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Límites a la maldad

¿Se puede poner fin a la violencia institucionalizada tan extendida?
Octavi Pereña
martes, 20 de marzo de 2018, 00:50 h (CET)
Gaël Faye, escritor y rapero de Burundi, en respuesta a las preguntas de la periodista Ima Sanchís, dice: “Soy un pesimista que cree en el futuro. Entiendo la paz como un intervalo entre guerras, porque es mucho más fácil dejar salir los bajos instintos que perseverar en el diálogo, la búsqueda de la empatía y el compromiso. La espiritualidad tiene esta fuerza, pero a menudo se aplica mal…El genocidio es el crimen de los crímenes, Solamente los seres humanos tenemos la estúpida idea de borrar de la tierra a unos otros de su misma especie. Lo hemos traicionado todo: Dios, nuestros valores, la cultura. He vivido con esta vergüenza…Y he conocido personas justas. Ellas son nuestra luz. No podré explícame nunca como entre hermanos de una misma familia los hay que dejan matar a sus vecinos y otros tienen la fuerza moral de decir que no arriesgando su vida…Yo me apoyo en aquellas personas para construir mi propio optimismo. Me digo que esta es la humanidad y el resto un fracaso de la humanidad, la estupidez. Esto es lo que el genocidio me ha enseñado: la parte de luz.

Estas reflexiones de Gaël Faye exponen las contradicciones que se observan en el comportamiento humano. Son un claro-oscuro que refleja que no todas las personas llegan al extremo de la corrupción moral como para cometer genocidios, campos de exterminio, gulags siberianos y un largo etcétera que escandaliza a las personas sensibles. Si se dan en el hombre grados de perversidad y que en el estercolero brote un clavel rojo que despierte esperanza en el hombre no se debe a su bondad innata, sino a la voluntad divina que en su misericordia da más a unos que a otros. La declaración divina no da lugar a la duda: “De justo no hay ni aun uno”. Todos somos pecadores y como tales todos estamos condenados a la muerte eterna, de no ser que la misericordia de Dios conceda a los escogidos el regalo de la fe en su Hijo Jesús que les otorga la vida eterna.

A medida que avanza el tiempo y se acerca el fin, la maldad humana se irá manifestando con más crueldad. Las fechorías que se cometen hoy diariamente, unas pocas ocupan amplios espacios en los medios de comunicación, la mayoría permanecen en el anonimato, se las silencia. Los ateos acusan a Dios de ser el responsable de los males que nos irritan. A quienes critican a Dios por su supuesta indolencia ante los conflictos que nos afectan les ruego que lean la Biblia. Si no lo han hecho, les transcribo una porción para que se den cuenta de que Dios no es indiferente al drama que se representa en el escenario Tierra: “Así dijo el Señor: Paraos en los caminos, y mirad, y preguntad por las sendas antiguas, cual sea el buen camino, y andad por él, y hallaréis descanso para vuestra alma. Mas dijeron: No andaremos. Puse también sobre vosotros atalayas, que dijeron: Escuchad el sonido de la trompeta. Y dijeron ellos: No escucharemos. Por tanto, oíd naciones, y entended, oh congregación, lo que sucederá. Oye tierra: He aquí yo traigo mal sobre este pueblo, el fruto de sus pensamientos, porque no escucharon mis palabras y aborrecieron mi Ley. ¿Para qué a mí este incienso de Saba, y la buena caña olorosa de tierra lejana? Vuestros holocaustos no son aceptables, ni vuestros sacrificios me agradan. Por tanto el señor dice esto: He aquí yo pongo a este pueblo tropiezos, y caerán en ellos los padres y los hijos juntamente, el vecino y su compañero perecerán” (Jeremías 6:16-21).Tal vez el lector dirá que esto es injusto .Cuál es el concepto que debe tenerse sobre la justicia: ¿El nuestro o el de Dios?

El Señor no permanece silencioso y le dice al profeta Jeremías: “Levántate y vete a casa del alfarero, y allí te haré oír mis palabras. Y descendí a casa del alfarero, y he aquí que él trabajaba sobre la rueda. Y la vasija de barro que él hacía se echó a perder en su mano, y volvió e hizo otra vasija, según le pareció mejor hacerlo. Entonces vino a mí palabra del Señor diciendo: ¿No podré yo hacer de vosotros como este alfarero, oh casa de Israel? Dice el Señor. He aquí como el barro en la mano el alfarero, así sois vosotros en mi mano, oh casa de Israel” 18: 2-6). Dios como nuestro Creador que es ha hecho las cosas como mejor le ha parecido, eso sí, siempre dentro los límites de su justicia perfecta.

En la parábola de los obreros contratados para trabajar en la viña y que a la hora de cobrar el salario convenido de un denario, recibieron la misma paga que quienes trabajaron desde la salida del sol que quienes trabajaron solamente una hora. Quienes trabajaron toda la jornada consideraron injusto el proceder del propietario de la viña. Jesús cierra con estas palabras la parábola: “¿No me es lícito hacer lo que quiero con lo mío?¿O tienes tú envidia, porque yo soy bueno” (Mate 20: 15).

Dios ha hablado a largo de los siglos por medio de los profetas y en estos últimos días por medio el Hijo (Hebreos 1:2), que como los profetas fue rechazado y sentenciado a muerte por blasfemo. A pesar del rechazo al Enviado, Dios el Padre deja constancia del amor que siente por el hombre que no quiere saber nada de Él: Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo a salvo por Él” (Juan 3: 16,17). Hasta el día final Dios seguirá enviando mensajeros que transmitan el amor infinito de Dios hacia una humanidad rebelde. Si los oyentes creen el mensaje impedirá que la perversidad humana pueda manifestarse con toda su virulencia. ¿Será el lector uno de los que creyendo en Jesús contribuirá a frenar la expansión de la crueldad?

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