Veo a los jinetes de la tarde. A lo lejos su polvareda parece humo. Noche negra se avecina, aun siendo de estío será negra. Resuenan esos cascos, ya son trueno.
Silencio, ¡qué daría por tener silencio! Por serlo y poder hablar callado. Tener silencio a mi alrededor. Ser bosque sin hojas en las ramas. ¡Qué daría por ser hojarasca! Tus pies serían crujido, callaríamos juntos Seríamos silencio, esa melodía que hace danzar hojas amarillas. Caerían sobre nosotros, gráciles y generosas. Maná de los dioses. Fresco hábito ahora lejano.
Pero los jinetes siguen en esta tarde. El bosque, las hojas, la danza, el maná... siguen lejanos. Aún no huele a tormenta.
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