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Alquilé un piso a un hermano y nada hice, sólo abrí la puerta para que lo viesen y se lo quedaron. Con la crisis encima, acepté su invitación a comer para agradecerme mi éxito en el alquiler, nos bajaron el sueldo y la paga de diciembre será un 30% menor. Esta es la cometa de arena contra la que no se puede luchar.
En bombacha hace flexiones en la barra (un metro y setenta y siete centímetros de muy buena madera) engrampada en la pared lila. Hoy es viernes feriado nacional y nuestra kinesióloga no trabaja ni concurre al seminario de posgrado. Pudo haber ido a un picnic con gente del hospital, en Virreyes. No se suspendía por lluvia y garúa desde el amanecer. Pudo haber presenciado el ensayo de “Los Húsares” en el Centro Dramático Buenos Aires.
Supo de mi romance veraniego con mi co-terapeuta. Y del affaire con la acompañante psiquiátrica que trabajó en la Clínica pocos meses, durante la temporada que tuvimos completo el cupo de internados, y en la que llevamos adelante el Congreso sobre psicosis en el auditorio de Johnson y Johnson. Cuando la doctora Julieta W. me dio calce, no especulaba en ligar con ella.
En medio del infierno, las llamas devoraban las almas de los impuros, de aquellos que en la tierra dañaron a otros. Desde mi perspectiva el paisaje era hermoso, los gritos de aquellas almas eran un sonido grandioso con aroma a justicia, lástima que las victimas de sus maldades no pudieran ver que su mundo era injusto pero el mío era implacable.
El hecho, milagro, prodigio, ¿quién lo sabe?, ocurrió allá por el año mil ciento y pico en un pueblecito del Norte de Francia, de no más de cincuenta habitantes ubicado en un ameno valle al pie de unas montañas. Sus casas se encontraban junto a un alegre y cantarín riachuelo de no mucha profundidad en el que abundaban los lucios, las percas y las truchas de las que los pacíficos habitantes disfrutaban pescando en sus ratos de ocio.
Caminaba sin rumbo fijo. Iba con la cabeza agachada. Si alguien hubiese reparado en él hubiera observado en sus ojos una tristeza y amargura infinitas. Juanito no sabía a dónde ir. Llevaba por lo menos tres horas andando. Era una mañana fría de invierno. El aire frígido le calaba hasta la médula de los pobres huesos de su cuerpecillo de nueve años.
El vecino Filiberto esa noche sonó y se despertó gritando, te amo, te amo, y era tan fuerte el grito, que él mismo logró sacarse de su sueño profundo y mágico y una vez despierto pensó: si alguien, escuchó mis gritos de seguro estará pensando está loco ese. Pero, que importa lo que piensen de notable imaginación.
Microrrelatos: 'Relaciones de dolor y alegría', 'La realidad de la ventana' y 'El libro cansado y viejo'.
Una joven dama argentina casada se halla con un mexicano licenciado en abogacía. Tienen un hijito y una mansión en ciudad de México. Ella era cancionista de tangos hasta que se produjo su enlace, sin lo que se dice amor-amor, para acceder así, legalmente (por la puerta grande, principal), a la suprema misión a la que una mujer muy mujer está destinada: dar a luz y consagrarse al retoño.
Mis sentidos comenzaron a salir del letargo en el que sin saber cómo se habían sumergido. Mis ojos no se abrieron, pero mi cuerpo se sintió flotar al igual que mi larga y rizada melena rubia, mi paz fue sustituida por una agitación extraña y la mente me jugó una mala pasada rebobinando mis recuerdos hasta las últimas imágenes en las que únicamente veía sangre.
Comprometo. Las comprometo. Las comprometo ante sus novios y sus maridos. Ante sus hijos y sus padres. Incluso las comprometo ante sus vecinos. Ante sus furtivos amantes las comprometo. Abordándolas en las calles las comprometo. En todo tipo de espacios públicos las comprometo.
He pasado cien años esperando dulces palabras tiernas de un galán enamorado, un susurro en la noche cuando el desvelo harta y saltas de la cama, un hecho que coincida con estos sentimientos que no están tan muertos, un abrazo apretado que dice: "te amo", que me entibiara el alma y de paz llenara.Creo que fueron unos cien años o más.
Ahora déjenme en paz.Pues que mal se pasa con ustedes, no quiero nada de ná.
Quise a Bertito,
quise a Pochito
y a Pedrito,
pero mi futuro estará
donde marquen las estrellas,
no puedo desprenderme
de ellas.
Escribir, porque ya no sé
que más hacer,
esperando el momento
se seca mi voz
el amor no encuentro
y sólo tengo tos.
Dejar la vida andar a su ritmo lento, fenomenal, permitir el desprecio de aquel ser que nada significó para mí, que me criticó y denunció por mis acciones. Desear seguir teniendo amistades para presumir de ellas, no para que tengan mi eterna e incondicional confianza, mejor así, dejar la vida andar y contemplar los paisajes que te ofrece gratis.
Tener la posibilidad de volver a ser libre… no quiero perderla… quiero ser feliz con cielo y tierra, tener la posibilidad de olvidar lo malo, de empezar de cero, que falta me hace,,, tener la posibilidad de olvidarlo todo, no comentarlo, en un rincón del mundo, olvidarlo.
La mentira se ahogó en tu ser.
La calle está desierta. Es el mes de julio, sábado, a la hora de la siesta. La ciudad de provincias dormita con esa vetusta tranquilidad burguesa del que sabe que nada va a pasar.
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