La periodista Ima Sanchís le pregunta a Rob Riemen, teólogo y ensayista: ¿Qué es la vida? La respuesta que recibe: “Complejidad, pero vivimos en una época que no pretendo que la vida sea fácil, diversa, sexi y formidable. Hemos olvidado que la vida es una búsqueda de sentido”. En tanto no se haya encontrado el auténtico sentido de la vida, la existencia es un desbarajuste. Vivir se convierte en algo parecido a lo que hacen las abejas que van de flor en flor buscando el vigorizante néctar. Para las abejas es saludable su comportamiento porque han sido creadas para proceder de la manera como lo hacen, pero no para el hombre. El hombre ha sido creado para disfrutar estabilidad emocional. Nuestra manera de ser catacaldos fomenta la inestabilidad. Deseamos conseguir algo que sea duradero y cuando creemos que lo hemos conseguido se nos escapa de las manos como el agua que queremos atrapar con ellas. A empezar una nueva búsqueda que tendrá idéntico final. Y así indefinidamente. Mientras navegamos en esta etapa de buscar estabilidad en lo inestable lo que se consigue es crear inestabilidad. La instabilidad tiene matices que se refleja en la caducidad de todo lo que hacemos. Las instituciones prestigiosas tambalean. Los matrimonios hacen agua. La fidelidad de por vida de los contrayentes al más mínimo soplo de brisa se rompe el juramento porque otro amor se ha interpuesto en el camino. El respeto que los hijos deben a los padres debido a un concepto equivocado de lo que es libertad, se convierte en odio. El Estado que debería ser la salvaguarda de los ciudadanos se convierte en opresor. La Iglesia que debería ser la primera en manifestar estabilidad porque debería tener a Cristo, que es la Roca, como cimiento, los vientos contrarios que soplan contra ella la derriban. La sociedad actual se sostiene a base de parches. Se tapa un agujero y se abre otro. La situación no durará siempre. Llegará el día que estallara en mil pedazos.
Si creemos que la vida es buscar le sentido significa que no se tiene lo que se busca. Antes que nada se tiene que saber qué es el sentido de la vida. Algunos dice que el cultivo del alma conduce a descubrir el sentido de la vida. ¿Qué es cultivar el alma? Se dice que se la cultiva escuchando buena música. ¿Tenía Goebeels, ministro para la Educación Pública y Propaganda del Tercer Reich el alma cultivada por el hecho de escuchar buena música clásica mientras en la sala adyacente se estaban torturando personas? ¿Habían encontrado el sentido de la vida los filósofos griegos y romanos que se considera que sus enseñanzas pueden aportar solución a los problemas actuales que se deben a la falta de ética de gobernantes y gobernados? Se recomienda la lectura. No basta con leer. Muchos libros son basura. Muchos distraen y nada más. De buenos libros que puedan enaltecer son pocos y estos pocos tampoco dan sentido a la vida. Pueden despertar bellos sentimientos que estimulan a ser mejores personas, pero no dan sentido a la vida. A la hora de la verdad los buenos sentimientos se rinden ante el pragmatismo de .la vida. Las lecturas buenas y estimulantes nos dicen cómo debemos ser, pero no nos dan las fuerzas para convertir los ideales en acciones concretas.
Pienso que para dejar de buscar el sentido de la vida por haberlo encontrado es preciso previamente caer en el desespero, darse por vencido, porque cuando se llega a un estado de total impotencia, del alma puede brotar un desesperado grito pidiendo ayuda: Sentido de la vida, ¿dónde estás? Te busco en el trabajo eficiente, y no te encuentro. Te busco trabajando como voluntario en una asociación humanitaria, y me rehúyes. Te persigo en los placeres, en darme buena vida, profundizo en los filósofos clásicos y modernos, devoro información, pero te alejas de mí. ¡Por favor, manifiéstate a mí porque el desasosiego que hay en mí me tortura! Es como si mi alma sedienta se encontrase ante una fuente de agua fresca separada por una reja. Por más que alargo el brazo para intentar tocar el agua con la mano y con ella refrescar mi boca ardiente, no lo consigo. Si no se da un sincero deseo de encontrar el sentido de la vida, éste permanecerá escondido. Los valientes lo encuentran porque persisten. Los cobardes se rinden ante la más mínima dificultad y abandonan la búsqueda. Prefieren el tedio de una vida sin sentido.
“Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque todo aquel que pide recibe; y el que busca, halla; y al que llama se le abrirá” (Mateo 7:7,8). Jesús para dar fe de lo que dice presenta este ejemplo: “Qué hombre hay de vosotros, que si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si le pide un pescado, le dará una serpiente? Pues si vosotros siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿Cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan? (vv. 9-11).
Si el lector ha llegado hasta aquí, que los prejuicios no le hagan hacer marcha atrás. La súplica ardiente se verá recompensada. El Padre celestial le dará el regalo de la fe que le permitirá creer que Jesús es el agua viva para quien la bebe, “de su interior brotarán ríos de agua viva” (Juan 7:38). Cuando se ha atrapado el sentido de la vida que es Jesús, la niebla que impide ver en la lejanía desaparece al hacerse presente la “Luz del mundo” que guía con certeza a la vida eterna.
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