político, ver el binomio causa-efecto que incide en las relaciones entre naciones. En su obra (Siglo a.c.), ‘La historia de las guerras del Peloponeso’, afirma que el motivo del conflicto Esparta-Atenas fue debido a la trampa, desafío y miedo entre polis griegas, Atenas en ascenso y Esparta en retroceso.
Soy consciente de que el «cónclave» del próximo 07/05/25 (en latín, ‘habitación cerrada con llave‘) para la elección del nuevo Papa, sucesor de Francisco, no interesa a muchísima gente. Entre otras cosas porque un cónclave o reunión de «príncipes de la Iglesia» para elegir a la persona que va a regir el destino de más de 1000 millones de católicos es algo medieval, oscurantista y, todo lo contrario de lo que debería ser una democracia.
El pontificado de Francisco I ejercido desde mediados de abril de 2013 hasta el 21 de abril 2025 ha sido uno de los pontificados mejor representados con el liderazgo y visión de Jorge Mario Bergolio, sacerdote de origen argentino que ha marcado verdadero parteaguas en la historia reciente de una de las instituciones más longevas del mundo: la Iglesia.
Antes de todo quiero dejar muy claro que no soy, ni nunca he sido racista, leamos bien e interpretemos de la mejor manera posible, y es el Señor quien se lleva la Gloria, no el ser social. La vida premia la honestidad, sinceridad y, la disciplina tiene un canon, pesa onzas y el arrepentimiento pesa toneladas.
El reciente fallecimiento del papa Francisco ha abierto un espacio de reflexión sobre su legado, marcado por un pontificado de cercanía global y un particular distanciamiento geográfico: su tierra natal. A lo largo de su papado, Francisco visitó países como Brasil, Ecuador, Bolivia, Paraguay, Cuba, México, Estados Unidos, Colombia, Chile y Panamá. Sin embargo, Argentina, el hogar que lo vio nacer y crecer, nunca fue destino de sus viajes papales.
La luz de Francisco no se va a apagar nunca. Esto no pretende ser un aforismo, un adagio o una premonición como las del redivivo Parravicini. Por el contrario, es una triste advertencia a ciertas izquierdas que no pierden la oportunidad de acometer a contramano contra la historia, aún a costa de su propia supervivencia.
No podía haber elegido mejor día para encontrarse cara a cara con el Padre. Para Francisco también llegó la Pascua. Me lo intuí durante la bendición “Urbi et orbi”. Estaba muy malito. En diversos momentos parecía que se quedaba dormido. Los que leían el mensaje pascual en su nombre, le miraban de reojo con cara de preocupación. Él sabía que se estaba muriendo.
Hace unos días terminé la lectura de la autobiografía del Papa Francisco “Esperanza”, que como un libro abierto deja entrever todas las improntas que han rodeado su vida desde su nacimiento en Buenos Aires, el 1 de diciembre de 1936. Son numerosos los relatos, reflexiones y los avatares de tipo social, político o religioso que narra hasta llegar a ser cabeza visible de la Iglesia.
Justo, en este instante en el que nos deja un referente humano, que ha sabido custodiar todo y a todos, especialmente a los más desfavorecidos, para irse a la Casa del Padre, dejándonos una estela de vivencias y emociones imborrables, a través de sus encíclicas, exhortaciones y cartas apostólicas, se me ocurre evocar su eterna pulsación, que no ha sido otra que la entrega como guardián del análogo y aquello que nos circunda.
Francisco comenzó su Papado bajo el signo de la "Franciscomanía”, fenómeno sociológico que logró que una persona sin conocimiento previo de los entresijos del Poder Vaticano se convirtiera en icono de la juventud, insuflara vientos de cambios y devolviera la ilusión y la esperanza a unos fieles sumidos en la perplejidad y la desilusión.
Hemos terminado la Semana Santa, una semana pasada por agua en bastantes sitios desluciendo las estaciones de penitencia que tienen por costumbre salir a la calle las distintas hermandades a lo largo y ancho de nuestra geografía en una reproducción de imaginería religiosa reproduciendo escenas de la vida de Cristo de nuestra religión católica.
Tras confirmarse el fallecimiento del papa Francisco a las 7:35 horas de este lunes, 21 de abril de 2025, el Vaticano activó un protocolo fúnebre y de transición actualizado por el propio pontífice, quien en 2024 reformó el 'Ordo Exsequiarum Romani Pontificis' para simplificar ritos y enfatizar la humildad. Este proceso incluye desde la constatación oficial de la muerte hasta la elección de un nuevo líder de la Iglesia para los 1.400 millones de católicos del mundo.
Empezamos el 20 aniversario del traspaso de Juan Pablo II. El pasado 2 de abril hizo 19 años de su muerte, aquel día caía en la víspera de la fiesta de la divina misericordia (del próximo domingo, al término de la Octava de Pascua). El papa Wojtyla proclamó esta fiesta, de algún modo resumiendo su pontificado, como tenía preparado decir aquel día en cuya víspera murió.
La huella dejada por Benedicto XVI es un tratado de coherencia viviente, un humanismo abierto a los pulsos de la mística, que nos crece internamente, a poco que nos adentremos en sus luminosos vocablos, al tiempo que nos recrea el alma de entusiasmo, cuánto más vivamos sus alentadoras enseñanzas, que nos ayudarán a levantar la mirada en rogativa permanente, en gratitud y gratuidad recibida y donada.
El viaje histórico a Mosul, capital de la provincia iraquí, del Papa Francisco, precisamente se ha trazado bajo esa aspiración, la de recobrar los corazones destrozados de dolor. Necesitamos, desde luego, no malgastar el tiempo al servicio de nuestros propios intereses egoístas, personales o de grupo, sino al auténtico servicio del amor. Lo realmente significativo es escucharnos, ¡nunca callar voces!, recapacitar y repensar para que la destrucción y la muerte dejen de arruinarnos como especie.
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