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“En su estado más genuino y desinhibido. Por muchas máscaras y disfraces que usemos, la verdad de cada uno siempre acaba asomando la patita por debajo de la puerta. Porque al final, por mucho que intentemos esconderlos, todos los calzones se secan al sol”: Es el cebo publicitario del libro ‘A calzón quitado’ de ‘La Volátil’, seudónimo de Agustina Guerrero. Ajustado al fondo y fuera de contexto, viene al caso porque define la anunciada Sesión de Control al Gobierno.
Que la guerra interna del Partido Popular sea analizada -con amplitud y abundancia en los medios de comunicación- como una lucha fratricida y personalista -por no decir como un Juego de Tronos- por liderar la derecha, oculta la realidad. Destacar la ruidosa trama de espionaje o el escandaloso caso de corrupción confunde e impide ver en qué circunstancias ha tenido lugar este estallido.
Lo que hoy está ocurriendo en el seno del Partido Popular no afecta solamente a la vida interna del partido ni a sus militantes y cargos orgánicos. Es toda España la que hoy mira a la sede de Génova 13 con la preocupación de que un edificio sólido desde hace casi cuarenta años (y no me refiero a los ladrillos), se tambalea de forma muy peligrosa para su estabilidad y la de la gobernabilidad nacional.
“Los partidos políticos expresan el pluralismo político, concurren a la formación y manifestación de la voluntad popular y son instrumentos para la participación política… Su estructura interna y funcionamiento deberán ser democráticos” (Constitución, Art. 6). Partido político, según el diccionario (acepción 5), es un “Conjunto o agregado de personas que siguen y defienden una misma opinión o causa”.
Huele a podrido en el Partido Popular. Esa podredumbre la han acercado a la formación política los ahora atrincherados, Pablo Casado y Teodoro García Egea. No por casualidad ya son conocidos como «FraCasado» y «Traidoro». Del paro no sé si saldrá mucha gente para trabajar, pero el ingenio sale por todas partes. No sé qué hubiera pasado si presencia este espectáculo don Manuel Fraga, pero sí sé que algunos saldrían a gorrazos y lamiendo los destrozos causados.
Llegó la hora de las lamentaciones, de las excusas, de cargarles las culpas a los demás, de buscar la salvación a cualquier precio o del “ya te lo decía yo”; pero nadie tiene la valentía de pedir perdón, dimitir o admitir que su gestión ha sido equivocada y un quebranto para el partido. Nada de todo ello le va a valer a este PP de hoy, afectado por uno de los mayores y más absurdos escándalos que se han visto desde que en España entramos, al menos nominalmente, en una democracia.
En las instituciones donde existe la jerarquía siempre hay personas capaces e incapaces. Las primeras se dedican a trabajar en silencio poniendo lo mejor de su saber al servicio de llevar a buen término el quehacer que los ocupa. Los segundos, es decir, los incapaces son los llamados trepas que a lo único que dedican su tiempo es a intimidar, crear discordia, interferir ya que por sus propios medios no conseguirían nada y mal meten todo lo que pueden.
Del conflicto que hay entre Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid, y los dirigentes nacionales del Partido Popular, se siguen conociendo nuevos detalles y supongo que surgirán más en los próximos días. Por lo pronto, y salvo aclaraciones posteriores, creo que el presidente Casado no ha estado acertado en los comentarios que hizo en la cadena Cope.
Todo plan estratégico tiene un objetivo. Y es ahí donde debemos colocar el foco para atar cabos en la guerra del Partido Popular. Para sorpresa de nadie, el de Pablo Casado es la Moncloa. Como cualquier otro político voraz e insaciable de poder, todo sacrificio sería poco para lograr su ansiado propósito. La instauración del noísmo por antonomasia hacia el gobierno y un discurso cada vez más al borde del precipicio derecho lo constatan.
Tomo el título de la crónica con la que cerré la pasada semana y la verdad es que cada día todo va mucho más emprecochado en su propio gallinero y para la empobrecida democracia hasta incluso dentro de los de su banda. Aunque no tiene uno que escuchar las declaraciones de Zapatero y Felipe González si la pasta gansa del Emérito con trapicheos no es también un peligro para la democracia.
La larga historia de un partido, como es la del Partido Popular, que viene prestando relevantes servicios a España con el esfuerzo, el tesón y la generosidad de millones de votantes y simpatizantes y miles de cargos públicos honestos y leales, no puede verse mancillada por una infantil y esperpéntica lucha interna de poder.
Debo confesar que nunca he pertenecido a ningún partido político, ni he tenido apetencias de participar activamente en política. Sin embargo, sí he estado (y estoy) interesado en lo que ocurre políticamente en España y en el resto del mundo, igual que me interesan los deportes, las reuniones con mis amigos y las tertulias con grupos afines.
Las discrepancias internas entre los distintos sectores del PP cada día se han estado haciendo más evidentes y, pese a lo que nos pueda doler a los que siempre hemos votado por dicha formación, no podemos alegar sorpresa ante lo que acaba de venírsenos encima. Es la maldición de la derecha, su talón de Aquiles: en cada ocasión en la que se le ponen las cosas a huevo, encuentra el medio más eficaz para echarlo todo a perder.
Isabel Díaz Ayuso ha destrozado al cavernario Partido Popular de «Génova» por mentiroso, mafioso y trapacero. Hacía tiempo que en el PP habían encargado una investigación sobre ella, pero siempre lo negaron. La sombra de la presidenta madrileña era excesivamente alargada y eso un líder, sobre todo un líder torpe, no es capaz de asumirlo.
Empezamos a estar hartos y a tener la desagradable impresión de que no hay un solo político, de los que actualmente componen las cámaras de representación españolas, que sea capaz de interpretar razonablemente, en sus justos términos y con solvencia lo que de verdad quiere una parte importante del electorado español, que no se circunscribe, en modo alguno, a estos señores de izquierdas que pretenden hacernos creer que están por encima de los que no pensamos como ellos.
¿Cuáles fueron las causas de la aparición de VOX como Partido Político?: la “deformación y degradación” de los dos Partidos mayoritarios. La “prudencia mediática” del Partido Popular. La “inacción y pasividad” ante problemas del día a día de la sociedad. La “egolatría y el egocentrismo” de los dirigentes de los partidos...
Pasadas las elecciones en Castilla y León empezamos a pensar que el demonio no es Unidas Podemos ni el permanente fraude socialista, que también, sino el predicador de embustes y zafio retorcido, don Teo. Precisamente, en sus intervenciones y mentiras, con la aquiescencia de algunas asistentes de su partido, casi todas mujeres, ya se trasluce la imagen que Cayetana Álvarez de Toledo demuestra a las claras en «Políticamente indeseable».
Sin historias, admitamos que las elecciones autonómicas en CyL, adelantadas, las convocó el presidente Fernández Mañueco porque quiso. Tenía capacidad para hacerlo, y lo hizo. Se pueden valorar sus motivos o porqués, pero si se hace también hay que ver qué motivos y porqués son los que animan a quien los valora.
-¿Entonces Vox ha sacado…? -13 escaños. -¿Y el PP reside en Génova...? -¡13!
Es obvio que los hay que están hechos para sacar de las peores circunstancias algo positivo y, también es cierto que aunque la propaganda sea lo más adversa posible, las fuerzas puestas en la defensa de un objetivo sean desproporcionadas y los encargados de luchar contra ellas no hayan calculado los efectos de una decisión harto temeraria; siempre queda un resquicio por el que la justicia, la sensatez del pueblo sepan poner sentido común.
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