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Tiempo ¿libre?

Una situación antaño desconocida
Manuel Montes Cleries
lunes, 9 de abril de 2018, 06:38 h (CET)

He podido convivir con la época en la que se luchaba por el “fin de semana para todos”, que rescató primero la tarde del sábado y, posteriormente, el sábado completo. En los últimos treinta años las justas reivindicaciones sociales han conseguido la semana de 35 horas laborales o menos, lo que permita disfrutar de suficiente tiempo libre.


Esta situación unida a la merma de horas lectivas en los centros de estudio o formación, la lamentable situación de paro laboral en un excesivo porcentaje, la ayuda de los electrodomésticos en las labores domésticas y la jubilación de los mayores con unas facultades que nos permiten ser bastante útiles, han propiciado el disfrute de un dilatado tiempo libre por las personas de todas las edades.


Inmediatamente han surgido los profesionales que orientan a nuestros congéneres en la gestión de dicho tiempo. Gimnasios, escuelas de baile, actividades deportivas de todo tipo con sus clubs correspondientes, reuniones para propiciar amistades, voluntariados, etc., etc. “Influencers”, “youtubers” y “tutorials” se dice ahora. ¿? Las modas y los modos han sacado de los bares, cafeterías y casinos, a sus antiguos pobladores.


Por todo lo dicho anteriormente, hemos llegado a unos tiempos en los que necesitamos pararnos a pensar si nos estamos pasando con el tema, o si lo tenemos bien negociado. Los niños –y los mayores- salen temprano de clase o del trabajo porque hacen jornada continuada. Después, inmediatamente, asisten a clases de judo, música, baloncesto, baile, inglés, chino mandarín, teatro, taichí, encaje de bolillos, montañismo, ciclismo, cocina e introducción a la arqueología. Los mayores se tiran horas en los gimnasios, piscinas y escuelas de baile rompiéndose las rabadillas y se someten a tratamientos que les permiten presentar el aspecto que tenían dos semanas antes.


Mientras, los que nos movemos en otros ámbitos, descubrimos la soledad de algunos mayores, la tristeza de algunos enfermos y las necesidades de algunas familias sin recursos. Desgraciada o afortunadamente yo me muevo en ese mundo y descubro una buena noticia. Todo se puede compaginar. El disfrutar del tiempo libre y el utilizarlo para ayudar a cuantos lo necesitan.


El viernes pasado fui a visitar a un amigo a una residencia de mayores. Como siempre, salí contento de la labor realizada e inquieto por la situación del resto de los acogidos que veían con cierta envidia como algunos de ellos eran acompañados por visitantes.


Las residencias de mayores tienen unas instalaciones y una atención extraordinarias. Lo que les falta lo puede propiciar esa visita de vez en cuando y ese abrazo personal que les permiten sentirse queridos y esperar con ilusión nuestra próxima visita. No nos olvidemos de ellos. Nosotros somos su buena noticia.  

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