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“Hagamos algo nuevo, Kim”. Trump busca la paz con Corea

“Lo que puedas hacer o soñar, ponte a hacerlo. La osadía está llena de genialidad, poder y magia.” Johann Wolfgang von Goethe
Miguel Massanet
jueves, 14 de junio de 2018, 07:22 h (CET)

Nadie, ni probablemente muchos de los que le dieron el voto al señor Donald Trump para que, contrariando todos los pronósticos que daban como vencedora a la señora Hilary Clinton, pensaron, ante la hostilidad manifiesta que, incluso dentro de su propio partido Republicano, despertó la candidatura de un presidente que se declaró fuera del sistema clásico imperante en la política americana, yendo por libre sin atenerse a las reglas que le quisieron imponer, incluso los de su partido, pudiera sobrevivir mucho tiempo en su cargo de presidente de los EE.UU de América.


Desde los demócratas más recalcitrantes hasta muchos de los miembros más conservadores de los republicanos empezaron a lloverle críticas aún antes de que hubiera iniciado sus primeros actos como 45 presidente de la nación americana. Sin embargo, pese a los pronósticos que todos los “enterados” de los países que vieron en él una amenaza para sus proyectos, especialmente todos aquello gobernados por partidos de izquierdas y muchos de los europeos que siempre se han creído superiores moralmente a los “incultos” americanos de la América del norte, y que pensaron que el nuevo presidente, pese a haberse sabido conseguir una sólida fortuna en los negocios, o quizá por ello, no sería capaz de, a su modo y manera tan poco ortodoxos, dirigir el país que había perdido parte de su prestigio mundial bajo la insegura, transigente, ineficaz y poco consistente gobernación del primer hombre de color que llegó al puesto de presidente, el señor Barak Obama, una persona, sin duda de una sólida formación moral, pero que fue incapaz de poner en práctica ninguno de sus grandes proyectos, tal como el de la sanidad universal o el poner en sus sitio al señor Putín cuando, sin ninguna clase de temor, se decidió a invadir la península de Crimea, cuando la cuestión ucraniana creyó que podría poner a los americanos a pocos kilómetros de sus fronteras nacionales.


Pese a todas las críticas de quienes pensaron que constituía una amenaza para sus proyectos desestabilizadores, como fue el caso de Venezuela, o el de la propia UE que, hasta entonces, se había creído liberada de mantener un ejército fuerte y dotado de todos los medios de defensa modernos, confiando, como ha sido costumbre inveterada de Europa, que en caso de tener un enfrentamiento con Rusia y o con los enemigos que le pudieran llegar del Este, como ha sido el caso del EI y sus amenazas a las naciones europeas que colaboraron con las tropas americanas a la lucha contra los talibanes; contarían con el ejército norteamericano que, como ha sucedido en las dos grandes guerras calificadas de mundiales, acabó por ser el único capaz de contener a Alemania y al Japón y mantener a Rusia alejada de emprender sus campañas expansionistas sobre Europa y, especialmente, sobre Polonía y Finlandia. Con todos los tropiezos que sus adversarios políticos, tanto demócratas como republicanos, le han ido poniendo durante el tiempo que lleva gobernando, junto a los intentos estériles de torcer su voluntad desde la propia CE, amén de la hostilidad de naciones como China o Corea del Norte, no parece que los proyectos de tipo aislacionista que constituyeron uno de los puntos fuerte de su campaña electoral, hayan sido capaces de ponerle en una situación incómoda dentro de la propia nación americana. Por el contrario, el país sigue progresando, mejorando en sus ratios económicos y en el empleo, que sigue subiendo pese a los malos augurios, las cuchufletas de algunos “sobrados” que critican sus maneras algo toscas junto a lo que, para algunos, es una falta y para otros una virtud, que consiste en su facilidad para rectificar cuando en algún tema se da cuenta de que se ha equivocado. ¡Ya quisiéramos que, en España, los gobernantes tuvieran la cintura política para evitar encastillarse en sus ideas, desoyendo los consejos de aquellos que les advierten de aquellas decisiones que pueden significar un peligro para la estabilidad de nuestra nación y una amenaza latente para nuestras perspectivas de futuro!


Y aquí conviene hacer un comentario sobre la especial animadversión, de algunos medios de comunicación de la autonomía catalana que, desde que Trump accedió al poder, no sólo se han dedicado persistentemente, incisivamente, sectariamente y torticeramente a cargar contra él y su política, junto a lo que todavía tiene menos explicación, contra su esposa y sus hijos, como si con ello pretendieran descalificar globalmente a toda una familia que ha demostrado, hasta ahora, no merecerse semejante trato inquisitorial, como no se lo merecería cualquier familia de ningún político español por el simple hecho de ocupar cargos de responsabilidad. Y en esta tesitura, si algún periódico se ha venido destacando en su empeño de atacar, desacreditar, infamar, insultar y difamar al prócer americano, ha sido el periódico separatista catalán, del grupo Godó, que no se ha conformado con constituirse en el defensor de catalanismo más excluyente, sino que se ha dedicado, por medio de sus colaboradores, a dedicarle un número de páginas importante de su periódico La Vanguardia, a la labor de hacer del señor Donald Trump el verdadero paradigma del incapaz , el torpe, el irresponsable y el loco, culpable de todo lo que va mal en la política internacional.


Resulta poco menos que una boutade, el hecho que, uno de los corresponsales de La Vanguardia en Singapur, encabece su comentario en el periódico catalán con un inapropiado “ Kim-1, Trump-0” para describir lo que, en su opinión, evidentemente sectaria, pretende desprestigiar lo que ha sido, pese a quien pese, uno de los intentos más elaborados para procurar establecer una distensión en un área del Pacífico, tan necesaria como difícil, si es que quisiéramos tomar en cuenta cómo estaban los ánimos entre Trump y Kim-Jong-Un apenas hace unas semanas. Evidentemente que nadie puede echar las campanas al vuelo por el hecho de que, en esta primera toma de contacto, no se hayan solucionado de un plumazo todas las diferencias existentes entre dos regímenes tan opuestos y durante tantos años enfrentados a cara de perro. Pero sólo un recalcitrante e inconmovible detractor de Trump puede sacarle mérito y valentía al intento, puede que efectivo, de quitarle hierro a una situación tan explosiva como la que se produjo apenas hace unos meses en aquella parte de Asia.


Nadie en su sano juicio y menos sus adversarios en su país, se atrevería a menospreciar la valentía, el arrojo y la presencia de ánimo de un Trump, (basta ver las fotografías que publica la misma Vanguardia en las que se puede ver a un Kim mirando de reojo, con cara de asustado a su adversario, que parece completamente relajado seguro de que lo que ha estado haciendo puede constituir un punto y aparte en las relaciones entre las dos naciones). ¿Qué puede fracasar la negociación? Todo cabe dentro de lo posible, pero la oportunidad de haberlo intentado ya quedará para la historia. Pero también existe la posibilidad que las actuaciones y la diplomacia que, sin duda, se van a poner en funcionamiento no sólo por ambas naciones enfrentadas, sino por todos aquellos países como China, Japón, Corea del Sur, Filipinas y la propia Rusia, que de alguna manera pueden quedar afectados por la tensión entre Corea del Norte y Corea de Sur, con su avalador los EE.UU de América; se relaje y se llegue a acuerdos que garanticen la paz en aquella parte del mundo lo que, evidentemente, redundaría en una relajación general en beneficio de la paz mundial.


Qué duda cabe de que esta primera reunión entre los dos mandatarios, vaya a suponer un espaldarazo para la política exterior norteamericana y les va a restar argumentos a todos aquellos que pensaban que, los EE.UU, estaban buscando la guerra a toda costa. El hecho de que Trump haya anunciado que se van a suspender las maniobras comunes de las escuadras navales americana y coreana demuestra que no se tiene intención de dejar cabos sueltos que pudieran entorpecer un posible acuerdo de paz. Las palabras de Trump a su colega coreano han demostrado que, el mandatario americano, ha utilizado argumentos nuevos para intentar convencer a su adversario coreano. “Hagamos algo nuevo, Kim”, han sido las palabras con las que Trump ha querido iniciar lo que quería que su interlocutor entendiera, que por supuesto no se refería a los valores o modelos de estado de cada una de las naciones, alejando con ello discusiones inútiles que a nada hubieran conducido, sino al enroque y la cerrazón; por el contrario, Trump le ha explicado a su correoso adversario algo que le podía ilusionar, le ha presentado lo que podría llegar a ser una Corea del Norte en la que, mediante las inversiones norteamericanas, podría sacar al pueblo (que sigue viviendo en la miseria de su situación actual) de su situación actual, para vivir una nueva vida sin que, con ello, se pretenda intentar cambiar el régimen y convertir Corea en un estado capitalista. En definitiva, es lo que los chinos han estado haciendo durante los últimos años, de modo que aquel país represivo, monolítico, dominado férreamente por la Partido Comunista Chino, gracias a la inteligencia de los sucesivos presidentes, que se han ido sucediendo en el poder durante los últimos años, ha sabido evolucionar dejando que, algunas de las ventajas del capitalismo, hayan sustituido a las anquilosadas reglas de la economía estatal dirigida y burocratizada propia del viejo comunismo de la Unión Soviética.


O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadanos de a pie, sin dejar de reconocer algunos de los defectos del actual presidente de los EE.UU, también se le deben reconocer algunas iniciativas que, desde la perspectivas europeas, quizás nos parezcan absurdas, porque nos perjudican económicamente, pero que desde el punto de vista de los americanos, puede que las consideren buenas para su economía y, en lo que evidentemente debe de tener una apoyo generalizado es que, el nuevo mandatario de la Casa Blanca ha prometido no enviar a más soldados americanos a morar para sacar las castañas del fuego a otros países que, según su manera de ver las cosas, no han sabido corresponder como debían a aquella colaboración desinteresada.

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