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Ansiamos saber de todo, y en cierto modo es natural, porque de cada cosa apenas sabemos nada; montamos los andamiajes para funcionar en los quehaceres diarios a base arreglos esporádicos. En algunos casos, hasta nos dejan boquiabiertos esas soluciones momentáneas. Estamos enraizados en una curiosa madeja de difícil enjuiciamiento global.
Es hora de desterrar el estereotipo de que, en otros lugares o en otra época pasada, el césped es o estaba más verde. No. En todo el planeta, la hierba ha perdido su característica e inherente clorofila y se ha ido tornando yerma, seca y gualda. ¿El motivo? Hemos dejado de regarla. Simplemente, nos hemos despreocupado. Creíamos que ya estaba todo hecho. La culpa es únicamente nuestra; de los seres humanos.
Para que la humanidad avance, hay que contar con todas las gentes, no dejar a nadie sin hogar, habiten donde habiten y sean quienes sean, con toda su pluralidad de cultos y cultivos, que han de dirigirse hacia el bienestar de las personas y hacia el bien colectivo. Seguramente, tengamos que comprometernos mucho más, si en verdad queremos no dejar a nadie atrás.
El mañana está ahí, abierto a todos y todos somos responsables de lo que nos depare, tanto para las personas como para el planeta. En consecuencia, no se trata únicamente de prever el futuro, sino de ejecutarlo hermanados, a través de un buen obrar armónico y conjunto, crecido de entusiasmo y desarrollado, en base a lo vivido.
En un mundo cada vez más digitalizado, la captación de talento ha evolucionado radicalmente, adoptando estrategias innovadoras que se adaptan a las nuevas dinámicas del mercado laboral. El estudio “The Good Digital Company”, elaborado por Candee, la consultora especializada en captación de talento digital, asegura que el perfil digital junior con formación especializada es uno de los que más busca cambiar de trabajo (34%) y de los más difíciles de captar y fidelizar.
La referencia de hoy rastrea los matices creadores de aires enigmáticos y asombros incesantes. Desprovistos de guías protocolarias, la incertidumbre de los razonamientos multiplica las posibilidades interpretativas. El dinamismo de los procedimientos configura la imagen de cuanto acontece; cabe la posibilidad de quedarse absorto en la contemplación de las estrellas en el firmamento oscuro.
Hoy quisiéramos reflexionar en torno al asunto de la imposición de agendas culturales por parte de lo que los teóricos de la Escuela de Frankfurt denominaron “la industria cultural”, refiriéndose a la producción en masa de bienes y servicios culturales que estandarizan y comercializan la cultura, imponiendo lineamientos que moldean la percepción y el comportamiento de nuestras sociedades.
La escalada de conflictos que no cesan, las tensiones geopolíticas y el creciente caos climático; nos están dejando en la cuneta de los desatinos, lo que debe hacernos repensar, para mantener viva la llama del espíritu. Caer en la desolación tampoco es el recurso para renovarse, crecer y compartir.
Al prestar atención a cuanto se dice por ahí, es llamativa una contraposición que saca a relucir muchas deficiencias subyacentes. Me refiero a esa rotundidad que intenta suplir la falta de buenos argumentos, como si el tono de los pronunciamientos realzara la consistencia de las propuestas.
Cada despertar es el inicio de un principiante recomenzar, de una nueva vida que se hace a través de pequeñas acciones conjuntas, eso sí, con grandes sueños siempre. Luego hay que procurar no endiosarse, para ello la aureola hemos de beberla en ínfimas dosis, para no caer en absurdos embobamientos o en sobredosis de soberbia.
El mundo arde en mil conflictos. Cuesta entenderse y entendernos, vamos de fracaso en fracaso, porque el mal que causa es continuo. Lamentablemente, con el aluvión de enfrentamientos, también aumenta el uso de la tortura y otras formas de trato inhumano. Desde luego, no hay pretexto para recurrir a esta atmósfera salvaje, que nos está dejando en la cuneta de la destrucción.
Hablemos de élites. El término atesora, en parte, el viejo concepto de aristocracia, evolucionado ahora, si tomamos la palabra en sentido estricto, desde aquella nobleza estamental y jurídica a otra que no depende tanto de la sangre como del mérito. Al menos, eso creíamos los hombres y mujeres a los que nos ha tocado transitar el tiempo a caballo entre el siglo XX y el siglo XXI.
Por regla general, recorremos unos trayectos curiosos en las diferentes edades y situaciones. Los matices abundan, con rasgos de intensidad desiguales, sin que los ritmos comunitarios o personales se mantengan inmutables; con numerosas modificaciones en cuanto a las metas proyectadas.
La vida por sí misma está cuajada de dimensiones, tanto cósmicas como históricas, que nos encienden el soplo creativo, ante el cúmulo de realidades sorprendentes y el conjunto de fisonomías distintivas, anímicas y materiales, intelectuales y afectivas, que caracterizan a una sociedad y que abarca, los diversos cultivos, ya sea de la ciencia, el arte o las letras, las tradiciones, creencias, principios y valores.
Tenemos la mala costumbre de pensar que aquello que en un momento determinado tenemos o albergamos, será para siempre. Pensamos que nuestra vida no puede cambiar como sí que les sucede a otros. La falta de recursos, de salud, las separaciones, las custodias…, todo eso les sucede a otros, pero no a nosotros. No valoramos las cosas tal y como debiéramos hasta que un día lo perdemos de verdad.
Lo mejor que tiene el hecho de ser libre es que te da la oportunidad de elegir y manifestar lo que crees entender como una elección propia, nunca asegurando que pueda ser la mejor, aunque sí pueda ser mejorada. Esa es la gran virtud de la libertad, poder elegir con firmeza sin condenar con odio enfrentista.
Todos tenemos tras de sí una historia que no se contempla, sino que se vive realizándola cada cual consigo mismo, con un ojo puesto en el pasado y otro en el futuro, para tener siempre las manos en el presente, que es nuestro y de nadie más, el cual también nos interroga cada aurora.
En la maravillosa diversidad que nos constituye, hemos de añadir el conglomerado de los sentires y actuaciones de los humanos. Si esto nos provoca algún incordio por desaveniencias, convendremos en su oportunidad; quién sabe a dónde nos conduciría el aburrimiento con su aplanamiento progresivo.
Las pautas que emergen durante la infancia pueden ser buenas o malas, por lo que si se trata de un ambiente contaminado por traiciones, decepciones sucesivas, trampas, engaños y sabotajes, estos niños estarán en un ambiente con un alto nivel de toxicidad. Lo que puede derivar, en la mayoría de los casos, en los clásicos escenarios de prisiones mentales.
Dejémonos estimular por los signos del verso, activemos la voluntad y la mente para repoblar el planeta de menos poder y más poesía, para que en las noches oscuras puedan sobrellevarse las diversas sintonías de andares, con activos sueños colectivos, renunciando a los intereses personales.
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