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Dislocaciones del sentido común

“No es la privación de conocimientos lo que hay que temer, sino el error y los juicios falsos” Mme. De Lambert
Miguel Massanet
jueves, 15 de febrero de 2018, 07:05 h (CET)
Cualquiera en su sano juicio pensaría que, en Cataluña, la función de los Mossos d´Escuadra, como la de cualquier cuerpo de policía nacional o Guardia Civil de cualquier parte de España; entre otras funciones comprendería la de intervenir para evitar alborotos, desmanes callejeros, desórdenes o cualquier otra clase de actos delictivos. No obstante, en las investigaciones que se están realizando respecto a los expedientes abiertos por la actuación de dicho cuerpo de policía autonómica el día del referéndum ilegal del 1.O, van saliendo a la luz determinadas informaciones que chocan frontalmente con la supuesta “colaboración” con el resto de fuerzas policiales del Estado, que dicen poco a favor del comportamiento de dicha policía autonómica y de sus jefes, durante aquella complicada jornada.

Al parecer, las órdenes que recibieron, precisas por otra parte, fueron las de “auxiliar a los heridos y dar consejos a las personas que se encontraban en las inmediaciones de los centros de votación (en realidad separatistas reunidos en torno al centro de votación para tratar de impedir que los mossos pudieran entrar en el recito de la votación para hacerse cargo de las urnas e impedir que se abrieran para celebrar la votación)” Unas órdenes cuanto menos extrañas y ajenas por completo a lo que la Audiencia de Cataluña les había ordenado hacer, algo que consistía en que impidiesen que se utilizaran los locales ocupados para celebrar aquella consulta ilegal. Suena a perogrullada lo de que a los mossos se les encargara “dar consejos” y no órdenes a los que cercaban los centros de votación, entre otras razones porque no corresponde a la policía dar consejos, algo que acaso sería atribuible a pacificadores, políticos, negociadores o cualesquiera otros a los que correspondiera. La policía está para actuar y en aquella ocasión no lo hicieron para colaborar con la Policía estatal y la Guardia Civil, cuando fue necesario que lo hicieran; lo que seguramente hubiera contribuido a evitar que se tuviera que emplear con contundencia la fuerza para hacer cumplir la ley, como fue el caso.

Curiosamente, las órdenes que recibieron cuando dieron cuenta a sus superiores de las cargas policiales que se estaban produciendo, fueron sorprendentemente claras: “no intervenir”, limitándose a permanecer inactivos como meros espectadores. Ello motivó las quejas que formularon policías y guardias civiles respecto a la abulia de la policía autonómica en aquellas ocasiones en las que se esperaba que intervinieran. Otra evidencia, que pudiera parecer de poca importancia y, no obstante, tiene más de la que aparentemente podría pensarse: recibieron orden de no ponerse los cascos, una forma para distinguirse del resto de fuerzas de orden público que se partían el pecho repeliendo a aquellos que los acosaban, con la evidente intención de que las masas que se congregaban estratégicamente para proteger los lugares donde se intentaba votar, pudieran distinguir claramente a la policía que los dispersaba de aquella otra que permanecía sin intervenir. Si, señores, evidencia tras evidencia, que demuestran con nitidez el comportamiento manifiestamente desleal de los mossos y de sus jefes; una actitud que, evidentemente, permitió que aquella votación pudiera celebrarse aunque fuera parcialmente. Veremos si la Justicia es capaz de castigar aquella conducta punible, que tan malos resultados le ha reportado al pueblo catalán que no comulga con la independencia de Cataluña que, por desgracia, sigue padeciendo las consecuencias de aquella jornada.

Y si el caso de los Mossos d´Escuadra ha sido capaz de causar nuestra repulsa, mucho nos tememos que los señores de este extraño Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo, puede que nos haga dudar a los españoles de la conveniencia de que, unos señores que viven alejados de los problemas internos de una nación, que reciben informaciones variadas y en ocasiones poco acertadas, de los problemas que la afectan y que, con toda seguridad, están condicionados personalmente por determinadas reservas, reticencias o cautelas derivadas de la época de la dictadura, que aún, después de tantos años, parece que sigue vigente fuera de España, formando parte de esta leyenda negra, que nos considera una nación díscola y antidemocrática, que se nos ha ido atribuyendo durante años. Es obvio que, desde Estrasburgo y después de unos años en los que ETA ha dejado de matar, la información de lo que supuso para España, con más de 800 víctimas, la actuación de la banda criminal ETA no sea la que disponen estos “sabios” del TDH y también puede ser que ignoren el peligro, la dificultad, las circunstancias y la verdadera catadura de los criminales etarras con los que tuvo que bregar la policía española; de modo que es posible que, aquellos magistrados, tengan un concepto romántico, a lo Dick Turpín o Robin Hood, bandidos generosos que robaban a los ricos y ayudaban a los pobres y no la evidencia de lo que verdaderamente eran: tipos fanáticos, sin sentimientos, dispuestos a matar a traición y utilizando todos los medios para conseguir crear el terror, sin respetar a mujeres y niños en sus actuaciones vandálicas. Si Europa pretende que un tribunal que puede tener todas las buenas intenciones que se quiera, pueda enmendar la plana al Tribunal Supremo de un país de la UE, constituyéndose en una instancia superior y actuando con un evidente desconocimiento de lo que significa detener a dos etarras, dispuestos a matar a la menor ocasión que se les presente, y, por si fuera poco, pretender cogerlos con vida, cuando lo más practico hubiera sido descerrajarles dos tiros y dejarlos abandonados o recoger sus cuerpos y alegar defensa propia, lo cual, conociendo la clase de individuos que integraban la banda ETA a nadie hubiera extrañado. Por el contrario, los dos guardias civiles que apresaron a los dos etarras se tuvieron que abalanzar sobre los dos criminales para conseguir reducirlos. Acaso, ¿pensarán los cultos magistrados del alto tribunal de Estrasburgo, que los dos “angelitos” se dejarían reducir sin prestar resistencia, que habrían ofrecido sus muñecas para que los guardias los esposaran o, por el contrario, se podrían imaginar que habrían forcejeado, resistido y puesto todos los medios para intentar huir, obligando a sus captores a utilizar la fuerza en la medida precisa para conseguir neutralizarlos? Es fácil entender lo que ocurrió, salvo que existan prejuicios en contra.

No, no entraba en los cálculos de los magistrados del TDH el que el Tribunal Supremo español, cuando dictó sentencia sabía perfectamente quienes eran los culpables, los dos asesinos que habían atentado contra un aeropuerto poniendo un bomba, sin importarles las personas inocentes que pudieran ser masacradas en aquella abominable operación. ¡Bravo por la Justicia europea, se lució en el caso de la aplicación a los terroristas de la doctrina Parot, lo que permitió que se tuviera que poner en libertad a una serie de criminales que apenas cumplieron una pequeña parte del castigo que se hubieran merecido y han vuelto a meter la pata decretando que, el Gobierno español, debe indemnizar con 50.000 euros a dos canallas criminales que lo que se merecían era que continuaran en prisión durante toda su vida!

No queremos acabar este comentario sin denunciar algo que no nos hubiéramos creído que pudiera ocurrir, aún que ya ha quedado claro que, Ciudadanos, desde que ganó las elecciones en Cataluña ( lo hizo porque muchos del PP le cedieron los votos ante la evidencia de que en Cataluña el PP no tenía la más mínima posibilidad de sacar un resultado decente y era necesario que, al menos un partido constitucionalista, como en realidad sucedió, consiguiera salir vencedor aunque no pudiera gobernar) ha tomado una deriva absurda, seguramente con la intención de forzar, como sea, que lo que avisan que puede ocurrir las encuestas de estos días, anunciando un sorpaso de Ciudadanos, por delante del PP, en intención de voto, se convierta en un hecho consumado. No nos gusta y creemos que tampoco a los propios votantes de Ciudadanos, su cohabitación, un tanto incomprensible, con los señores de Podemos, en un intento de forzar en el Parlamento el cambio de la actual ley Electoral. Puede que les asista la razón en cuanto a las imperfecciones de la Ley D´Hont y el hecho extraño de que, en localidades de pocos habitantes, el voto tenga más valor para la elecciones de representantes que en las grandes urbes; no obstante, resulta poco menos que incomprensible que un partido de centro izquierda, como se proclama Ciudadanos tenga la tentación de juntarse con los comunistas bolivarianos de Podemos y con IU, para pactar ir en contra del Gobierno; algo que, al parecer, se ha convertido en una práctica habitual, aunque hay que reconocer que el PP, que ha entrado en fase de autodestrucción, hace todo lo posible para que sus actuales aliados, merced a los cuales puede seguir gobernando, carguen en su contra, dadas las andanadas que desde el PP les vienen dedicando a los seguidores del señor Rivera.

No vemos la manera de que pueda formarse un bloque capaz de enfrentarse a la izquierda española, en la que incluimos al PSOE del señor Sánchez, aunque ahora permanezca comedido, si el PP y Ciudadanos (este último ha subido como la espuma en las últimas encuestas) no son capaces de entenderse en un futuro, de modo que tengan la sensatez de formar un bloque que contrarreste a comunistas y separatistas que, llegado el momento, no van a tener ningún inconveniente en ponerse de acuerdo, si tienen la posibilidad de hacerlo, para desbancar al bloque de los conservadores. Claro que el afán de poder, tanto en el PP como en Ciudadanos, es tal y las respectivas direcciones están tan obsesionadas en conseguirlo, que lo probable es que sean incapaces de remar juntos para conseguir que España supere esta etapa de incertidumbres, luchas y enfrentamientos a los que pueden conducirnos, sin duda alguna, incluso logrando que seamos expulsados de la UE.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, tenemos el convencimiento de que, si en el PP no se produce una rápida catarsis, que sea capaz de provocar una renovación total de sus actuales directivos, poco podemos esperar de los actuales si se les sigue votando para que sigan en el poder. No es algo que se pueda dejar para de aquí a unos meses o para las próximas elecciones, precisamente porque ya nos encontramos a pocos meses de las autonómicas, en las que una nueva dirección del PP, formada por personas de valía, ajenas por completo a la bazofia de la corrupción que afecta a una cantidad demasiado numerosa de miembros de la dirección del partido de Rajoy, podría volver a ilusionar a todos aquellos decepcionados por las actuaciones de algunos de los actuales miembros del partido, incluidos el presidente y la vicepresidenta, si hubiera caras nuevas de personas capaces y, lo más importante, libres de las manchas que han venido afectando a los actuales inculpados por corrupción. En caso contrario, señores, es muy posible que dejemos de tener partido de derechas durante muchos años.

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