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Vives en libertad si eres capaz de tomar decisiones a pesar de los condicionamientos externos. Si te condiciona el dinero, la salud, la edad o el éxito personal, se resentirá tu capacidad de actuar libremente contra las dificultades.
La vida, por sí mismo, es un mero ejercicio de reencuentros; a los que ha de sumarse el espíritu de sacrificio, que es lo que nos ayuda a superarnos, reconociendo nuestras propias limitaciones y el coraje de los demás. Desde luego, es el momento de ponernos en práctica corporativa, tanto de vivir los sanos lenguajes que nos aproximan, como de activar los sueños Olímpicos y Paralímpicos París 2024.
Está visto que no evolucionamos mar adentro, continuamos sin abandonar el camino de la arrogancia y el oleaje comunitario no puede ser más violento, porque no hemos renunciado aún al estilo agresivo en el que nos movemos, en vez de adoptar una dócil corriente de entendimiento entre análogos.
Hace unos cuantos años el Papa Francisco realizó en su encíclica “Laudato Si” (2015) una denuncia que en su momento sonó poderosa y se fue diluyendo, como todo en este mundo líquido: criticó una sociedad que trata a las personas y a los recursos naturales como objetos desechables, promoviendo de esta manera un estilo de vida basado en el derroche y la falta de respeto por la dignidad humana y el ambiente.
Las numerosas incógnitas nos abruman desde las primeras edades, con los años parecen incrementarse, las cosas se complican. Nos centramos en las inquietudes personales, apenas tenemos arrestos para enfrentarnos a los desarreglos colectivos. Hemos de funcionar con todos los recursos disponibles, los naturales y cuantas aportaciones se produjeron en las sucesivas generaciones.
Ya hace décadas que la educación, la enseñanza, ha dejado de ser aprender las “cuatro reglas”. Desde hace años todo es más amplio y más complejo, ya que desde la tendencia conservadora, por ejemplo desde la ideología de Vox, no se habla solo de enseñar, se habla de educar: educar es un concepto amplio, que incluye contenidos, pero con valores.
Nos hemos globalizado, pero no humanizado; sólo hay que adentrarse por los caminos del orbe y divisar los horizontes de todos los continentes y culturas, para observar un mundo desgarrado y atormentado por la violencia, en el que prolifera el hambre y la pobreza. La sociedad tiene, pues, que despertar.
Siempre habrán ideas que dilucidar como condición 'sine qua non' en donde se escenifican biodramas, auto ficción, realidades, dramas, acción, que, danzan en la ambivalencia, de lo que es y no es, como aquel estado anímico donde coexisten dos sentimientos opuestos, como la guerra y la paz; el amor y el odio.
Tengo debilidad por esa gente joven que se estimula con la esperanza, que trabaja sus propias habilidades para ponerlas al servicio de la sociedad, con el sueño de construir un mundo próspero y sostenible para todos. Por eso, hay que escucharlos. Esperan respuestas que no sean superficiales, replicas que les hagan reflexionar.
Estamos viviendo unos días de exaltación deportiva y patriótica tan emocionantes en el fútbol y el tenis, que se podría decir que en España no solo de política vive el ciudadano. Tanto la Selección Española de Fútbol como Carlos Alcaraz, están dando testimonio del gran nivel del que goza el deporte español a título personal y colectivo en las dos grandes competiciones en la que están participando: la Eurocopa y el prestigioso trofeo de Wimbledon.
Ansiamos saber de todo, y en cierto modo es natural, porque de cada cosa apenas sabemos nada; montamos los andamiajes para funcionar en los quehaceres diarios a base arreglos esporádicos. En algunos casos, hasta nos dejan boquiabiertos esas soluciones momentáneas. Estamos enraizados en una curiosa madeja de difícil enjuiciamiento global.
Es hora de desterrar el estereotipo de que, en otros lugares o en otra época pasada, el césped es o estaba más verde. No. En todo el planeta, la hierba ha perdido su característica e inherente clorofila y se ha ido tornando yerma, seca y gualda. ¿El motivo? Hemos dejado de regarla. Simplemente, nos hemos despreocupado. Creíamos que ya estaba todo hecho. La culpa es únicamente nuestra; de los seres humanos.
Para que la humanidad avance, hay que contar con todas las gentes, no dejar a nadie sin hogar, habiten donde habiten y sean quienes sean, con toda su pluralidad de cultos y cultivos, que han de dirigirse hacia el bienestar de las personas y hacia el bien colectivo. Seguramente, tengamos que comprometernos mucho más, si en verdad queremos no dejar a nadie atrás.
El mañana está ahí, abierto a todos y todos somos responsables de lo que nos depare, tanto para las personas como para el planeta. En consecuencia, no se trata únicamente de prever el futuro, sino de ejecutarlo hermanados, a través de un buen obrar armónico y conjunto, crecido de entusiasmo y desarrollado, en base a lo vivido.
En un mundo cada vez más digitalizado, la captación de talento ha evolucionado radicalmente, adoptando estrategias innovadoras que se adaptan a las nuevas dinámicas del mercado laboral. El estudio “The Good Digital Company”, elaborado por Candee, la consultora especializada en captación de talento digital, asegura que el perfil digital junior con formación especializada es uno de los que más busca cambiar de trabajo (34%) y de los más difíciles de captar y fidelizar.
La referencia de hoy rastrea los matices creadores de aires enigmáticos y asombros incesantes. Desprovistos de guías protocolarias, la incertidumbre de los razonamientos multiplica las posibilidades interpretativas. El dinamismo de los procedimientos configura la imagen de cuanto acontece; cabe la posibilidad de quedarse absorto en la contemplación de las estrellas en el firmamento oscuro.
Hoy quisiéramos reflexionar en torno al asunto de la imposición de agendas culturales por parte de lo que los teóricos de la Escuela de Frankfurt denominaron “la industria cultural”, refiriéndose a la producción en masa de bienes y servicios culturales que estandarizan y comercializan la cultura, imponiendo lineamientos que moldean la percepción y el comportamiento de nuestras sociedades.
La escalada de conflictos que no cesan, las tensiones geopolíticas y el creciente caos climático; nos están dejando en la cuneta de los desatinos, lo que debe hacernos repensar, para mantener viva la llama del espíritu. Caer en la desolación tampoco es el recurso para renovarse, crecer y compartir.
Al prestar atención a cuanto se dice por ahí, es llamativa una contraposición que saca a relucir muchas deficiencias subyacentes. Me refiero a esa rotundidad que intenta suplir la falta de buenos argumentos, como si el tono de los pronunciamientos realzara la consistencia de las propuestas.
Cada despertar es el inicio de un principiante recomenzar, de una nueva vida que se hace a través de pequeñas acciones conjuntas, eso sí, con grandes sueños siempre. Luego hay que procurar no endiosarse, para ello la aureola hemos de beberla en ínfimas dosis, para no caer en absurdos embobamientos o en sobredosis de soberbia.
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